Ir al contenido principal

Los apaches. Águilas del sudoeste

Los apaches, pueblo del sudoeste de EE.UU., erraron por montañas y desiertos sin abandonar la vida nómada. Carecían de gobierno, adoraban a la naturaleza y evitaban las ceremonias. Divididos en bandas, vivían en sus territorios de caza. Místicos y materialistas al tiempo, creían en fuerzas sobrenaturales y en el "poder contra los enemigos", que les capacitaba, según la tradición, para derrotar a los adversarios. Se decía que algunos hombres sabios -como Gerónimo, jefe mítico- tenían capacidades adivinatorias. 

Aunque nunca fueron muy numerosos, los apaches resistieron con éxito a sus enemigos desde principios del siglo XVII hasta finales del XIX. Evitaban las batallas a campo abierto pero si eran acorralados, luchaban hasta la muerte. Valientes combatientes de guerrillas fueron aniquilados por el ejército de la Unión ya que no aceptaron nunca una paz deshonrosa y no se les pudo someter por hambre, a través del exterminio del bisonte.

Este libro es la historia de una nación india desparecida. Un pueblo guerrero que, diezmado y enviado a las reservas, nunca perdió su extraordinaria identidad. 

"Worcester ha emprendido la tarea monumental de escribir la historia de los apaches. El resultado es un excepcional ejemplo de erudición histórica".
American Historical Review

"Documentado a fondo y provisto de una excelente bibliografía, Worcester ha escrito un libro de gran utilidad tanto para los especialistas como para los lectores que sientan interés por los indios del sudoeste".
American Indian Quarterly


PREFACIO

A diferencia de muchos otros pueblos que vivían en tierras marginales e indeseables, los apaches erraron por las montañas y los desiertos por elección propia y nunca quisieron abandonar su modo de vida nómada. Aun cuando sus incesantes ataques provocaron el abandono de varios poblados de los indios pueblo, los apaches nunca ocuparon estos emplazamientos. En numerosas ocasiones, pudieron haber completado la despoblación de Sonora y Chihuahua, pero, como observaron de manera franca y un tanto jactanciosa, quisieron que la gente de aquellas provincias continuase criando caballos y mulas para ellos. 
Todos los apaches hablan la misma lengua atapasca, pero eso no significa que siempre haya reinado la paz entre las bandas, ni siquiera en el interior de las mismas. El asesinato de un apache provocaba la reclamación de represalias. Si un apache mataba a otro, los familiares por línea materna del muerto tenían la obligación de vengar su muerte. Si un angloamericano blanco o un mexicano acababan con la vida de un apache, aunque hubiese estado robando caballos, el jefe de su clan o grupo local encabezaba una partida de guerra contra el enemigo. Si era posible, mataban al asesino; si no, se contentaban con cualquier otro miembro de su raza. Si capturaban a un varón adulto, lo entregaban a los familiares femeninos del apache fallecido para que lo torturasen y lo mataran amodode compensación por su pérdida. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Carta de Manuela Sáenz a James Thorne, su primer marido

No, no y no, por el amor de Dios, basta. ¿Por qué te empeñas en que cambie de resolución. ¡Mil veces, no! Señor mío, eres excelente, eres inimitable. Pero, mi amigo, no eres grano de anís que te haya dejado por el general Bolívar; dejar a un marido sin tus méritos no seria nada. ¿Crees por un momento que, después de ser amada por este general durante años, de tener la seguridad de que poseo su corazón, voy a preferir ser la esposa del Padre, del Hijo o del Espíritu Santo o de los tres juntos? Sé muy bien que no puedo unirme a él por las leyes del honor, como tú las llamas, pero ¿crees que me siento menos honrada porque sea mi amante y no mi marido? No vivo para los prejuicios de la sociedad, que sólo fueron inventados para que nos atormentemos el uno al otro. Déjame en paz, mi querido inglés. Déjame en paz. Hagamos en cambio otra cosa. Nos casaremos cuando estemos en el cielo, pero en esta tierra ¡no! ¿Crees que la solución es mala? En nuestro hogar celestial, nuestr

La extraña muerte de Fray Pedro

En 1913, el nicarag ü ense Ruben Dario presenta este cuento, el cual relata la historia de un fraile que muere en nombre de la ciencia. Un ser pertubado por el maligno espiritu que infunde la ciencia, el cual fragmentaba sus horas coventuales entre ciencia y oracion, las disciplinas y el laboratorio que le era permitido. Con este texto, Ruben Dario, deja en claro que la fe es un acto de fidelidad, que se sobreentiende en el corazón sin pasar por la cabeza. “No pudo desde ese instante estar tranquilo, pues algo que era una ansia de su querer de creyente, aunque no viese lo sacrilegio que en ello se contenia, punzaba sus anhelos” Toda la historia tiene lugar en el cementerio de un convento, cuya visita va dirigida por un religioso. la guia advierte a sus seguidores sobre la lapida de Fray Pedro, personaje central del cuento. Un personaje “flaco, anguloso, palido” e incluso de espiritu perturbado cuya desgracia se veia venir con su sed de conocimiento. El fraile persuade a

Grandes esperanzas (Fragmentos)

«En el primer momento no me fijé en todo esto, pero vi más de lo que podía suponer, y observé que todo aquello, que en otro tiempo debió de ser blanco, se veía amarillento. Observé que la novia que llevaba aquel traje se había marchitado como las flores y la misma ropa, y no le quedaba más brillo que el de sus ojos hundidos. Imaginé que en otro tiempo aquel vestido debió de ceñir el talle esbelto de una mujer joven, y que la figura sobre la que colgaba ahora había quedado reducida a piel y huesos. [...] ―¿Quién es? ―preguntó la dama que estaba sentada junto a la mesa. ―Pip, señora. ―¿Pip? ―El muchacho que ha traído hasta aquí Mr. Pumblechook, señora. He venido a jugar... ―Acércate más, muchacho. Deja que te vea bien. Al encontrarme delante de ella, rehuyendo su mirada, observé con detalle los objetos que nos rodeaban, y reparé en que tanto el reloj que había encima de la mesa como el de la pared estaban parados a las nueves menos veinte. ―Mírame ―me dijo miss