El escritor vasco, Martin Ferrero con el libro Las Trece Rosas recurre a despertar un hecho histórico que tiene como trasfondo el colectivo de jóvenes perteneciente a las Juventudes Socialista Unificada (JSU), las cuales fueron fusiladas por la dictadura del generalísimo Francisco Franco en Madrid el 5 de agosto de 1939, cuatro meses después de finalizar la Guerra Civil Española. El 3 de septiembre, el fiscal del Consejo Permanente de Guerra sentenció a las Trece Rosas como responsable de un delito de adhesión a la rebelión. En torno a este hecho girará toda la novela.
Entre los detenidos se encontraban trece mujeres: Carmen, Martina, Blanca, Pilar, Julia, Adelina, Virtudes, Ana, Joaquina, Dionisia, Victoria, Elena y Luisa, siete de ellas menores de edad. Donde su único delito fue estar afiliadas a las Juventudes Socialistas Unificadas.
“Aún pueden pensar que el reloj se ha detenido y que podrán estirar infinitamente el fragmento de tiempo que les queda.”
Ferrera, tras el repaso del contexto histórico, al parecer, no tiene en cuenta mas documentación sobre el caso que la proporcionada por dos fuentes de principio de los años 1980, lo cual nos predispone, que su intención fue escribir una historia verosímil en los últimos días de Las Trece Rosas a partir de elementos generales que conoce y sabiendo que tales elementos eran insuficientes para dar cuenta lógica completa de las causas y efectos reales.
A partir de los hechos históricos utilizados por Ferrera, creo que es una texto bien logrado, sin importar los elementos que le son dado al escritor para darle movimiento a lo que narra, lo que si se puede ver es que, quien lo lea lo hace responsable de recuperar este hecho en la reconstrucción histórica. No haberlo leído, sería algo que pasó como una hoja que se deja arrastrar por el riachuelo, la cual no tiene forma de recorrer y echar atrás el mismo camino, sino es por la intervención de una mano, y esta mano es la del narrador.
“Ana cierra los ojos. Le es imposible concebir un porvenir luminoso. Sólo ve un túnel. Es de una profundidad vertiginosa, en realidad no tiene límite.
—Abrázame —dice—, me gustaría meterme dentro de tu cuerpo.”
En el capítulo La ronda nocturna, Evelina.
“Le dio la razón y descendió hasta los labios de abajo y sollozó de dicha mientras estrechaba sus piernas y besaba el triángulo negro: dos alas de golondrina guiando su lengua hasta el rubí palpitante, que se fue haciendo accesible según iba apartando los labios.
Pronto el cuarto se convirtió en la cámara de los sollozos. Las estatuas volvían a temblar. ¿Hacía cuánto que no llegaban sollozos desde el cuarto aquél? Sollozos hondos y vivos, que descendían por las escaleras e iban a morir al vestíbulo. El aire vibraba más que antes y daba la impresión de que los negros del pasillo y las diosas de la escalera iban a echarse a bailar.”
La imaginación……..
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