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La nada y las tinieblas

¿Existe la nada? ¿Y las tinieblas?

En marzo del año 800, el diácono Fridegiso presenta una carta a sus compañeros de la corte palatina de Aquisgrán, en la que argumenta con un coraje insólito la existencia de la nada y las tinieblas.
Un año después, Carlomagno envía una carta al monje irlandés Dungalo para que le haga saber si las atrevidas afirmaciones contenidas en la extraña carta de Fridegiso son verdaderas o falsas y, sobre todo, si son sospechosas de herejía.

«Uno de los textos más citados y discutidos de la Edad Media [...]. Y no es casual que el primer texto inequívocamente filosófico de la nueva Europa aborde una cuestión filosófica límite, que ha marcado el destino de Occidente, como es la cuestión de la nada.» Tomás Pollán

PRIMERAS PÁGINAS

En el mes de junio del año 801, Carlomagno, recién llegado a Aquisgrán desde Roma, donde había sido coronado Emperador del sacro Imperio romano el 25 de diciembre del año anterior, envía una carta al monje irlandés Dungalo, el Recluso, residente en la abadía de Tours, para que le haga saber si las atrevidas y radicales afirmaciones y argumentaciones contenidas en la extraña carta (De substantia nihili et tenebrarum) que el diácono Fridegiso había entregado en marzo del año 800 a los compañeros y miembros de la corte palatina de Aquisgrán, son verdaderas o falsas, y si  doctrinalmente se ajustan a la ortodoxia o son sospechosas de herejía. 

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