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La caverna de los antepasados

“Éste es un libro que trata de lo Oculto y de los poderes del hombre. Es un libro sencillo que no contiene «palabras extrañas», ni sánscrito, ni ninguna lengua muerta. El lector medio siente el deseo de CONOCER las cosas sin necesidad de tener que adivinarlas a través de palabras que apenas comprende el propio autor. Si un autor domina su oficio, puede permitirse escribir en inglés sin pretender ocultar las lagunas de su conocimiento mediante la utilización de un idioma extraño“.

Como el escritor Tuesday Lobsang Rampa o Martes Lobsang Rampa, que no es más que el seudónimo literario de Cyrill Henry Hoskin, nacido en Inglaterra, autor de diecinueve libros sobre diversos temas que van desde la religión, ocultismo, el aura, la vida en el Tibet o algún otro fenómeno paranormal, lo deja bien claro  en el párrafo anterior, es un libro sin mucho redondeo, ni búsquedas de palabras estratosféricas que no pueda entender el lector, sino que su objetivo es aportar una enseñanza, es lo que él quiere transmitir con su texto.

Este libro lo tenía un buen tiempo en mi biblioteca, y libros van y vienen, hasta que me acerque para ver qué puede aportarme,  y ya desde los primeros capítulo pude notar la musicalidad con que narra el autor, nos vamos con el narrador en cada una de las intervenciones, es de fácil lectura.

Lobsang nos relata sus experiencia astrales y temas relacionados con la muerte y los espíritus errantes de los desencarnados que vagan confundidos. Es el resultado de una larga vida que con la ayuda del Oráculo del Tibet visualiza escenas de su difícil futuro. Los Lamas investigan la reencarnación anterior de Lobsang Rampa y al confirmar que había sido realmente un lama importante por lo que desde su poca edad le asignaron un rango superior.

El nombre del libro, el autor lo trae a propósito ya que unos monjes hicieron una expedición en que una cueva llena de aparatos tecnológico pertenecientes desde los tiempos de la Atlántida. Los únicos que tenían la capacidad para ver estos aparatos tecnológicos eran los monjes por su grado de meditación, aparatos que estaban los registros akasicos. Pero no estante a este grado, el maestro Mingiar Dondup prefirió llevarlo a la cueva para que los discípulos pudieran tocar y operar los aparatos.


‟Al mirar hacia abajo, sentí la sensación de hallarme en
un extraño plano astral donde se confundían los testimonios
de mi vista y de mi imaginación‟.

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