La directora de FIL en Guadalajara habla sobre las crisis que vive la industria editorial y el regreso presencial a la feria del libro más importante del idioma español.
El último año y medio de pandemia ha sido una oportunidad y una tragedia para la Feria del Libro de Guadalajara, una de las más importantes del mundo. Fue una oportunidad porque, de 828.000 personas que normalmente podían asistir, el año pasado los organizadores se mudaron a la virtualidad y lograron multiplicar su audiencia de forma astronómica: más de 21 millones de personas se unieron a ver sus eventos por redes sociales o canales de televisión pública. “Llegamos a 81 países”, cuenta Marisol Schultz, directora de la feria desde el 2013. “Todavía nos parece increíble, pero fue real”.
Pero el cambio fue trágico también, y no solo porque las finanzas de la FIL se fueron al piso, sino porque toda la industria editorial perdió una de sus plataformas más importantes. “El negocio editorial no es nada más la venta del libro físico”, dice Schulz (Ciudad de México, 1957). La FIL, explica, es el lugar donde cada año “un corrector de estilo se encuentra sus pares, o un ilustrador, o un traductor, o un bibliotecario, o un promotor de lectura. Todas las personas que trabajan para el libro y por el libro siempre encuentra algo en la feria del libro de Guadalajara”. Aprovechando el bajo número de contagios, la FIL vuelve a finales de noviembre para su edición número 35, pero regresa con mucha cautela. “Este no deja de ser un año sui generis”, dice Schulz en esta entrevista sobre los retos que vienen para la feria, para la industria editorial, y para los autores y editores de América Latina.
Pregunta. Hablemos primero de las finanzas. ¿Qué tan grande fue el golpe económico para la FIL en 2020?
Respuesta. La FIL está en números rojos en este momento. La FIL vive, primero, de que nosotros alquilamos el espacio que se llama Expo Guadalajara. Nosotros alquilamos ese espacio durante nueve días y, como cualquier feria del libro, subarrendamos cada uno de los locales, que son los stands. ¿Cómo viene el ingreso de la feria? Por venta de stands, por metro cuadrado; y también por venta de publicidad en el lugar; y también por las entradas a la feria. Son 828.000 personas que pagan su entrada en taquilla. Es un costo simbólico (estamos hablando de 25 pesos mexicanos por persona, o 20 para estudiantes) pero si multiplicas eso por 828.000, pues ya pesa. Vienen también otros ingresos que tenemos de auspicios y patrocinios, de presencia de marca. Esos son los ingresos de la Feria. En 2020 no hubo ni un solo peso. Nada. Fue un golpe fuerte. Afortunadamente 2019 fue un año en el que nos había ido suficientemente bien, y teníamos cierto remanente.
P. ¿Recibieron algún apoyo del Gobierno federal?
R. Del federal no tenemos apoyo. En otras administraciones hemos tenido apoyo, pero en esta administración no. En la Secretaría de Cultura teníamos algo de apoyo, pero no a la feria sino para ciertos programas literarios. Del CONACYT [Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología] tuvimos muchos años un gran apoyo porque tenemos un programa sobre ciencia, y con su apoyo podíamos traer a grandes científicos: trajimos premios Nobel de física, de química, matemáticas. Son apoyos fundamentales para poder apostar por estas presencias importantes.
Del gobierno estatal tenemos un apoyo, también de los gobiernos municipales de Zapopan y de Guadalajara. Pero se nos han quitado muchos auspicios, y no tuvimos patrocinios el año pasado. En patrocinios teníamos desde marcas de cerveza hasta marcas de líneas aéreas. Eso no tuvimos el año pasado. Bueno, todo eso esperamos resarcir este año. Pero está siendo difícil.
P. ¿Cómo va a ser esta nueva versión de la FIL Guadalajara?
R. La feria está planeada de esta manera: 70% de lo que hagamos va a ser presencial y 30% virtual. Por otro lado, la feria va a ser acotada, con muchos controles: el control sanitario que va a pasar desde arcos sanitizantes, gel, cubre bocas, y todo esto que ya sabemos. Pero no solamente eso. Un control de aforos que de alguna manera nos hace tener una logística distinta. La feria va a abrir de 9 de la mañana a 2 de la tarde, en un primer turno, donde se nos permite que entren 12.500 personas. Luego a las 2 de la tarde se cierra la feria, y se vuelve a abrir a las 4 de la tarde, para permitir la sanitizacion en esas horas. Y volvemos a abrir las puertas a las 4 de la tarde hasta las 9 de la noche. En ese otro turno son también 12.500 mil personas. Entonces, en total, por día, vamos a poder tener 25.000 personas como aforo tope. Eso nos implica toda una logística de venta de boletos en línea, de que la gente registre a qué hora va a llegar. Eso serían unas 225.000 personas en total, en nueve días. Compáralo con 828.000 que teníamos antes. Es una reducción considerable.
P. Usted fue editora muchos años y conoce bien la industria editorial. ¿Qué desafíos ve para las editoriales en 2021 o qué cambios le parecen interesantes?
R. Me parece muy importante lograr sobrevivir a la crisis económica que está enfrentando toda la industria editorial durante la pandemia. Me parece que es el momento de las grandes alianzas, pero con esto no me refiero a fusiones. No que se funda una editorial con otra, sino que se entienda que es un momento de juntarse para hacerse fuertes. ¿A qué me refiero? En la medida en que la unión hace la fuerza, puedes presionar a determinados gobiernos para que tengas mayores incentivos para la industria del libro, o para temas de impuestos. En la medida en que haya una unión de los editores, van a poder lograr mejores resultados para su propia industria.
