“Agnes recordó que una vez, cuando era niña, se había quedado deslumbrada por la idea de que Dios la veía y la veía ininterrumpida. Fue entonces cuando sintió por primera vez, la extraña
santificación que el hombre siente cuando es visto, visto contra su voluntad, visto en los momentos de intimidad, cuando es violado por una mirada. La madre, que era creyente, le decía <<Dios te ve>> y pretendía así enseñarle a no mentir, a no comerse las uñas y a no cometerse los dedos por la nariz, pero ocurrió algo diferente: precisamente cuando se dedicaba a hacer algo malo o vergonzoso, Agnes se imaginaba a Dios y le enseñaba lo que estaba haciendo.
Pero pensó en la hermana de la reina de Inglaterra y llego a la conclusión de que hoy el ojo de Dios han sido reemplazado por la cámara”.
La inmortalidad
Milan Kundera
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