Lee Child tiene una receta para el éxito y una manera contundente de defenderla. A este agradable gentleman británico, nacido Jim Grant en Coventry en 1954, le gusta la violencia en la ficción y escribir libros fáciles de leer y no tiene problema en argumentarlo con frases lanzadas como los puños del gigante Jack Reacher, su personaje estrella, un exmilitar, llanero solitario y nómada al servicio de la justicia que pega, tortura y mata cuando es necesario. “Los buenos usan la violencia en mis novelas como una imagen del sistema legal. La gente está frustrada porque sabe que esas soluciones no se pueden aplicar en la vida y aquí encuentran un desahogo. Cuando Jack Reacher pega un tiro en la cabeza a un terrorista estamos ante una metáfora. Escribo novelas de venganza y están bien así”, asegura.
El reciente ganador del RBA de Novela Negra con Personal, charla con EL PAÍS en el Museo del Prado, en una visita excepcional con paradas obligadas ante el Ticio de Tiziano, el Saturno devorando a un hijo de Rubens y ante El Coloso, también conocido como El Gigante, el pánico y la tormenta, hasta 2008 atribuido a Goya. Gigantes, odio y violencia, como en sus novelas. “Estos cuadros reflejan el conflicto tan presente en la sociedad y en mis libros”, cuenta frente a El Coloso, su preferido, con la cabeza ladeada y la voz ralentizada.
“Nunca pierdo una pelea”, suelta Child sin despeinarse, invocando la tercera regla de oro de Jack Reacher y un pasado juvenil y algo macarra en Birmingham. Nadie lo diría de un hombre alto y tan extremadamente delgado como educado. “A veces Reacher hace lo que me hubiera gustado hacer a mí si pudiera”, asegura sin dejar claro el qué y antes de pasar a otra de sus pasiones: los francotiradores, protagonistas de Personal y de otra de sus novelas,Un disparo. “Admiro su precisión y paciencia. Un disparo a bocajarro o con una automática no tiene mérito. En uno a 1.300 metros en el que todo se juega en tres segundos hay arte y disciplina”.
Y sabe de lo que habla. Autor extremadamente ordenado, Child escribe una novela al año y empieza siempre el 1 de septiembre, en una especie de extraño ritual que mantiene desde su debut con Killing Floor. ¿Hasta cuándo? “Hasta que los lectores se cansen o yo me aburra. Tengo una relación contractual con ellos basada en lo emocional”.
Su hablar tranquilo y educado, con un acento británico matizado por sus años viviendo en EE UU, engaña. Child lanza puyas para quien quiera entenderlas. ¿Qué le parecen las críticas a sus libros por sencillos y excesivamente comerciales? “Un libro es como un paseo en limusina: si puedes elegir un coche cómodo y potente, lo prefieres a ir en uno ruidoso, lento y destrozado. Como diría Tom Harris, un libro fácil de leer es muy difícil de escribir. Y al revés, añadiría yo: un libro que es complicado de leer es porque el autor no ha hecho bien su trabajo”, zanja sin abandonar esa ligera sonrisa irónica.
A un hombre que se pasa medio año rodeado de espías, terroristas y justicieros de ficción, no le es ajeno el escenario mundial, tan parecido a sus novelas. “El currículm de la CIA antes y después del 11-S es un poco pobre. A Reacher no le habría gustado nada la reacción del mundo tras 2001. Es exagerada, es más bien un teatro, una comedia de amateurs para que parezca que hacemos algo”. ¿Y qué hacer entonces? “Buscar a Jack Reacher. Hay muchos y son eficaces” ¿De verdad? “Claro. Nadie creía que se pudiese llegar al espionaje modo Gran Hermano de la NSA y ahí están. Con esto pasa igual. En España seguro que hay. Reacher es como un matador, solo ante el peligro. Ustedes lo entenderán bien”.
El Pais
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