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El imitador de voces


El imitador de voces es la mejor introducción a Thomas Bernhard, o bien una nueva confirmación de su grandeza. Ciento cuatro relatos mínimos y magistrales que narran sucesos divertidos, comprimidas crónicas judiciales y anécdotas absurdas, o retratan personajes reales o ficticios.
El humor es el lazo de unión de estos relatos con las tres obras de teatro que completan el volumen. La primera de ellas, El ignorante y el demente, inaugura la serie de «escándalos teatrales» del autor, quien escribió en un telegrama al director: «Una sociedad que no soporta dos minutos de oscuridad se quedará sin mi obra».


PRÓLOGO

Hubo un tiempo en que no era fácil publicar a Thomas Bernhard. Esta editorial publicó en español, en 1978, una primera novela: Trastorno. La acogida, sobre todo entre los escritores, fue excelente, y la reacción de la crítica (o de la parte de la crítica que se enteró) muy favorable. Sin embargo, tuvieron que pasar seis años antes de que Alfaguara publicara otro libro de Bernhard: El imitador de voces.
La razón fue esencialmente que se consideraba a Bernhard demasiado «duro». Infligir a un lector de buena fe párrafos sin puntos y aparte (a veces sin puntos) que se desperezaban durante páginas y más páginas parecía cruel. Por eso la aparición de El imitador de voces en Alemania, en 1978, fue un alivio: las historias eran breves, el estilo (inspirado en la prosa periodística) sencillo y, sobre todo, había un elemento imbatible: el humor. Se confirmaba así la premonición de Javier Marías y Fernando Savater de que Bernhard era, ante todo y sobre todo, un humorista.
El imitador de voces es un «Bernhard para principiantes » (Harald Hartung), la mejor introducción posible a su obra. Su antecedente son unos Acontecimientos (Ereignisse) publicados por Bernhard, sin pena ni gloria, una decena de años antes, pero ahora Bernhard se mostraba claramente superior. El primer título que llevó el libro en alemán fue Probable, improbable y la verdad es que hubiera podido servir muy bien. Bernhard dijo luego que había escrito el texto en cinco días, lo que parece poco probable, pero es seguro que, aunque se basara en notas tomadas quizá durante años, la redacción fue rápida, como indica la indiscutible unidad del libro. Su lugar de origen, a juzgar por un ejemplar que se conserva dedicado a Hedwig Stawianicek, el «ser de su vida», fue Mlini, en las proximidades de Dubrovnik, pero los escenarios de esas más de cien historias, que oscilan entre lo grotesco, lo absurdo y lo trágico, son de lo más diverso: desde la Austria profunda hasta Egipto, pasando por Polonia, Italia o Portugal. Y el número de muertos, suicidas o no, que aparecen en sus páginas resulta sorprendente.

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