El hallazgo de los restos de Miguel de Cervantes
se encuentra ya alcance de la mano. Así se deduce del informe geofísico
presentado este lunes en el palacio de Correos, sede del Ayuntamiento
de Madrid, en presencia de la alcaldesa Ana Botella. Hasta cuatro
enclaves con presencia de huesos humanos han sido detectados por el
equipo de georradar de Luis Avial, director técnico de una empresa de
prospecciones, que ha radiografiado el suelo y paramentos de la iglesia
madrileña del convento de las monjas Trinitarias, donde el escritor
universal fuera enterrado por voluntad suya en 1616. Lo más destacado es
que la nueva fase de la investigación —“que va a proseguir con el apoyo
del Ayuntamiento”, anunció la alcaldesa Ana Botella— se va a realizar
por un equipo de diez forenses, bajo la dirección de Francisco
Etxeberría, de la Sociedad
Aranzadi de estudios forenses, desde una cripta de 15 metros de longitud
por 4,80 de altura y seis de anchura, que contiene entre 30 y 33 nichos
con restos humanos en otros tantos enterramientos.
Ello implica un cambio de prioridad en cuanto a la
dirección de la investigación, que ha pasado de priorizar los supuestos
enterramientos del subsuelo del templo a encaminarse hacia el contenido
de los nichos de la cripta. La existencia de este ámbito funerario
subterráneo se conoce desde antiguo desde 1673, año en que la iglesia
trinitaria fue modificada y alterada su orientación. No obstante, tanto
Francisco Etxeberría como el historiador Fernando de Prado quienes junto
con Luis Avial forman parte del equipo
investigador, creen que los restos de Miguel de Cervantes, si bien
pudieron ser exhumados no fueron sacados en ningún momento del recinto
monacal madrileño. Se basan en el informe que sobre el tema realizó en
1870 Mariano Roca de Togores, marqués de Molins, por encargo de la Real
Academia Española de la Lengua.
"No era costumbre llevar fuera los restos de enterramientos", explica
Etxeberría, "sino que quedaban en el interior del mismo recinto, incluso
en zonas altas como las sotobóvedas y otros lugares semejantes". Este
argumento lo corrobora De Prado al precisar que los enterramientos de
monjas profesas y novicias solían permanecer en espacios diferentes.
El mapa, presentado por Luis Avial, muestra la existencia de cuatro zonas del subsuelo del templo, en el crucero, al lado izquierdo y en el centro posterior dos de ellos, cuya exploración con georradar permite suponer la existencia en ellos de restos osteológicos, huesos de origen humano. El mapa exhibe la radiografía del espacio conventual analizado "con una precisión hasta ahora no obtenida en ninguna de las actuaciones con georradar conocidas en España", según reconoce Luis Avial.
Mediante un dispositivo de altísima definición, con una malla de 10 millones de puntos de información radiográfica por metro cuadrado, el aparato, junto con la termografía también empleada, ha ubicado, medido y explorado decenas de oquedades que perforan la base y los muros del templo conventual. Túneles, pequeñas grutas y pasadizos componen el conjunto ahora detectado a una profundidad de entre medio metro y cuatro metros.
Nadie, ni Avial, ni el historiador Fernando de
Prado, ni el forense Francisco Etxeberría, que conforman el equipo
investigador avalado por Pedro Corral, delegado municipal de Las Artes,
para realizar la búsqueda, quieren —ni según reiteran, pueden— echar las campanas
al vuelo. El informe de Luis Avial y su equipo perfila, no obstante, un
margen amplio de esperanza compartido por Etxeberría y De Prado sobre
la culminación con éxito de la búsqueda de
los restos de quien fuere Príncipe de las Letras españolas, habida
cuenta de la exhaustiva indagación realizada en un espacio reducido, de
unos 500 metros cuadrados.
En otros cometidos de búsqueda, de los numerosos
realizadas por Luis Avial en catedrales, incluso campos de labor, el
georradar obtiene óptimos resultados de sus pesquisas aún cuando se
trate de superficies cien veces mayores que las ahora tratadas, como
acostumbran ser los encargos que le son encomendados en numerosas
investigaciones de carácter judicial o policial.
