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En busca del éxito a través de una novela vergonzosa

Ácido, crítico, un maestro de la parodia, Percival Everett es una de las perlas escondidas de la literatura norteamericana. En su novela X el protagonista es un narrador conflictivo que descubre los engaños de la literatura, se inspira en los clásicos y fragua un engaño

No es de extrañar que uno de los más audaces, originales, inteligentes escritores norteamericanos de nuestra época no sea debidamente consagrado en su propio país: en los Estados Unidos, Percival Everett es casi un desconocido. Los estragos causados por los conglomerados editoriales y las vastas cadenas de librerías, intentos en convertir al libro en fugaz producto de consumo, han imposibilitado el reconocimiento de auténticos talentos literarios, y han condenado a los lectores de la patria de Faulkner a los minúsculos méritos de un Jonathan Franzen o a las obscenidades de un Brett Easton Ellis. Talleres de escritura que reducen la novela a supuestas fórmulas mágicas, editors que podan y maquillan los manuscritos según el gusto comercial del momento, distribuidores analfabetos que deciden qué libros merecen ser publicitados y cuáles no, suplementos literarios cada vez más breves y más necios, han hecho que la literatura norteamericana sea hoy la más vendida y la más traducida en el mundo entero, y también la menos interesante y la más efímera.

Afortunadamente, la literatura descree de apegos nacionales, y a veces sucede que un escritor ignorado en su tierra natal sea reconocido en el extranjero. Francia, a través de Baudelaire, reveló los méritos de Edgar Allan Poe, Alemania los de Cees Nooteboom, Argentina los de Calvino, Italia los de Sándor Márai. Everett ha encontrado lectores sagaces en Europa (su obra ha sido coronada con el Premio Gregor von Rezzori a la mejor novela traducida al italiano) y si bien tales encomios no han merecido el interés de sus compatriotas, sus extraordinarias novelas han adquirido un público cada vez mayor del otro lado del océano. Ahora Blackie Books de Barcelona ofrece a los lectores españoles una de las mejores novelas de Everett, en una eficaz traducción de Marta Alcaraz.

Las más de veinte obras que Everett ha publicado desde 1983 (cuando apareció su primera ficción, Suder) tienen todas un tono ácido, a veces sarcástico, a veces irónico, siempre paródico. En 1993, David Foster Wallace (otro de los autores impulsado por la ola comercial) trató de argüir, con inconsciente ironía, que la ironía debilitaba la ficción, y que el escritor norteamericano debía reconocer, sin críticas y sin burlas, la "auténtica belleza" de la cultura popular de su país. Everett, sabiamente insensible a los ingenuos argumentos de Wallace, retrata con humor feroz la sociedad norteamericana. El racismo esencial, la veneración machista del aventurero sin escrúpulos, la corrupción política y la vocación democrática, la violencia intrínseca del puritanismo, son expuestos sutil y convincentemente a través de una prosa muchas veces brillante, muchas veces cómica, conmovedora y poética, siempre original. Nadie se parece verdaderamente a Everett: remotos antepasados podrían ser el Petronio del Satiricón y el Laurence Sterne de Tristram Shandy. Sus raíces intelectuales yacen en Atenas y Roma, deuda hecha explícita en al menos tres de sus anteriores novelas, y a través de citas de Tito Livio, Horacio y Ovidio en ésta, pero la voz de Everett, en cada uno de sus libros, es obvia y certeramente la de nuestro miserable siglo.

X (Erasure, el título original quiere decir "borradura") fue publicada en inglés en 2001. El narrador es un cierto Thelonious Monk Ellison, nombre que combina el del célebre músico de jazz y el del igualmente célebre autor de la novela Invisible Man. Thelonious es un escritor de literatura "difícil", inspirada (como la de Everett) por los clásicos, y cuyos libros no sólo no se venden sino que ya nadie quiere publicarlos. En su vida privada las cosas tampoco andan bien: su madre sufre de Alzheimer, su hermano no acaba de definir su identidad sexual, su hermana debe enfrentarse a extremistas religiosos en la clínica donde hace abortos. Al mismo tiempo que Thelonious debe hacer frente a todas estas dificultades, una cierta Juanita Mae Jenkins, autora de una melodramática novela "afroamericana", con su fárrago de lugares comunes (de los cuales Everett nos da desopilantes ejemplos) que implícitamente prolongan ancestrales nociones racistas, se ve consagrada como la gran estrella del mundo literario norteamericano. Para vengarse (del público, de la literatura, del implacable destino que los griegos llamaron Moira), Thelonious, bajo el seudónimo de Stagg R. Lee, trama una novela aún más convencional que la de Jenkins, que su agente vende por un adelanto gigantesco a Random House. Para colmo, su novela, bajo el título Porculo (los editores quieren que llame Porkulo, para que quede menos ofensivo) es presentada a un prestigioso premio literario donde Thelonious forma parte del jurado; si gana, el pobre Thelonious deberá recompensarse a sí mismo por una literatura que abomina. X concluye con la célebre respuesta de Newton a quienes le preguntaban las razones de la ley de gravedad: "Hypotheses non fingo". Tampoco Thelonious (y Everett) pretenden explicar nada.

El epígrafe de X es de Mark Twain, otro antecesor de Everett: "Nunca sería capaz de contar una mentira que alguien pusiera en duda o una verdad que alguien pudiera creer". El lector queda advertido: ni a explicación ni a documento pretende esta novela de Everett, sólo a trazar el retrato de un escritor narrándose a sí mismo, dándose como prueba de la absoluta fidelidad que la auténtica literatura requiere de sus practicantes, y del absoluto engaño al que voluntariamente se entrega el auténtico lector.

ALBERTO MANGUEL

El País


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