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El valor de la ficción siempre oscurecida por la claridad de sus crónicas en la obra de Josep Pla

"Es éste un libro de literatura narrativa, que es la literatura que me habría gustado cultivar si no me hubiese dedicado al periodismo, es decir, si la dispersión angustiosa del periodismo me lo hubiese permitido», escribe Josep Pla en 1966 en el prefacio a su libro La vida amarga. Es relevante esta confesión porque frente a la idea extendida, y dada por buena, de que Pla no tenía imaginación, que lo suyo era caminar y viajar para ver y contarlo, está el escritor de otro vuelo.

Viene a cuento esto y aquello porque acaba de publicarse La ceniza de la vida. Narraciones 1949-1967 (Destino), un volumen de 800 páginas con 32 textos que muestran ese lado más libre del autor ampurdanés, que incluye un prólogo del poeta, editor y especialista en Pla Jordi Cornudella. 

Hay que tener siempre presente que en Pla estaba nítida la creencia de que la vida estaba íntimamente ligada a la pasión de escribir. Por encima de cualquier género. Bien es cierto que Josep Pla (1897-1981) se aplicó a las biografías, los dietarios, las crónicas, los reportajes, los libros de viajes y también los de gastronomía, por supuesto los artículos, pero también escribió narraciones y novela, como recuerda a este diario Jordi Cornudella; facetas estas que quedaron eclipsadas, oscurecidas por el mayor impacto de los otros registros. Cornudella reivindica las narraciones (todas aparecen en La ceniza de la vida) La crueldad gratuita, Contrabando, Pensión barcelonesa céntrica, Lo que os puede suceder: nada o Vida del jugador.

Pla se muestra socarrón, tímido o en verdad sincero cuando deja caer en el relato Escenas de un primer amor esta frase: «Sólo pueden decir sobre el tema alguna cosa estimable los escritores dotados de gran imaginación y yo, imaginación, no he tenido nunca». Algo parecido ocurre en Historia de Gervasi, en donde el protagonista dice airado: «¿Cambiar? ¿Cambiar qué? ¿Qué es lo que hay que cambiar?»: sabido es que el escritor fue más bien conservador en cuanto a las costumbres, aunque se las tuvo con la censura. Sus opiniones, o el juego del despiste, aparece también en La eficacia: «¿Qué hacer? Resistir hasta que muramos». 

Y en no otros pocos textos aparece el color, tan difícil de que aparezca en la frase sin que suene a falsa: «A aquella hora regaba sus flores con una regadera de color verde menta que, al mojarse, parecía un verde recién pintado».

Preguntas a Jordi Cornudella.

¿Qué Pla se encontrará el lector en este libro? 
Al lector que conozca al Pla de El cuaderno gris, o al Pla de la Vida de Manolo, o al Pla de Viaje en autobús, no le sorprenderán ni la viveza del estilo ni la capacidad de observación ni la amenidad que se hacen patentes en todo momento. Pero sí, tal vez, la habilidad para contrastar los caracteres de los personajes y para conseguir que los lectores descubramos siempre algo así como la revelación de algunos de los resortes profundos que guían nuestros comportamientos.
Cómo se pueden describir sus ficciones, porque muy fantasiosas no lo son.
Ni lo son ni pretenden serlo. Son ficciones eminentemente realistas, y responden sin duda a la intención de ofrecer un mosaico de la vida (o de ciertas formas de vida) en la Europa de cien años atrás. Casi todas las narraciones se sitúan en los años 20 y en algún lugar perfectamente identificado (con altísima frecuencia, una pensión o una casa de huéspedes).
Algunos achacan a Pla que no escribió una novela clásica, con inicio, nudo y desenlace.
El reproche es fácil de rebatir recordando que Pla escribió una novela quizá no muy clásica pero estupenda, La calle estrecha (1951). Pero hay que tener en cuenta que Pla empezó a publicar habiendo leído a Proust y leyó muy pronto a Joyce; supo desde el principio que las formas clásicas de la novela seguían siendo una posibilidad pero ya no eran una obligación. De hecho, su tercer libro, Relaciones (1927), es un experimento muy en la onda de lo que se hacía aquellos años en Europa.
Parece como si el estilo literario de Pla estuviera ya presente desde sus primeros libros, que apenas evolucionó.
Realmente es así. Si leemos lo que Pla había publicado en distintos periódicos literarios antes de los 20 años nos damos cuenta de que su estilo peculiarmente llano fue producto de un gran esfuerzo y de un cambio de rumbo radical anterior a su primer libro.
¿Cuál es el origen de la expresión La ceniza de la vida?
El título está entresacado de una frase de Pla en el prefacio al sexto volumen de su obra completa, La vida amarga (1966): «Lo he dicho algunas veces: mi obra no es perentoriamente más que una suma de hojas de un diario íntimo vastísimo -unas reminiscencias, unas reminiscencias de la ceniza de la vida».

Fuente:Elmundo.es

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