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José Carlos Somoza: “La realidad virtual puede beneficiar a la humanidad”

—Oh, Johann, ¿por qué te burlas de mí? Las historias sobre las fiestas del duque vienen desde mucho antes de que llegáramos a Weimar...
—María, mi música era honrada antes de que yo naciera.
Hablan Johann Sebastian Bach y su primera mujer, María Salomé. Lo hacen en las palabras de José Carlos Somoza (La Habana, 1959), que en su última novela engarza la música de Bach en el núcleo de la realidad virtual de Órgano, su Matrix particular, para contar una verdad muy diferente a la que se suele proclamar cuando se habla de la vida al otro lado del velo digital: "La pregunta que deberíamos hacernos es: ¿Qué nos obliga a ser infelices en el mundo? ¿Un pecado original? ¿La voluntad de un ser supremo? La realidad virtual es la expresión de lo que deseamos ser y puede mejorar la condición humana".
En el real, es un jueves a media mañana, en el número 21 de Recoletos: el Café Gijón. Una mesa al fondo y agua mineral para beber. Somoza elige este lugar para la tertulia sobre los nuevos límites de la realidad por motivos sentimentales (aquí ganó uno de sus primeros premios) y porque el centro de Madrid es ambrosía de sus musas. Esas musas que le dicen que después de superar la docena de novelas "no importan los riesgos" y que hay que vivir al filo del día a día, donde el cuchillo del presente penetra en lo asumido de los que temen al cambio.
Lo virtual no es un lugar para las máscaras. Es el lugar donde las máscaras caen.
La última apuesta de Somoza, el único escritor en la historia del fantástico español nominado a un grande del género como el premio John W. Campbell, es La cuarta señal. Y viene cargada de riesgos y empuñando un filo ávido de tópicos y convenciones. Para empezar, sus personajes, un adolescente de dieciséis años y una madre soltera con una hija que pasa de los treinta y que en el virtual invierten la relación de su edad y se enamoran: "Una de las premisas que me marqué en esta novela era demostrar que gracias a la virtualidad, cualquier persona puede enamorarse. Lo virtual no es, como suele decirse, un lugar para la mentira, para las máscaras. Es el lugar donde caen las máscaras, porque hay libertad".

Acordes que matan

El disparo lo vuelve hermosísimo todo: la estancia entera se ilumina con la tonalidad fastuosa de mi mayor, y el adagio de la Sonata número 3 para violín y clavicordio flota como un beso desde el rifle hasta el personaje de Phil, que se disgrega en un bello confeti polícromo como de fiesta barroca antes de desvanecerse entre acordes.
Edna se echa al suelo de nuevo, boca arriba, pero nadie más entra. Llega el silencio tras la floritura mortal.
José Carlos SomozaLa cuarta señal (Minotauro, 2014)

En el virtual de La cuarta señal hay viejos que se visten de niñas, seres que tocan (musimas) y seres que nacen para ser tocados (instrumentos), bosques infinitos y teletransporte entre pétalos de rosa. Hay también mucha música, la de Bach, porque Somoza, melómano sin remedio, cree que los acordes del genio sajón son "átomos musicales", melodías como disfraces que ocultan el código secreto de la realidad. Hay acción y suspense, juegos metaliterarios, y una profecía bíblica con ecos apocalípticos. Lo que no hay es moralina. Los tiempos en los que la máquina era enemiga del hombre, para este escritor, han pasado: "Hay que pensar en el miedo que se tuvo cuando pasamos de los caballos a las máquinas. La gente decía: '¿Un medio de transporte que no lo mueve un animal? ¡Ni hablar! Y mira donde estamos ahora. Pensar que lo virtual no es natural al hombre es un error. Es como cualquier otra meta que se fija él o cualquier otro animal. Satisface sus deseos".
A Somoza le molesta que este cuestionamiento de lo real parezca coto exclusivo del "gueto de la ciencia Her(Spike Jonze, 2013), sirva para quitarle el estigma que en España sigue teniendo el fantástico, porque el "escritor es escritor sin etiquetas".

ficción", gueto en el que por otra parte dice estar muy cómodo. Lo más irreal para este autor que pueda plantearse es pretender que ignorar estas cuestiones lo convierte a uno en un narrador realista. "¡Es que no los hay más fantásticos que los que dicen ser realistas! Viven en un mundo completamente inventado, donde nada de lo que ahora mueve el mundo, lo digital y su importancia para lo que somos y lo que seremos, ha llegado. Yo los invito a que se unan a esta reflexión. Es necesario que seamos más lo que hablemos sobre estos temas". Somoza espera también que esta progresiva irrupción en la literatura de autor en lo virtual, y cita el ejemplo que está dando el cine con películas como la oscarizada 

La cuarta señal es para Somoza solo un primer paso. Y no el más ambicioso. Su verdadero sueño es combinar la revolución de lo digital con un ingrediente que de primeras suena insólito: "Miguel Delibes. Esa es la novela virtual que creo debe escribirse. Delibes porque él contaba muy bien historias intimistas entre un par de personas o bien entre una persona y su ambiente. Delibes era muy bueno en contar la soledad de alguien que vive con su paisaje, la caza, sus mascotas. Creo que eso es lo que pide la realidad virtual en literatura. Más intimismo y menos acción". Fuera como fuere, Somoza defiende lo virtual porque permite lo que siempre ha sido el motor de la escritura y de gran parte de la experiencia humana: "Vivir otra vida de la que te ha tocado. ¿Por qué solo conformarse con una vida? Una vez dominemos lo virtual, y el tiempo de computación en que suceden las cosas allí, podríamos vivir tantas vidas como queramos. El ser humano podrá existir de múltiples maneras hasta que cada individuo diga basta a experimentar cosas nuevas".
El Pais

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