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Libros de carne y hueso

Memorias. La obra de Sergio Pitol (México, 1933) transita, además de la traducción, por diversos géneros literarios: novela, cuento y ensayo. En todas estas tareas el premio Cervantes deja su impronta de creador cuidadoso en el arte de la heterodoxia. En su tríptico novelístico (formado por El desfile del amor, Domar a la divina garza y La vida conyugal) ya hay claras muestras de su manera distintiva de mezclar y reunir en una nueva unidad narrativa todas las posibles procedencias genéricas de las que se nutre. Entre la crítica no faltan colegas que ya han distinguido dicho tríptico como una obra posmoderna. En todas sus novelas, no sólo en el Tríptico, Sergio Pitol convierte cada solución narrativa en una reflexión narratológica. No porque la explicite, sino que queda incorporada en la textura de sus ficciones. Para el escritor mexicano el lugar de la ficción no es nunca un lugar sagrado, el espacio pétreo de la norma y la convención. Sus atajos, las sinuosas líneas de la intriga, las sombras que desparrama sobre sus novelas y cuentos son parte de su estrategia de composición. Los asuntos que trata, bajo el prisma de este personal método formal, desenmascara en parte la historia de México, a la vez que el propio ejercicio novelesco como mecanismo de interpretación de esa parte del territorio de la realidad que no tiene respuesta. Lector fervoroso del teórico ruso de la novela, Mijaíl Bajtín, Pitol sabe que no hay manera de acercarse a ninguna realidad sin que el arte salga indemne. No se sale como se entra. Una vez dentro de ella, la novela cambia, sus leyes ya no son las mismas.

La publicación de su nuevo libro, Una autobiografía soterrada, además de una investigación del espíritu, es la confirmación de las leyes de la distorsión artística que practica Pitol. Estamos hablando de una autobiografía en donde los libros y las lecturas que se han hecho son su materia angular. Si en El viaje (2001), el autor mexicano revivía (a la vez que reflexionaba) su experiencia soviética (en calidad de agregado cultural en la Embajada de su país) y, además, descubría el lado más horrible del estalinismo en la carne de los escritores rusos más emblemáticos, en Una autobigrafía soterrada asistimos a la disección del propio escritor como sujeto de invenciones. Pitol desmenuza su arte poética. Rinde con su escritura clara, homenaje a la claridad de Alfonso Reyes, a la potencia descifradora de Bajtín. Destripa sus propias obras. Se suma a Quiroga y Piglia con su abc del cuento. Explica las razones que lo llevan a urdir esas zonas de nadie y de nada que nos confunden adrede en sus novelas y cuentos. Leí este libro y aprendí. Este lúcido libro sobre seres de papel y seres de carne y huesos.

Via: El País

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