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La mujer del kimono blanco

Si miramos el pasado con cierta apreciación de búsqueda de lo sospechado, con la oportuna agudeza, quizá en ese deshojar que nos da las posibles interrogantes de alguna vida pasada, con la cual uno de los autores que  en el presente ha dejado en nuestra mano una tarea, es ahí donde la rienda en ir en pos de un hecho y unir cabos, creo que ahí estará la mayor satisfacción de entrelazar tiempo y felicidad, una iniciativa que a grandes rasgos la coherencia y los conectores seran consecuencia, respectivamente del discurso que más luego formularemos. Y sin lugar a dudas, este seria el paso más importante, no ya como un hecho dicho, sino como un axioma de una solución definitiva, que sera imposible de destruir.

El tiempo, lo he dicho antes, no discrimina. Le da lo mismo que seamos felices o que estemos tristes. No espera, no pasa más lento ni se acelera. Es una criatura lineal, que viaja en una sola dirección, y es constante.”

“la verdadera felicidad se encuentre en un punto intermedio.”

El ser encomendado a unir dos fechas distantes con el único objetivo de conocer la mitad de uno o una que siempre estuvo en la mente de ese alguien, creo que ese sería la mayor responsabilidad que se le puede otorgar a una persona, pues una lluvia de incógnitas, inseguridades, alegrias, sospechas, descubrimientos podrían surgir al colisionar ambas fechas. Y esta novela, la cual está construida bajo dos líneas temporales, 1957 cuando Hajime,  el padre Tori Kovac, una periodista que vive Estados Unidos, marino estaba en Japón y se enrola con la bella japonesa Naoko Nakamura, pero que por las costumbres japonesa, después de ser invitado a una ceremonia tradicional del té fue rechazado, pero a esto se une, que Hajime no representaba ningún salida económica frente a la crisis financiera que viva su padre, quien era que decidía el empadronamiento, y es ente intervalo que surge el duelo del empadronamiento entre Satoshi y Hajime: “Pronto, Naoko, conocerás a Satoshi y asegurarás nuestros futuros ingresos —dice Taro con tono engreído.”, pero el corazón de Naoko estaba puesto, y como se ve a través de toda la novela en Hajime. El otro tiempo es el actual, pues es la periodista la que tiene que unir cabos, y además cumplir la promesa de su padre, el cual se mantenía en contacto con Naoko, pero no le hacían llegar las cartas, y es el momento de estar enfermo de cáncer que Hajime le entrega una carta a Tori kovac y esta se da cuenta que su padre tuvo otra mujer, y comienza ese largo camina de construcción desde la actualidad.

La escritora Ana Johns es precisa en aclarar en la nota de la autora, que es una obra de ficción partiendo de sucesos e historia reales, incluyendo la de ella. Localizar los puertos, las fechas de servicios, las historias de su padre, investigar sobre las leyes japonesas para los matrimonios internacionales, saber que durante y después de la ocupación nacieron más de diez mil bebés de estas uniones entre soldados americanos y japonesas, y que unos setecientos fueron entregados al Hogar Elizabeth Saunders, un orfanato de Oiso en Japon, todos estos niños eran bautizados como mestizos abandonados.

Siendo una novela que se construye bajo dos temporalidades se da un hecho que en la primera etapa de construcción que parte en la primera década del 50, aquí los personajes se irán construyendo bajos sus propias normativas, cada uno es independiente, mas no las decisiones que los personajes han de tomar, vemos al padre de Naoko, que es el que toma las grandes decisiones, aunque quien tenga la acción sea otro. Vemos al hermanos que va en la misma escala en degradado, la madre está como asistente de las acciones a realizar de la familia, si en algo que no daremos cuenta es que la abuela de Naoko es la que
Ana Johns
siempre la suple de los aforismos que en toda la novela ella siempre saca a relucir “
La abuela suele decir: «La ansiedad hace que las cosas pequeñas tengan sombras alargadas». Pero ¿y si se trata de algo importante? La sombra que se cierne sobre mí es densa y monstruosa, está prácticamente viva.”

Así como se va construyendo en la primera etapa, inmediatamente la segunda etapa toma protagonismo, y la primera se va volviendo con suministradora de datos para la segunda y no es hasta el final que  toma un revuelo. El lector quiere desear mas cuando se introduce a Tori como investigadora, pues al momento de hacerse cargo de esta encomienda  su programa investigativo, la cual haciéndose valer de periodista se van dando muy rápido, muy poca dificultades para encontrar lo que se quiere, entabla conversación con Naoko, visita el orfanato, el monasterio, encontró el lugar donde yacen los niños mestizos: “La sangre se me subió a los oídos. Las lágrimas no dejaban de caer. Di un paso, luego otro y otro más. Hasta encontrarme cara a cara con la verdad de Naoko. Con la verdad de mi padre.
Con mi propia verdad.
Caí de rodillas, doblada sobre mí misma, y lloré.
«La he encontrado, papá. He encontrado a mi hermana.»
Estaba rodeada por sus amigos.
Una, dos..., conté hasta seis estatuillas.”

Una buena propuesta de una amor agridulce enraizada en un pasado oscuro sustentando con hechos reales.

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