La cultura contemporánea en la actualidad se ha visto enfrentada a dos enfermedades mortales: objetivismo y el naturalismo. La primera considera los objetos de la ciencia –las cosas de la naturaleza- como autosuficientes, independientemente del sujeto conocedor. Las cosas están dotadas según el filosofo austriaco-húngaro Edmund Husserl, de una racionalidad que es sólo aparente y cuya única realidad radica en la confianza absoluta que se tiene en ellas. De esta racionalidad usurpada o natural, Husserl afirma que su naturaleza, considerada en la verdad que le confiere las ciencias de la naturaleza, solo tiene una autonomía aparente y, con las ciencias de la naturaleza, sólo accede aparentemente a un conocimiento racional para sí mismo.
La enfermedad que es naturalismo se deriva, según a juicio de Husserl, del objetivismo. Se trata de una representación que uno se hace de la existencia de la totalidad del ser como hecho natural, sin operación intermedia del espíritu. Las concepciones filosóficas se conciben como rivales, frente a una naturaleza que constituye ya por sí sola una totalidad. Las ideas, las normas y la conciencia pertenecen, pues, de hecho, a la naturaleza y no a la reflexión intelectual o filosófica.
Se puede descubrir, subyacente a la reacción husserliana contra los excesos de un positivismo ingenuo, su constante preocupación por una terapia considerada como una solución al “mal existencial” que ataca al hombre moderno. Se trata, según dicho filosofo, de reparar esta perdida de la unidad del saber y el sentido, reconstruyendo una cierta metafísica a partir de un método filosófico centrado en torno al sujeto, o , en otros términos, se trata de construir una “fenomenología
La enfermedad que es naturalismo se deriva, según a juicio de Husserl, del objetivismo. Se trata de una representación que uno se hace de la existencia de la totalidad del ser como hecho natural, sin operación intermedia del espíritu. Las concepciones filosóficas se conciben como rivales, frente a una naturaleza que constituye ya por sí sola una totalidad. Las ideas, las normas y la conciencia pertenecen, pues, de hecho, a la naturaleza y no a la reflexión intelectual o filosófica.
Se puede descubrir, subyacente a la reacción husserliana contra los excesos de un positivismo ingenuo, su constante preocupación por una terapia considerada como una solución al “mal existencial” que ataca al hombre moderno. Se trata, según dicho filosofo, de reparar esta perdida de la unidad del saber y el sentido, reconstruyendo una cierta metafísica a partir de un método filosófico centrado en torno al sujeto, o , en otros términos, se trata de construir una “fenomenología
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