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Los judíos y las palabras

«Los judíos y las palabras es apasionante y divertido y desafía clichés y estereotipos en cada una de sus páginas. Su tono es en parte serio y en parte jocoso, mezclando un gran dominio del tema con un toque informal. Promete ser muy controvertido y ampliamente leído.»
Mario Vargas Llosa

¿Por qué las palabras son tan importantes para los judíos? El novelista Amos Oz y la historiadora Fania Oz-Salzberger engranan hábilmente personalidades de todos los tiempos, desde el autor anónimo y probablemente femenino del
Cantar de los Cantares hasta los oscuros talmudistas o los escritores contemporáneos, para explicar la relación esencial que existe entre los judíos y las palabras. Mezclando la narración y la labor de investigación, la conversación  y la argumentación, padre e hija cuentan las historias que se ocultan tras los nombres, adagios, disputas, textos y chistes más perdurables del judaísmo. Ambos argumentan que estas palabras componen la cadena que conecta a Abraham con los judíos de todas las generaciones posteriores.
Con una prosa llena de conocimiento, de lírica y de sentido del humor, Los judíos y las palabras propone una visita extraordinaria a las palabras que conforman el corazón de la cultura judía y tiende una mano al lector para que se una a la conversación. 
PREFACIO
     Este libro es un ensayo. Es un intento en forma de no ficción, especulativo, directo y ocasionalmente lúdico, de decir algo ligeramente novedoso acerca de un tema de inmenso pedigrí. Les ofrecemos nuestra visión personal sobre un aspecto esencial de la historia judía: la relación de los judíos con las palabras.
     Los autores son un padre y una hija. Él, escritor y estudioso de la literatura; ella, historiadora. Hemos estado conversando y discutiendo sobre temas relevantes para esta obra desde que uno de nosotros tenía alrededor de tres años de edad. Nuestra coautoría, no obstante, exige cierta justificación.
      La mejor forma de rendir cuentas de nuestro trabajo en equipo es dejar claro, desde el principio, qué es lo que viene a decir este ensayo. Dice que la historia y la identidad de los judíos como pueblo forman una peculiar continuidad, que no es ni étnica ni política. Cierto que las ascendencias étnicas y políticas son parte de nuestra historia, pero no constituyen sus arterias principales. En su lugar, la genealogía nacional y cultural de los judíos ha dependido siempre de la transmisión intergeneracional del contenido verbal. Se trata, claro está, de la fe, pero, con mayor concreción aún, se trata de textos. Es significativo que esos textos hayan estado disponibles, desde hace mucho tiempo, en forma escrita. Y resulta revelador que la controversia fuese incorporada a ellos desde sus comienzos. En sus mejores momentos, la reverencia judía posee un ribete de irreverencia. Y en sus mejores momentos, la autosuficiencia judía está matizada por la autocrítica, en unas ocasiones mordaz, en otras francamente hilarante. Si la erudición importa sobremanera, la familia todavía más. Estos dos puntales tienden a superponerse. Padres, madres, maestros. Hijos, hijas, estudiantes. Texto, cuestionamiento, polémica. No sabemos si en lo que respecta a Dios fue así, pero la continuidad judía estuvo siempre pavimentada con palabras.
     Precisamente por este motivo, nuestra historia se distingue como una narración. En realidad, son varias historias y múltiples narraciones las que se entrelazan en los anales de los judíos. Incontables estudiosos y escritores han debido capear este laberinto. Lo que nos proponemos aquí es dar juntos un paseo por algunos de sus caminos, unir la mirada de un novelista y la de una historiadora, y sumar nuestra propia conversación a las miríadas de voces interdialogantes.
       En este sucinto libro no se ha pretendido de ningún modo cubrir toda la gama de los textos judíos, ni siquiera de los más conocidos o los de mayor influencia. Hay un sinfín de textos que no hemos leído. El género ensayístico puede proporcionar deliberaciones densas y panorámicas sobre vastos temas, pero también resulta especialmente propenso a la lectura selectiva, al sesgo personal y a un arrogante recreo en la generalización. Con independencia de estos defectos genéricos, asumimos la total responsabilidad por cada una de esas deficiencias, así como por muchas otras que el lector pueda encontrar. Este es otro punto que nuestro libro intenta dejar claro: en la tradición judía cada lector es un revisor, cada estudiante un crítico; y cada autor por su parte, incluido el propio Autor de la Creación del universo, suscita una infinidad de interrogantes.
     Si ese conjunto de sugerencias resulta convincente, nuestro proyecto común de padre e hija podría entonces cobrar sentido.  

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