“¡Viva la huelga!
—¡Vivan los compañeros! ¡Abajo los explotadores!”
“La huelga será solamente la suspensión indefinida del trabajo. Dejaremos que los patrones se convenzan de que necesitan de nosotros, de que deben plegarse a nuestras exigencias y comprender nuestras tribulaciones y nuestras miserias.”
De alguna manera, mi aproximación a este escrito, el cual fue publicado 1962, no cambia en nada con la actualidad que nos compete. Simples hombres que deciden dejar el campo por la miseria que les baña, para anclan en el poblado de, Timbalí un poblado ficticio, el cual esta siendo dominado por empresas y multinacionales de origen estadounidense símbolos imperial y explotador, y que se ubica en alguna región de Boyacá . Es una de las obras más celebradas del escritor colombiano Fernando Soto Aparicio, donde muestra la crudeza del drama campesino, que se dedica al trabajo forzoso en las oscuras galerías de una mina de carbón para no morir de hambre.
La familia Cristancho sumergida en la miseria donde el hambre le cosquilleaba el estómago y las nauseas estaban al orden de día, hasta tragarse sus propias salivas con el fin de alejar la sensación de mareo:
“En todos esos semblantes se reflejaban la miseria, el abandono, y una especie de resignación que era contenida cólera.”
“Quizás el hambre se le metía en el cerebro, como un espectro, y lo llenaba de ideas terribles. ”
Rubecindo Cristancho en el relato representa a los campesinos, que embrujado por la idea de progreso y sin tierra que cultivar, se emplean en las multinacionales a fin de volverse unos miserables asalariados, donde hasta el nombre le apropian a costa de sus miserias, riesgos y la humillante esperanza que el sistema le va imponiendo.
“¡Era absurda la vida! ¡Pero qué remedio! ¿De dónde vino él? ¿Quién lo trajo a la tierra? ¿Qué brazos lo adormecieron por las noches? ¿Qué manos trabajaron para darlo el sustento cuando niño? Sus recuerdos se perdían en la sombra. Se esfuman, como si su camino tuviera múltiples recodos. Pero alguien había sufrido por él lo que él padecía ahora por Pacho, por Mariena… Alguien… Pensó con cariño, con agradecimiento, en sus padres. Se le ensanchó el corazón y en él penetró la luz esplendente de la madrugada.”
Una idea si se iba convirtiendo en las vidas de los campesinos, y es la idea de justicia, pues la miseria, desprotección por el Estado y bajos salarios, hicieron que los sindicatos defendieran los derechos de los trabajadores, pero mientras todo seguir su curso, los trabajadores seguían como ratas cavando túneles y encontrando pasadizo que albergaba trabajadores en estado de descomposición por los recientes derrumbes
“El ocio es el origen de los vicios, de los pensamientos putrefactos, de los deseos pecaminosos. Soportado pacientemente vuestra pobreza y bendecid a Dios, porque os ha dado el mismo camino que siguió Cristo en la tierra; y porque en el cielo, después de la muerte de nuestros cuerpos, por esa resignación, por esa virtud de la pobreza, encontraremos al Padre que nos abrirá sus brazos para recibirnos y albergarnos en ellos por toda la eternidad.”
Una turba enfurecida se decide finalmente a entrar y destruir el barrio donde viven los estadounidenses millonarios. Durante los disturbios, Rudesindo fallece: “Una bala partió del edificio de las oficinas. Rápida, certera, se clavó en el pecho de Rudecindo Cristancho, del 22048.” “Centenares de pies desnudos pasaron por sobre su cuerpo insensible. Aún alcanzó a pensar con angustia en Pastora y en sus hijos. Después una sombra espesa y húmeda lo fue llenando todo, y ya no sintió ni dolor, ni hambre, ni deseos de venganza…” siendo aplastado por la multitud descontrolada. Su cadáver es pisado por otros, terminando con la vida de este hombre, que creyendo en el cuento del progreso embarcó a su familia a una aventura, que los condenó a la desgracia.
“Los hombres continuaron hacia adelante. Eran los desposeídos, los desamparados, los olvidados. Eran los seres famélicos que luchaban contra la injusticia. Venían desde las garras de la miseria hasta los extremos sangrientos de la rebelión.
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