Fase delicada
Sin embargo, el proceso no ha concluido, ni mucho menos. Tras culminar el trabajo del georradar, que duró sobre el terreno una semana y el análisis de los datos obtenidos, cuatro semanas más, comienza ahora la fase más delicada. La nueva etapa va a consistir en la instalación de un equipo de diez forenses y arqueólogos que se va a dedicar durante al menos una semana, a abrir la treintena de nichos que contiene la cripta y a examinar su estado y composición. Luego, se iniciará otra fase de laboratorio, consistente en seleccionar aquellos fragmentos de huesos que contengan los elementos identificatorios más relevantes de los hallados en los nichos.
Fase delicada
Sin embargo, el proceso no ha concluido, ni mucho menos. Tras culminar el trabajo del georradar, que duró sobre el terreno una semana y el análisis de los datos obtenidos, cuatro semanas más, comienza ahora la fase más delicada. La nueva etapa va a consistir en la instalación de un equipo de diez forenses y arqueólogos que se va a dedicar durante al menos una semana, a abrir la treintena de nichos que contiene la cripta y a examinar su estado y composición. Luego, se iniciará otra fase de laboratorio, consistente en seleccionar aquellos fragmentos de huesos que contengan los elementos identificatorios más relevantes de los hallados en los nichos.
El forense vasco Francisco Etxeberría y la
arqueóloga forense madrileña Almudena García-Rubio y su equipo, deberán
determinar si entre los rasgos que singularizan esos materiales óseos
hallados en las oquedades descritas existen concomitancias con los
presumibles efectos del plomo arcabucero que dañó el esternón de
Cervantes en la batalla de Lepanto en 1571, o bien indicios de la
atrofia que caracterizó la mano izquierda del genial novelista.
Etxeberría considera menos probable que los huesos
de la muñeca, por su constitución más frágil, se conserven aunque no
descarta que lo hagan los del esternón, de mayor consistencia ósea y
tamaño. Si los huesos hallados, que son de origen calizo, conservan un
espesor determinado pueden permitir un análisis completo de alta
fiabilidad. En un principio se pensaba que la determinación de la
identificación de los huesos encontrados, en el caso de que reúnan las
particularidades descritas atribuidas a Cervantes, no podrían contar con
el cotejo de ADN, procedimiento usualmente empleado en tales casos.
Ahora, el equipo investigador pondera la posibilidad de cotejar el
material óseo hallado con los restos mortales de Luisa de Saavedra,
hermana de sangre de Cervantes, enterrada en un céntrico convento de
clausura de Alcalá de Henares. Tampoco se descarta la posibilidad de que
puedan servir para el cotejo los restos óseos existentes en un panteón
funerario de la catedral de Lugo, perteneciente al linaje nobiliario de
los Saavedra —apellido presumiblemente originario de Miguel de Cervantes
que algunos estudiosos creen que sus antecesores habrían cambiado por
razones políticas tras su persecución por los Reyes Católicos—.
Los miembros del equipo investigador no desean quemar etapas y prefieren atenerse a criterios científicos reiteradamente probados, que garanticen, por su prudencia, un ajuste de la información al curso, evidentemente delicado y lento, de la investigación.
Aluvión de datos
Es preciso destacar que la exhaustividad del análisis de las oquedades y de los accesos a estos agujeros subterráneos detectados por el radar geológico va a permitir obtener un aluvión de datos morfológicos, geológicos, arqueológicos y forenses sobre el contorno histórico en el que se desarrolló la muerte y sepultura de Cervantes. Ello ha sido posible, según reconoce Luis Avial, gracias a la naturaleza del suelo en esa zona de Madrid que está situada en las inmediaciones de la zona más alta de la inclinada calle de Atocha que, en el siglos XVII y en la anterior centuria, era la principal arteria capitalina de Madrid.
“Hemos encontrado menos humedad de la esperada, pese a haber sido el año pasado y lo que va de este años muy humedos”, explicaba recientemente y con satisfacción Luis Avial, que remarca que “son las humedades subterráneas los principales causantes de la erosión de los materiales existentes en el subsuelo, incluyendo la de los propios huesos de difuntos”.
