Detrás del nombre de Octavio Paz está la poesía. Delante, sus poesías, sus críticas, sus pasiones, sus pensamientos, sus ideas de libertad y democracia, sus reflexiones sobre el pasado y sus efectos en el presente y el futuro. Su mirada oscilante sobre el tiempo poblado de seres como él, personas, simplemente personas organizadas en sociedad para vivir y avanzar. Y más adelante las palabras sobre él, como las pronunciadas este martes por escritores como Mario Vargas Llosa y Jorge Edwards, filósofos y escritores como Fernando Savater, ensayistas como Enrique Krauze y políticos como el expresidente de España Felipe González.
Cinco referentes de la cultura y la política contemporánea en español reunidos para homenajear al escritor mexicano en el centenario de su nacimiento (31 de marzo de 1914-19 de abril de 1998). Lo hicieron en el coloquio Siglo XXI, la experiencia de la libertad. Homenaje a Octavio Paz,celebrado en Casa de América, de Madrid, y organizado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Conaculta, la Embajada en España y otras organizaciones mexicanas.
La huella que ha dejado en nuestro tiempo, coincidieron todos, es la difusión y la defensa de la cultura y la libertad, así como su malestar por los totalitarismos. “Fue un pensador rebelde al estereotipo que cuestionó toda forma de conformismo. Uno de los últimos humanistas”, aseguró Vargas Llosa. El Nobel peruano y Krauze, director de la revista Letras libres, hicieron énfasis en que Paz se adelantó a su tiempo. Supo ver lo que ocurriría con el poscomunismo. Recordaron que de joven simpatizó con lo revolucionario, pero la experiencia le llevó a revisar sus convicciones marxistas, y según Vargas Llosa "criticó los fundamentos de las revoluciones rusa, cubana y china, hasta abrazar la cultura democrática". Así lo reflejó, también, cuando dirigió las revistas Plural yVuelta que llevaron una bocanada de ideas y necesidades de democracia en América Latina en una época de dictaduras.
“Trascendía su momento y sus ideas son de rabiosa actualidad", aseguró el expresidente González. No era reaccionario, añadió, todo lo contrario, era "un progresista en el sentido profundo del término". La pregunta que formuló González es "cómo aplicar a la política que vivimos las ideas de Octavio Paz. Como dijo él propio Paz cuando cayó el muro de Berlín, no es que las respuestas hayan fracasado, no significa que las preguntas no sigan vigentes". Y lanzó una propuesta: ¿"Por qué no recuperamos a Paz?.Octavio está de actualidad".
Agradecieron y reflexionaron sobre su figura personal, artística, intelectual y de la manera en que les influyó. De su paso por España. De su claridad al escribir y expresar de manera sencilla lo difícil, que era, según Savater, “su gran cortesía”. Eso le permitió ejercer una labor de pedagogía de convencer a la gente de que tenía que pensar. Un dinamizador cultural, “como un remolino que no deja estancar el agua de la cultura”.
Hablaron del Octavio Paz, ahijado de Voltaire, e hijo de familia española, por el lado materno, y de indígenas mexicanos, por el lado paterno, que obtuvo el Nobel de Literatura en 1990. Y del gran lector. Y del traductor. Hombre para quien todo estaba tocado de poesía y todas las artes conectadas por hilos poéticos. “Siempre me ha interesado y, más, me ha apasionado, la experimentación y la exploración de formas y territorios poéticos poco conocidos, nuevos”, dijo en una conferencia en 1975.
Paz, asomado, abismado, como el primer día en varios temas que reflejó en ensayos de diversa índole: arte, política, antropología, literatura, historia, poder-autoridad y, claro, México y los mexicanos. De México y sus raíces y semillas están esparcidos muchos de sus versos y análisis comentados en Casa de América. El joven Octavio Paz que empezó con 19 años, en 1933, con el poemario Luna silvestre y terminó, en 1995, convertido en figura tutelar con el ensayo Vislumbre de la India. Y entre esa Luna y esa India, obras como A la orilla del mundo, Libertad bajo palabra... Y ensayos: El laberinto de la soledad, El arco y la lira, El ogro filantrópico, Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe...
Un Octavio Paz también autocrítico con la cultura y la sociedad: “Una de las heterodoxias del mundo moderno, desde hace dos siglos, ha sido la poesía. La poesía y el arte sucesivamente expulsados y, después, hipócritamente consagrados por los poderes sociales. Otra de las transgresiones de las sociedades modernas ha sido el amor. Ambos, amor y poesía son experiencias no productivas, son antiproductivas, y han sido y son negaciones del mundo moderno”.
Mito y leyenda en vida, Paz fue un feliz aprendiz entre mortales. Como su poema La calle, donde recrea su curiosidad, su búsqueda y estar en el mundo: “Es una calle larga y silenciosa. / Ando en tinieblas y tropiezo y caigo / y me levanto y piso con pies ciegos / las piedras mudas y las hojas secas / y alguien detrás de mí también las pisa: / si me detengo, se detiene; / si corro, corre. Vuelvo el rostro: nadie. / todo está obscuro y sin salida, / y doy vueltas y vueltas en esquinas / que dan siempre a la calle/ donde nadie me espera ni me sigue, / donde yo sigo a un hombre que tropieza / y se levanta y dice al verme: nadie”.
El Pais
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