Por otro lado, es el momento de no darle la espalda a las nuevas tecnologías. Al contrario, entender que las nuevas tecnologías te van a ayudar a poder trabajar con distintos formatos de lectura. Al final la lectura es una, los formatos son los que difieren. Lo que más me impacta hoy es que ahora se lee más que nunca. Pero se lee de diferente manera, no necesariamente se leen libros. A lo mejor estamos leyendo todo el tiempo en un celular. Yo me doy cuenta de que leo cantidad de cosas en un celular, a veces libros. También es un momento de sobreinformación, y como persona pensante te toca discernir qué es importante de lo que no. Es muy fácil caer en un móvil, en información que realmente no te está sirviendo para nada. Los editores tienen que estar conscientes más que nunca de este consumo cultural en cuanto a la lectura.
P. Sobre hacer alianzas con gobiernos, ¿No le preocupa el control que quieren tener algunos sobre los escritores? Pienso en los casos recientes de censura a Sergio Ramírez en Nicaragua, o la selección del gobierno colombiano para la feria del libro en Madrid. ¿O lo ve como una repetición del pasado?
R. Yo creo que la historia se repite, la historia va en espiral. Por supuesto que yo repudio todo lo que está viviendo Sergio Ramírez. Soy su exeditora, soy su amiga. Me parece increíble que una persona que ayudó y trabajó a favor de un pueblo como Nicaragua, para liberarlo de una dictadura, ahora esté siendo objeto de una persecución por otra dictadura. A mí esto me parece una paradoja que es increíble. Sin embargo, no creo que ocurra solo en América Latina, esto se vive en todo el mundo.
En la feria tendremos la presencia de la International Publishers Association, una asociación de editores mundial dirigida por una mujer, Bodour Al Qasimi, con una capacidad de entender el papel de la mujer en el mundo editorial que de verdad me sorprende. Vienen a presentar el premio Voltaire que es a la libertad de publicación. No de expresión, de la palabra. ¿Por qué? Porque así como los escritores son perseguidos, también en muchos países hay editores encarcelados por el mero hecho de haber editado un libro que era incómodo para ciertos gobiernos. Justamente en la ceremonia va a estar Sergio Ramírez.
P. ¿Le preocupa esta relación de escritores o editores con el gobierno en su país?
R. Me preocupa en cualquier país. Me preocupa que se malentienda el papel de la literatura y se malentienda el papel de quienes trabajamos a favor de la cultura. Yo creo que lo que estamos haciendo es justamente buscar espacios de libertad y de pluralidad donde convergen todas las ideas. Creo que los gobernantes deberían entender el papel de la literatura en términos de una liberación, en muchos sentidos. No es gratuito que a muchos gobiernos les dé miedo lo que se escribe. No es por nada que haya gente que esté encarcelada por lo que otra persona escribió, porque da miedo. No hay nada que dé más miedo que la palabra escrita. Obviamente acá estamos hablando de un país donde se matan a más periodistas a nivel mundial. ¿Cómo no nos va a preocupar eso?
P. ¿Y del gobierno de Perú, que es el país invitado este año? ¿Cómo reaccionó la FIL cuando supo que el nuevo gobierno de Pedro Castillo excluyó a autores que ya habían sido incluidos en la lista oficial por el gobierno anterior?
R. Nosotros firmamos un convenio con el país invitado de honor, y los gobiernos tienen la prerrogativa de invitar a quien ellos quieran. Nosotros lo que le dijimos al Ministerio de Cultura, tanto de un gobierno como del otro, es que cualquier escritor que venga invitado por Perú va a tener la misma recepción. Obviamente, nosotros siempre como feria pedimos ciertos nombres, porque son los más conocidos por el público. Pero esa es una solicitud que no siempre se cumple. Cuando vino Israel, en 2013, no vino Amos Oz pero vino David Grossmann. Hay muchas presencias que no se cumplen conforme a lo que nosotros pedimos, pero es parte de un convenio que firmamos, y nuestro papel es aceptar lo que ellos nos propongan. Siempre y cuando, por supuesto, tenga la dignidad y la presencia con la que viene Perú, que viene con una gran delegación y que cumple con todo lo que acordamos. Sí, había nombres interesantes que hubiéramos querido tener presentes. Pero hasta ahí. No podemos tener otra posición.
P. Para terminar, ¿qué libro está usted leyendo en este momento?
R. Yo soy editora y como editora tengo una deformación profesional espantosa, porque leo dos o tres cosas al mismo tiempo. Pero el que estoy leyendo más en este momento es The Noise of Time, o ‘El ruido del tiempo’, de Julian Barnes. Me fascina porque hay tantas cosas que me recuerda, justamente, cuando hay un gobierno que quiere controlar. En este caso quiere controlar a un compositor. Es sobre cómo [el gobierno] le va marcando las pautas de cómo debe ser su música, conforme al estalinismo, y luego cómo él se sale de las pautas estalinistas y logra manejar su estética musical. Es un libro que me parece fundamental, justamente, para entender la libertad del arte.
Fuente:elpais.es
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