“Todo es por gracia de Dios. Si pides algo con intensidad y un corazón claro, Dios todopoderoso te lo da”. Así explica Carlos Santana (Autlán de Navarro, 1947) cómo eligió el repertorio y las voces invitadas de su próximo disco, Corazón. Se edita el 6 de mayo, pero el guitarrista aprovechó la visita a España, en la que le entregaron el Premio Especial Cadena Dial a su “exitosa trayectoria musical”, para hacer en Madrid la promoción.
El altísimo es por tanto el responsable último de que Juanes cante La Flaca y de la participación de Gloria Estefan, Los Fabulosos Cadillacs, Niña Pastori, Diego Torres, Wayne Shorter, Ziggy Marley o Romeo Santos en un álbum que su autor define como un “Supernatural latino”.
Supernatural es el disco de duetos que en 1999 le devolvió al mapa de las estrellas. Con ese trabajo ganó nueve de los 10 Grammy que ha conseguido en toda su carrera (incluyendo álbum del año) y vendió al menos 10 millones de copias, un 10% de los 100 millones que asegura haber colocado en 45 años de carrera.
Hasta entonces y desde más o menos el comienzo de los ochenta, Santana parecía eso que los anglosajones definen cruelmente como un “has been”, un artista cuyo momento pasó. Estaba, y estará, unido al nacimiento del rock latino, en plena eclosión del movimiento hippyestadounidense de los sesenta. De él se dijo que hizo por la música latina lo que Chuck Berry por el blues.
Este hombre de 67 años, con su perpetuo bigote, un medallón de oro con la virgen de Guadalupe bien visible sobre el pecho, que vive en Las Vegas desde 2010 (es residente en el Mandalay Resort Bay), tuvo su primer número uno con 23, en 1970, un año después de actuar en Woodstock. En el documental del festival parece, hasta físicamente, un Jimi Hendrix latino.
Se cuenta que subió al escenario puesto hasta las cejas de mescalina, una potente droga alucinógena. “Es verdad. Totalmente. Recuerdo que recé a Dios para que me hiciera tocar bien. Y le prometí que si todo funcionaba no lo haría más”. ¿Cumplió? “Yo no”. Nacido en Autlan, Mexico, de niño su familia se mudó a Tijuana, y en 1962 a San Francisco. En California, la Beat Generation se empezaba a trasformar al hippismo. Él descubrió ese movimiento alrededor de 1965, de rebote, asegura. “Recuerdo perfectamente la primera vez que escuché hablar de loshippies. Unos amigos me hablaron de un concierto en el que estaba Grateful Dead, pero yo fui por Paul Butterfield. Lo que me gustaba era elblues de Chicago”.
Dice que recuerda el olor de la sala cuando entró. “Era increíble, no necesitabas fumar para colocarte. Enseguida me di cuenta de que ese lugar era distinto a los clubes de striptease de Tijuana, donde tocabablues de nueve de la noche a seis de la mañana. Una hora yo, la siguiente se desnudaban las mujeres. Los domingos iba con el violín a la iglesia”.
En 1970, Santana, que en su origen era un sexteto, publicó Abraxas, el disco que contenía Samba pa ti, Oye como va o Black magic woman. La banda se disolvió un año después y Santana pasó a ser la etiqueta bajo la que Carlos grababa sus discos. Algunos los firmó como Devadip, el nombre que le puso su gurú, cuando a mediados de los setenta entró de cabeza en la espiritualidad New age. “Abraxas fue gigantesco. Pero cuanto más éxito tenía, más triste me sentía yo. Tenía sed para aprender conceptos distintos del catolicismo. Mire, en la Biblia no se sabe qué hizo Cristo entre los 13 y los 30 años. Yo lo sé: viajó por el mundo, de India a Atenas, a aprender, y despertó a su propia luz. Soy cristiano, pero no pertenezco a ningún culto: la espiritualidad es agua, es pura. Las religiones son Coca-Cola, un negocio”.
Santana es también un negocio, pero asegura, con un buen fin. “Yo no necesito dinero, el 95% de lo que genero se va a organizaciones de ayuda a los jóvenes. Es la misma idea de Warren Buffet, Bill Gates, Richard Branson y George Lucas. Para 2035 ya no quedarán naciones pobres en el punto”. Una idea bonita, pero vista desde 2014 parece utópica. “Estamos al final de la era del dragón, y no se va a retirar sin pelear. Pero le venceremos”.
El Pais
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