"Asesinato en la biblioteca: de la A a la Z en la ficción de
detectives" expone hasta el 12 mayo en la Biblioteca Británica cincuenta
novelas de los últimos dos siglos que convirtieron en icónicos a
personajes, situaciones e incluso diálogos.
El "elemental, querido Watson", el Orient Express, la lupa, el
servicio bajo sospecha, la institutriz misteriosa y muchas razones para
acabar con la vida de alguien son elementos que se popularizaron en la
Inglaterra de finales del siglo XIX.
"Con el uso popular del ferrocarril en Inglaterra, las novelas de
misterio se popularizaron y llegaron al gran público, que necesitaba
entretenerse con algo. Antes se tardaba horas en recorrer lo que hoy nos
supone 20 minutos", explicó a Efe Kathryn Johnson, comisaria de la
exposición.
Desde entonces, este género ha crecido hasta constituir en la
actualidad un tercio de las novelas en lengua inglesa que se publican,
lo que obligó a la Biblioteca Británica a devanarse los sesos para
escoger las piezas a mostrar, en muchos casos primeras ediciones.
El resultado es una distribución alfabética que comienza, como no
podía ser de otra manera, con la A de Ágatha Christie, creadora del
estoico detective belga Hércules Poirot, al que la considerada "reina
del crimen" describió como un "asqueroso egoísta".
La escritora inglesa (1890-1976), que aseguró haber redactado su
primera novela "El misterioso caso de Styles" (1920) en solo dos
semanas, era mucho más benévola con su otro gran personaje, Miss Marple,
basado en su madre y nacido en 1927, como puede verse en la exposición.
Christie es casi el único nombre propio destacado entre el resto de
letras, que se centran más bien en personajes, como Sherlock Holmes, y
en aspectos del género como Pistas, Eclesiástico, Forense, Xenofobia o
Zodíaco.
Para poner constantes retos al lector, nada mejor que las pistas, que
vivieron su mayor auge en los años 20 y 30, con obras como "Asesinato
en Miami" (1930), de Dennis Wheatley (1897-1977), que incluía colillas,
pelo humano y declaraciones ficticias de testigos para que el lector se
convirtiera en detective.
"No creo que sea una coincidencia que estos puzzles y otros sistemas
como los crucigramas aparecieran a la vez", señala Johnson, para quien
el clima social en el periodo de entreguerras fue la "edad dorada" del
misterio y aportó novedades, como la posibilidad de que el lector
resolviese el enredo.
Como cualquiera puede atreverse a proponer un misterio -en la muestra
puede verse hasta una novela del exjugador de fútbol Pelé, "El
asesinato del Mundial" (1988)-, el recorrido ofrece consejos para
redactar una buena historia policiaca.
El decálogo está elaborado por Roland Knox (1888-1957), un literato
inglés que recomienda no incluir en la historia más de un pasadizo
secreto, que el lector sea ajeno a los pensamientos del asesino o que se
evite la aparición de gemelos en la trama.
"Siempre se debe empezar con un asesinato, ésa es la regla
indispensable", apunta la comisaria, para quien el resto puede sufrir
variaciones.
Como el investigador. No tiene por qué ser siempre un detective:
puede ser un monje ("El nombre de la rosa" 1980, de Umberto Eco) o una
dama ("La detective femenina" 1864, de Andrew Forrester, en la que
aparecía la primera mujer que resolvió un crimen).
A veces se recurre a un crimen real como en "El asesinato de Road
Hill" (2008), que reconstruye el asesinato de Road House en la
Inglaterra victoriana, o "The Franchise Affair" (1948), que la escocesa
Josephine Tey redactó utilizando el caso de Elizabeth Canning.
Pero todos coinciden en que el investigador debe trabajar de forma
independiente a la policía, a menudo relegada a la categoría de "bufón".
"Es un valor seguro para los británicos saber que, si las autoridades
fallan, nosotros podemos solucionar el problema", aseguró la comisaria
de la muestra.
Por Cynthia de Benito.
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