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La aventura del Modernismo

Renacimiento publica una edición facsimilar de la más abarcadora selección de la poesía española e hispanoamericana de la Edad de Plata.

"No pretende ser este libro una antología total de la poesía española, sino precisamente una antología parcial. Parcial en todos los sentidos de la palabra". De este modo abría Gerardo Diego una celebérrima muestra -aunque más tarde ampliada, fue la primera edición (Signo, 1932) la que contribuyó a fijar casi definitivamente la nómina de la generación del 27- que respondía, como se ha señalado muchas veces, a una meditada estrategia de autopromoción del grupo de autores en el que él mismo se integraba, buenos poetas sin duda -pero había otros igualmente buenos- a los que se presentaba con al aval de varios de sus predecesores los hermes del Novecientos, como los había llamado Rafael Cansinos Assens. No hay otra antología más famosa en la historia de la poesía española contemporánea, pero ello no quiere decir que haya sido la que mejor ha reflejado la efervescencia lírica de la Edad de Plata. La firmada por Gerardo Diego, que en realidad fue -como él mismo declaraba- un empeño colectivo, era una propuesta en efecto "parcial" que buscaba consagrar a una parte de la joven generación no en vano llamada de la amistad, cuyo lugar en la historia del periodo debe ser matizado porque había más, mucho más, en España o en las Américas, de donde por lo demás había partido la gran renovación que conocemos con el nombre de Modernismo.

Publicada dos años después que la primera de Diego -disponible en una edición facsímil de Visor (2002)-, la Antología de la poesía española e hispanoamericana (1882-1932) de Federico de Onís (Salamanca, 1885-San Juan de Puerto Rico, 1966) rebasó con creces la exitosa pero interesada recopilación del montañés, abriendo el arco temporal hasta abarcar los orígenes de la poesía 'moderna' y, sobre todo, rebasando el territorio de la península para acoger las literaturas hermanas del otro lado del océano. Reconocida por críticos de la talla de Alfonso Reyes, Enrique Díez-Canedo o Guillermo de Torre y celebrada con entusiasmo, poco habitual en él, por el mismísimo Juan Ramón Jiménez, la antología de Onís estaba descatalogada desde hacía décadas y acaba de ser recuperada por Renacimiento en un imprescindible volumen que ofrece el facsímil del 34 -publicado por el Centro de Estudios Históricos, una de las instituciones vinculadas a la benemérita Junta para la Ampliación de Estudios- precedido de un excelente preámbulo de Alfonso García Morales, que contextualiza al detalle el ambicioso proyecto de Onís y aprovecha para reivindicar la figura de su artífice, un maestro de los estudios hispanoamericanos que logró con esta antología la obra de su vida.

Como explica García Morales, el profesor salmantino, que tuvo por maestros a Unamuno -de quien luego se distanciaría-, a Ortega o a Menéndez Pidal, fue un hombre de convicciones liberales que llevó a cabo desde la neoyorquina Universidad de Columbia una admirable tarea de acercamiento entre las dos orillas. Estudió primero la cultura española del Renacimiento y en una segunda etapa, la más fecunda de su itinerario intelectual, dirigió su atención hacia las literaturas hispánicas y el Modernismo. Fruto de esta deriva fue su interpretación de este último concepto, aún hoy discutido, como una categoría que comprendía el vasto ámbito de la lengua castellana e implicaba un nuevo renacimiento. Llevado de esta visión panorámica e integradora, Onís trabajó durante quince años para recoger en esta Antología medio siglo de poesía que mostraba la evolución del género desde la ruptura con los rescoldos del romanticismo declamatorio hasta la aparición de la nueva sensibilidad "ultramodernista", sexto y último estadio -el segundo y el cuarto aparecen representados en exclusiva por Rubén Darío y Juan Ramón Jiménez- de un formidable movimiento, todavía o más que nunca compartido, que cambió el modo de entender la poesía en la comunidad hispanohablante. Para América, dice Onís, el Modernismo supuso el inicio de una literatura verdaderamente propia, como para España implicó la incorporación a las corrientes europeas, pero ambos procesos se tradujeron no en una mayor distancia sino en una unidad más profunda.

Por la amplitud del tiempo abarcado y la coherencia de su ordenación, por el número de poetas incluidos -más de un centenar y medio entre los que están todos los nombres importantes y decenas de autores poco o nada recordados pero asimismo valiosos, junto a otros, todo hay que decirlo, escasamente memorables-, por su decidida e incluso conmovedora vocación panhispánica, pero también por las preciosas semblanzas de los poetas incluidos -muy alejadas de la frialdad academizante- o por el espíritu crítico, a veces discutible pero no sectario, que guía la mirada del editor, la de Federico de Onís es no sólo la gran antología del modernismo en lengua castellana, sino también un monumento de la cultura hispánica que merece la gratitud permanente y puede ser abordado hoy, al contrario que otras propuestas históricas, con el mismo placer o el mismo provecho que entonces.

Federico de Onís. Edición e introducción de Alfonso García Morales. Renacimiento. Sevilla, 2012. 1.328 páginas. 50 euros.

diariodesevilla.es

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