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El paraíso perdido III

Más que una visión moderna del Génesis de la humanidad, atendiendo al mas allá de la constitución físico-espiritual, El paraíso perdido, que nos deja John Milton, es una declarada danza rítmica entre las innumerables emociones, sentimientos, historias y sueños que quiso evidenciar en su paraíso, que a diferencia del bíblico quiso intensificar dentro de la diversidad de criterio pasado. La voz poética, validada por los recursos de la épica, es de anticipo un sorprendente enlace entre lo simbólico y lo magnifico en su totalidad abarcante, en su totalidad del orbe, en su intimidad intensificada por un repertorio de recursos, en su fin de establecer una nueva panorámica de: Satán, Adán, Eva, la caída, el pecado.

Si bien es cierto, que el foco de atención es la guerra entre ángeles caídos y los ejércitos celestiales relatada en el escrito, es de establece que es una invocación a los resultados que llevaron a cabo la iniciación de esta rotura espiritual narrada así en diferente extractos bíblicos. De paso, este enfrentamiento entre los bandos de la luz y los de la sombra, no solo cobran efecto en las orbes espirituales, sino que el polvillo pintan a la humanidad. La invocación integradora que hace el autor a la musa, la cual asume el papel de Espíritu Santo, es el consuelo lirico, libertario y mediatizante al cual apela el escritor para así “Vindicar la Providencia/ Y los caminos del Señor justifican ante los hombres”

En escrito anterior, hice la advertencia, que el lector debe prestar mayor atención a la forma en que Milton toma de la mano a Satán, como personaje de mayor movilidad en todo el relato. Muchos críticos, y especialmente, religiosos, denotan la manera en que Milton presenta a Dios en su relato épico, como un ser gris, que se sumerge entre las líneas divisorias de las acciones de la crueldad. Milton no hace más que tomar el Dios asumido así en el Antiguo Testamento, como una posición maniquea que trasciende acorde a los ejemplos tratados por los hombres de Dios en cada uno de los libros. Satán, así para Milton, como para otros escritores, es un personaje que recoge una diversidad de expresiones complejas, de signos, de elementos psicológicos que hacen del personaje un foco de atención. Se nos hace difícil no seguirle, de abandonarle, de hacernos una barrera al aspecto psicológico de este personaje. El paraíso perdido, es Satán. Satán asume el hilo conductual de toda la épica, causa la expectativa por anticipado, la prodigalidad de este ofrece una expectativa vital que trasciende el horizonte de lo humano para emplazarse más allá de la materialidad.

A pesar para C.S. Lewis, a quien el prestigio que pudo tener de hacer un buen análisis crítico a la obra de Milton, puso en evidencia, que sus fieros ataques, como así lo escribiera no iban dirigido más bien al Satán, al cual él elevaba un odio, sino a la visión ejemplar que sus colegas vivían. La trascendencia de Satán, está en la adopción canoníca que hicieron del poema, en la que el pecado se resuelve en forma de desobediencia, donde más luego es determinada por un castigo. El invisible horizonte es a la vez espacial y temporal, el Satán descripto por Milton es el horizonte, el hilo por el cual discurren el hecho narrativo de su obra. Percy Bishe Shelly en su obra Defensa de la poesía decía: “El Diablo de Milton, en cuanto ser moral, es muy superior a su Dios, en el sentido de alguien que persevera en un empeño que cree excelente, a pesar de la adversidad y la tortura, contrapuesto a otro que, en la fría seguridad del triunfo indudable, inflige la más horrible venganza a su enemigo con el supuesto designio de exasperarlo para que así merezca mas tormentos”

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