Lo que nos pueda ocurrir después de la muerte, es una de las grandes disyuntiva sin escape que tienen todos los individuos. Los religiosos teniendo como norma y fe los escritos de los cuales dan todo crédito que hay vida después de este leve paso por la comunicación de los individuos en la
tierra, es su normativa representativa de esperanza de un mejor estado, los tienen muy presente en sus doctrinas y buscan solución. Mientras, en algún momento, otros grupos de los cuales tampoco escapa esta gran pregunta, los filósofos y científicos buscan darle una explicación a ese otro mundo desconocido. Los religiosos ven después de la muerte la apertura a un nuevo reino, donde impere la justicia, donde la teocracia sea el sello distintivo del reino que siempre anhelan. Los filósofos y científicos , podrimos decir, en su gran mayoría, creen como evidencia que después de la muerte no hay nada, esa gran locomotora biológica, el hombre, deja de tirar sus últimos humos de existencia.

Mi propósito con este post, no es establecer si hay vida después de la muerte, sino el cuestionarnos, el color de nuestra vida después de esta. Hemos escuchado sobre la constitución del hombre: cuerpo, alma y espíritu. Pero, ¿hemos hablado sobre el rostro del hombre después de esta vida, ¿es el rostro una condicionante solo de esta vida y no de la otra?, ¿que rostro tendríamos, si en algún momento hablamos de espíritu?, ¿que es entonces el espíritu, es algo visible, tangible? Es fácil en esta vida conocerse por el rostro, sabemos cuando un rostro no nos agrada, sabemos diferenciar entre rostro, pero cual será la diferenciación de rostro después de esta vida.
“ Y hay algo mas, dice Agnes. A usted esta pregunta le parecerá tonta. ¿Los que viven allá, en su planeta, tienen rostro?
No tienen. El rostro solo existe aquí, en la Tierra.
¿Y entonces, como se diferencian los que viven allá?
Allá todos son sus propias obras. Allá por así decirlo, cada uno se inventa a si mismo”.
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