No todos son ciudadanos, incluso dentro de un mismo Estado-nación. Se ha dicho con agudeza que "algunas personas están en la sociedad, sin ser de la sociedad". La dinámica de inclusión y exclusión continúa produciendo asimetrías dramáticas, genera aperturas y clausuras sobre todo actualmente, en un momento de especial fragilidad del espacio público y de transformación de la soberanía nacional.
Desde los albores de la política en Occidente el significado de ser ciudadanos era todo lo contrario a algo unívoco y de amplio consenso. La modernidad transformó esta condición en algo aún más enigmático y conflictivo. Indisociable de la democracia y de las reivindicaciones de igualdad y libertad en las que tiene su origen, la ciudadanía se redefine siempre dentro de la contradicción no resuelta entre la vocación universal de los principios y los dispositivos selectivos que regulan la pertenencia a una comunidad política. No todos son ciudadanos, incluso dentro de un mismo Estado-nación. Se ha dicho con agudeza que "algunas personas están en la sociedad, sin ser de la sociedad". La dinámica de inclusión y exclusión continúa produciendo asimetrías dramáticas, genera aperturas y clausuras sobre todo actualmente, en un momento de especial fragilidad del espacio público y de transformación de la soberanía nacional. Tal vez el concepto de ciudadanía supone demasiadas antinomias. En todo caso, Balibar no lo oculta, y sabe que renunciar a ellas equivaldría a negarse la posibilidad de idear nuevos modos de autonomía colectiva; en una frase, modos de democratizar la democracia. Con enorme lucidez, Étienne Balibar analiza la complejidad que hoy supone la ciudadanía.
1. Democracia y ciudadanía: una relación antinómica
Ciudadanía y democracia son dos nociones indisociables, pero que resulta difícil mantener en una relación de perfecta reciprocidad. El lector de una obra que simplemente lleve el título Ciudadanía podría llegar a la conclusión de que la primera noción predomina sobre la segunda, y que la "democracia" allí sólo representa una cali!cación a la que se le atribuirá en último término un peso mayor o menor en su de!nición. Esas consideraciones de jerarquía -o como diría John Rawls "lexicográficas"- no son de ninguna manera secundarias. Estas abonan los debates que contraponen una concepción "republicana" (o neorrepublicana) de la política a una concepción democrática (liberal o social). Es la comprensión misma de la filosofía política, y por consiguiente su crítica, la que de ellas depende, como recientemente lo han subrayado, cada uno a su manera, Jacques Rancière (1995) y Miguel Abensour (2006). Ahora bien, no sólo no intentamos subordinar aquí el análisis de la democracia al de la ciudadanía, sino que sostenemos que la democracia, mejor aún, la "paradoja democrática", conforme a la feliz formulación de Chantal Mou!e (2000), representa el aspecto determinante del problema alrededor del cual gravita la filosofía política, justamente porque ella vuelveproblemática la institución de la ciudadanía.
La ciudadanía ha conocido diferentes figuras históricas, que bajo ningún concepto pueden ser reducidas unas a otras. No obstante, también debemos plantearnos entender aquello que se transmite bajo ese nombre y por medio de sus sucesivas "traducciones". De una a otra siempre hay una analogía, que se refiere a la relación antinómica que la ciudadanía mantiene con la democracia como dinámica detransformación de lo político. Cuando calificamos de antinómica esta relación constitutiva de la ciudadanía que, además, la pone en crisis, nos referimos a una tradición filosófica occidental que ha insistido en particular en dos ideas: 1) la idea de la tensión permanente entre lo positivo y lo negativo, entre los procesos de construcción y de destrucción; y 2) la idea de la coexistencia entre un problema que nunca puede ser resuelto de manera "definitiva" y la imposibilidad de hacerlo desaparecer. Nuestra hipótesis de trabajo será justamente la de que en el centro de la institución de la ciudadanía, la contradicción nace y renace sin cesar de su relación con la democracia. Y buscaremos caracterizar los momentos de unadialéctica donde figuran al mismo tiempo los movimientos y conflictos de una historia compleja, y las condiciones de una articulación de la teoría con la práctica.
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