Jean Paul Sastre es uno de esos personajes de la historia reciente, que no necesita presentación, pues fue sin lugar a duda uno de los intelectuales más relevante de la cultura occidental contemporánea. Finge como uno de los principales representantes del existencialismo, y el presente texto, El Muro podríamos decir que encontramos una amplían influencia de esta corriente.
Este texto recoge los primeros relatos del filósofo francés después de los acontecimiento del año prebélico de 1937 en la Nouvelle Revue Francaise. Esta conformado por cincos cuentos, donde cada uno muestras lo que en realidad el autor quería mostrar en su momento.
“El muro” es entonces, un cuento que demuestra la fragilidad de la esencia humana y el poder de la mente consciente de su muerte próxima. A su vez, retoma los conceptos de la reflexión existencialista para ejemplificar de mejor manera ese proceso de análisis, que además, se manifiesta de manera completamente distinta en cada individuo, como lo fue el caso particular de cada prisionero.
Nos cuenta la historia de Pablo Ibbieta, un anarquista español que durante la guerra civil es aprehendido y apresado por los soldados franquista, sometiendolo a fuertes interrogatorio para rastrear las pistas de Ramon Gris, líder del movimiento, donde desconoce el paradero del mismo y es enviado a una celda junto a otros hombres que ni siquiera conoce, como es Tom, un combatiente de la Brigada Internacional y Juan, el hermano mas joven del anarquista.
“Vamos. Serán ocho. Les gritarán: ¡Apunten! Y veré los ocho fusiles asestados contra mí. Pienso que querré meterme en el muro. Empujaré el muro con la espalda, con todas mis fuerzas, y el muro resistirá como en las pesadillas. Todo esto puedo imaginármelo. ¡Ah! ¡Si supieras cómo puedo imaginármelo!“
El discurrir de la horas resultan ser toda una tortura. Si nos ponemos en el pellejo de Pablo, cada minuto, donde la incertidumbre juega un papel de aguijón se hacen eterno, y esta eternidad es un espejismo sin respuestas firme, de que pasara conmigo, sere llevado al muro, seré dejando a la libre. Este reo y los demás, víctima del franquismo comienza a perder el efecto de la vida, el amor puro hacia las personas y el orgullo por los logros. Cada reo siente el murmullo de la muerte acercarse.
“Se engañaban. En la ropería me senté sobre un escabel porque me sentía muy débil y me puse a reflexionar. Pero no en su proposición. Naturalmente que sabía dónde estaba Gris; se ocultaba en casa de unos primos a cuatro kilómetros de la ciudad. Sabía también que no revelaría su escondrijo, salvo si me torturaban (pero no parecían ni soñar en ello). Todo esto estaba perfectamente en regla, definitivo y de ningún modo me interesaba. Sólo hubiera querido comprender las razones de mi conducta. Prefería reventar antes que entregar a Gris. ¿Por qué? No quería ya a Ramón Gris. Mi amistad por él había muerto un poco antes del alba al mismo tiempo que mi amor por Concha, al mismo tiempo que mi deseo de vivir. Sin duda le seguía estimando: era fuerte. Pero ésa no era una razón para que aceptara morir en su lugar; su vida no tenía más valor que la mía; ninguna vida tenía valor. Se iba a colocar a un hombre contra un muro y a tirar sobre él hasta que reventara: que fuera yo o Gris u otro era igual. Sabía bien que era más útil que yo a la causa de España, pero yo me cagaba en España y en la anarquía: nada tenía ya importancia. Y sin embargo yo estaba allí, podía salvar mi pellejo entregando a Gris y me negaba a hacerlo. Encontraba eso bastante cómico: era obstinación. Pensaba: “Hay que ser testarudo”. Y una extraña alegría me invadía“.
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