Ir al contenido principal

Un político brillante

Hace casi tres milenios, el rey Asurnasirpal II de Asiría, en su apogeo de conquistar territorios lejanos, cuando hacia uso de la apropiación ilegal de ciudades, pero con la aprobación del poder que él sustentaba, ordenaba a sus soldados que apresaran a sus enemigos, les cortasen las manos y los pies y los apilasen en la plaza mayor de la ciudad para que sangrase y se asfixiasen hasta morir. Este es uno de los grandes ejemplo de cómo la maquinaria del mal funciona en el hombre. El daño físico propinado por un hombre a otros, no es más que la respuesta interna explosionada sin miramiento de resarcimiento. Los daños físicos, como los realizaban estos tiranos, reyes malvados y hasta hombres comunes de nuestras sociedades son más obvios que los ultrajes mentales y espirituales.

La esencia del mal es el ultraje a un ser sensible, un ser capaz de sentir dolor. Son muchos los reportajes que vemos donde hombres y mujeres gozan del dolor, donde lo que importa es el dolor. La mente percibe el mal, y las emociones lo acusan. La existencia del mal no necesita mas prueba: soy, tanto sufro el mal. Por tal razón veremos al mal como nada abstracto, siempre hay que entenderlo en término de sufrimiento de un individuo.

El mal es lo que la gente percibe como tal. A veces, dichas percepciones son tan diversas que el concepto no puede definirse satisfactoriamente. Imaginemos un político, cuando en sus caminatas previas a unas elecciones hace alarde de resolver las necesidades de los pobres, que sin vergüenza come del plato de un mendigo, indigente que estrecha sus manos a los leprosos financieros, que sienta sus petacas en pequeños asientos confeccionados de cartón y piedras, que deja caer un beso en las mejillas de una señora la cual ya la edad muestra lo cuarteado de su rostro, desde prometer construir un puente aunque no haya río. Todo esto lo veremos como un mal de la ignorancia, del engaño, de la falsedad, de la ventaja sobre los demás, del buscar lo mió. “Los políticos son como los cines de barrios, primero te hacen entrar y después te cambian el programa” Enrique Jardiel Poncela.

Creen ustedes necesarios aplicarle las prácticas asirías a los políticos que por malos pasos engañan a una sociedad que inclina toda su confianza a ellos. Creen necesarios déjale caer todo el peso de la ley, claro sin amiguismo, pues esos inicuos, perversos hasta en eso influyen. Que realidad mas grandes, que percibiendo un político, en ellos veo el mal de toda una sociedad. Tendremos que eximir algunos políticos que forjan su trabajo, pero sus compañeros mancillan la honra de pocos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Carta de Manuela Sáenz a James Thorne, su primer marido

No, no y no, por el amor de Dios, basta. ¿Por qué te empeñas en que cambie de resolución. ¡Mil veces, no! Señor mío, eres excelente, eres inimitable. Pero, mi amigo, no eres grano de anís que te haya dejado por el general Bolívar; dejar a un marido sin tus méritos no seria nada. ¿Crees por un momento que, después de ser amada por este general durante años, de tener la seguridad de que poseo su corazón, voy a preferir ser la esposa del Padre, del Hijo o del Espíritu Santo o de los tres juntos? Sé muy bien que no puedo unirme a él por las leyes del honor, como tú las llamas, pero ¿crees que me siento menos honrada porque sea mi amante y no mi marido? No vivo para los prejuicios de la sociedad, que sólo fueron inventados para que nos atormentemos el uno al otro. Déjame en paz, mi querido inglés. Déjame en paz. Hagamos en cambio otra cosa. Nos casaremos cuando estemos en el cielo, pero en esta tierra ¡no! ¿Crees que la solución es mala? En nuestro hogar celestial, nuestr...

Grandes esperanzas (Fragmentos)

«En el primer momento no me fijé en todo esto, pero vi más de lo que podía suponer, y observé que todo aquello, que en otro tiempo debió de ser blanco, se veía amarillento. Observé que la novia que llevaba aquel traje se había marchitado como las flores y la misma ropa, y no le quedaba más brillo que el de sus ojos hundidos. Imaginé que en otro tiempo aquel vestido debió de ceñir el talle esbelto de una mujer joven, y que la figura sobre la que colgaba ahora había quedado reducida a piel y huesos. [...] ―¿Quién es? ―preguntó la dama que estaba sentada junto a la mesa. ―Pip, señora. ―¿Pip? ―El muchacho que ha traído hasta aquí Mr. Pumblechook, señora. He venido a jugar... ―Acércate más, muchacho. Deja que te vea bien. Al encontrarme delante de ella, rehuyendo su mirada, observé con detalle los objetos que nos rodeaban, y reparé en que tanto el reloj que había encima de la mesa como el de la pared estaban parados a las nueves menos veinte. ―Mírame ―me dijo miss...

Las muchas lenguas de Kundera

La primera novela de  Milan Kundera ,  La broma,  es la historia de cómo una ironía leída por quien no debería –escribir en una postal “El optimismo es el opio del pueblo”– arruina la vida de su protagonista en la Checoslovaquia comunista. La última,  La fiesta de la insignificancia  –que su editorial en España, Tusquets, saca a la calle el 2 de septiembre– relata en uno de sus capítulos como Stalin relata una historia que puede ser, o no, un chiste, aunque descubrirlo no es sencillo: si por casualidad no es un chiste y es un delirio de dictador, puede costar la vida al que se ría a destiempo. En medio, transcurre la vida de uno de los escritores europeos más importantes del siglo XX, cuya existencia podría ser definida como una gran lucha contra un mundo que ha perdido el sentido del humor. Los chistes son un ángulo magnífico para contar la historia del comunismo en Europa Oriental y la URSS: “Qué hay más frío que el agua fría en Rumania? El agua caliente”...