El vino de la juventud recoge los trece relatos
que Fante publicó en 1940 con el título de Dago red, más otros siete
aparecidos posteriormente en distintos medios. Exceptuando los dos
últimos, todos giran alrededor de una familia de inmigrantes italianos
afincada en Colorado. El que cuenta es el hijo mayor, un adolescente
al que vemos crecer, observar a sus padres, quizá intentar
comprenderlos, o juzgarlos. Y el conjunto, una crónica de la vida en
América en los años veinte del siglo pasado, tiene una coherencia y
una unidad novelescas, aunque el narrador aparezca con distintos
nombres. Y así, vemos el momento en que se conocen los padres del
protagonista. ¿Raptó realmente el padre a la madre, huyó con ella a
las montañas o es todo una fantasía del muchacho? En «Albañil en la
nieve» descubre las habilidades artísticas de su padre, muy superiores
a las que tiene como albañil. «Primera comunión» recoge dos jornadas
tragicómicas, cuando el pequeño héroe se confiesa con un cura y cuando
descubre que no tiene camisa para ir a la iglesia. En «Monaguillo»,
«Grandes ligas» y «Camino del infierno» prosiguen las aventuras del
joven protagonista en el colegio de monjas.
Y
en los demás cuentos el padre envejece y el hijo mayor, cuando tiene
dieciocho años, lo celebra liándose a puñetazos con él. También hay
puñetazos en «Dios te salve, María», y «Ya no quiero ser monja» enlaza
con el primer cuento del volumen, y la madre vuelve a ser la
protagonista. En un alarde de simetría, «El Dios de mi padre» prosigue
el retrato paterno comenzado en «Albañil en la nieve» y continuado en
«Una esposa para Dino Rossi», y «El soñador» transcurre en la misma
pensión de Bunker Hill en que se hospedó el joven Arturo Bandini…
HOGAR, DULCE HOGAR
I
Estoy
cantando porque pronto llegaré a casa. Habrá una gran bienvenida en mi
honor. Habrá espaguetis, vino y salami. Mi madre preparará una mesa
gigantesca, llena de todos los manjares de mi niñez. Todo será por mí.
El amor de mi madre llenará la mesa, y mis hermanos y mi hermana estarán
contentos de verme entre ellos de nuevo, porque para ellos soy el
hermano mayor que nunca se equivoca, y les dará algo de envidia la
bienvenida que se me dedica, y cómo se reirán con lo que yo diga, y cómo
sonreirán cuando me vean llevarme a la boca el tenedor cargado de
escurridizos espaguetis, y pedir más queso a gritos, y gruñir de placer.
Porque son mi familia, y yo habré vuelto a ellos y al amor de mi madre.
Le pasaré el vaso a mi padre y diré:
-Más
vino de ése, papá. - Y él sonreirá y escanciará en mi vaso el líquido
granate de dulce sabor, y añadiré-: ¡Venga! - Y lo beberé lenta y
profundamente, sintiendo que me calienta el estómago, me alegra el
corazón, me canta una canción al oído.
Y mi madre dirá:
-No
tan aprisa, hijo mío. - Y yo miraré a mi madre y veré los mismos ojos a
los que he hecho llorar tantísimas veces, y sentiré en los huesos esa
fuerte sensación de remordimiento, pero sólo durará un segundo, y le
diré a mi madre:
–Ah, mamá, no te preocupes por
este chico, estará bien. – Y mi madre sonreirá con esa felicidad que
sólo ella conoce, y mi padre también sonreirá ligeramente, porque estará
mirando a alguien de su misma sangre, y yo sentiré un nudo en la
garganta y en el pecho, y evitaré los ojos de mi padre, porque no serán
capaces de ocultar su felicidad.
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