Ahora, se abre un nuevo frente de escollos para la prosecución de la búsqueda de los huesos de Miguel de Cervantes. Los datos detectados aconsejarían proseguir el examen subterráneo en zonas contiguas de las hasta ahora exploradas, pero tal territorio pertenecea la esfera de la clausura monacal. Por cierto, en el estudio de Avial se ha descubierto otra cripta de grandes dimensiones, paralela a la ya conocida, si bien se halla encardinada en la zona correspondiente a la clausura de las monjas. En esta otra cripta no se plantean investigar..
José Luis Montes, prelado eclesial que supervisa el patrimonio artístico de la Iglesia en Madrid, ha desplegado gestiones previas a la investigación para hacer viale el proceso de exploración. También la Real Academia Española ha dado su aval a la búsqueda. Tanto Ana D'Atri, responsable del PSOE para la Cultura, como Milagros Hernández, concejal de de Izquierda Unida, siguen muy de cerca el curso de la exploración en el monasterio de las religiosas Trinitarias.
Como colofón, la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, que visitó semanas atrás a la abadesa del convento madrileño, se ha mostrado personalmente comprometida en llevar a cabo todas las gestiones pertinentes para que los trabajos en pos del hallazgo de los restos mortales de Miguel de Cervantes Saavedra puedan culminar con éxito. Se cree que la nueva fase de la investigación puede implicar un desembolso de 100.000 euros. Eso sí, aseguran fuentes próximas, “a investigación se realizará con el mínimo impacto posible sobre la vida conventual”, según coinciden Avial, Etxeberría y De Prado.
Restos osteológicos de procedencia humana han sido detectados en
cuatro zonas distintas del subsuelo de Las Trinitarias, donde fue
enterrado Miguel de Cervantes en 1616. Los restos se hallan en grutas
situadas entre medio metro y dos metros y medio de profundidad y fueron
detectados durante la prospección geofísica realizada por Luis Avial, director técnico de la empresa de georradar Falcon High Tech.
La investigación, financiada por el Ayuntamiento de Madrid, va a
proseguir en una fase nueva, de signo marcadamente forense, en la que el
especialista Francisco Etxeberria, de la Sociedad Aranzadi, examinará
junto a una decena de forenses los restos en 33 enterramientos que han
sido hallados para averiguar si pertenecieron al inmortal escritor. Por
otra parte, además de la explicación de los enclaves encontrados, los
investigadores se proponen examinar el material óseo existente desde
1673, en una cripta del propio convento.
Los hallazgos recientes revelan que se trata de enterramientos. Los
resultados de las investigaciones han sido presentados este lunes por el
historiador Fernando de Prado, el investigador Luis Avial y el
antropólogo forense Francisco Etxeberría, en un informe que detalla los
pormenores de la proespección con georradar que se llevó a cabo a
finales del pasado mes de abril, en la primera parte del Proyecto de
Investigación sobre el lugar de enterramiento en Madrid de Miguel de
Cervantes.
Los expertos han explicado sus conclusiones sobre los datos que se han recopilado en la iglesia de Las Trinitarias de Madrid.
El pasado abril, los investigadores ofrecieron una rueda de prensa en
la que argumentaron la hipótesis en torno al enterramiento de Miguel de
Cervantes en el convento de las Trinitarias, así como los aspectos técnicos de la investigación. Entonces, destacaron que sería "de vital importancia" encontrar los huesos del antebrazo izquierdo del escritor.
Los trabajos del georradar arrancaron el pasado mes de abril entre
las calles Lope de Vega y Huertas. La primera fase comenzó después de
que la Dirección General de Patrimonio Histórico de la Comunidad de
Madrid autorizara la prospección arqueológica.
La investigación arranca cuatro siglos después de la muerte del escritor y cuenta con un presupuesto por parte del Ayuntamiento de Madrid de 12.000 euros. El especialista a cargo es el investigador Luis Avial.
Buscar los restos óseos de Cervantes y comprobar que es el escritor
costaría unos 100.000 euros. El proceso no pretende alargarse durante
años, sino que se llevará a cabo "a lo largo de 2014" y no se emplearán
técnicas de identificación por ADN ya que, además de costosas y largas,
en este caso concreto podrían no dar el resultado esperado.
El Pais
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