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Puentes literarios latinoamericanos

Vale, no hay un nuevo Gabriel García Márquez en Latinoamérica. Ni "rayuelas", ni "conversaciones en la catedral". No hay millones de personas en el mundo esperando a que salga el último libro de la porteña Claudia Piñeiro, o de su compatriota Marcelo Cohen, premio de la Crítica en Argentina por su novela Balada. La gente no abarrota las salas donde habla la mexicana Guadalupe Nettel, ni se detiene el tráfico cuando cruza un semáforo con su mochila al hombro el chileno Alejandro Zambra o el colombiano Tomás González. Y sin embargo, a todos ellos les va bien dentro y, a veces, fuera de sus países. La Feria del Libro de Buenos Aires también goza de excelente salud: desde el 19 de abril y hasta el 7 de mayo se espera la asistencia de 1.250.000 personas que pagarán el equivalente a 4,5 euros por entrar en un recinto casi tan grande como cinco campos de fútbol lleno de libros. Los cinco novelistas se dieron cita el viernes en la Feria para hablar ante una audiencia de unas 200 personas no sobre sus propios libros, sino de sus experiencias como lectores. Muy pronto surgió la cuestión de España: ¿Por qué se depende tanto de las editoriales españolas para encontrar a los buenos autores de Latinoamérica? ¿Por qué siguen llegando los libros de otros idiomas traducidos al español de España?
Marcelo Cohen, que vivió 20 años en España, dejó claro que no quiere lamentos. “Ya viví la queja de los españoles que se quejaban de las traducciones hispanoamericanas durante los años de la dictadura cuando eran las que les habían salvado la vida, porque a través de ellas conocieron autores que de otra forma habría sido imposible. Y vivo ahora la indignación cada vez mayor de los lectores latinoamericanos que se quejan de que los libros llegan traducidos con el español de España. ¿Y a qué quieren que los traduzcan? Es un problema de la economía global. España se benefició de unas condiciones en la Unión Europea que le permitió desarrollar una industria editorial con la que invadió Latinoamérica con libros muy bien editados. Y mientras, aquí se derrumbaban las editoriales. Pero ahora hay una cantidad enorme de editores independientes que están haciendo algo que no se hacía desde hace mucho tiempo: elegir qué libros queremos leer y traducir. Es lamentable que los caminos para llegar a autores importantes sean tortuosos, pero hay muchos más caminos y autores que hace 10 ó 15 años.
Claudia Piñeiro, autora de Las viudas de los jueves, confesó que ella llegaba a los nuevos autores del continente a través de las antologías, por las recomendaciones de algunos colegas en las ferias internacionales y por las redes sociales. “Hoy no hay nada que provoque una bomba de estruendo, menos un autor latinoamericano. El acceso va por otras vías, por la curiosidad, por el azar. Por eso creo que tenemos una función fundamental que es derramar lo que leemos como forma de hacer circular la literatura”, señaló. Piñeiro contó que en alguna ocasión oyó hablar del colombiano Tomás González y preguntó por él a dos escritores colombianos. “Es el mejor de todos nosotros”, le dijeron. Y sin embargo, era casi desconocido en Argentina. Y en España.
El chileno Alejandro http://cort.as/1wcE Zambra (Bonsái, Formas de volver a casa) dijo sentirse sorprendido de que en Buenos Aires y en México DF hubiera que dar tantos pasos para conseguir llegar a ciertos autores. “Me conmueve ese tipo de búsqueda, que es como andar buscando droga. Y sobre todo, que eso ocurra aquí en Buenos Aires, que para los chilenos es una referencia obligada en cuestión de libros. Si sale en Argentina, el libro existe”. La mexicana Guadalupe Nettel (El huésped) confía en que buena parte de esos problemas se solucionen con el libro electrónico. “Gracias a él vamos a poder centrarnos en lo que verdaderamente nos importa, que es el texto”.
Un asistente a la charla preguntó qué lectura memorable recomendarían de sus respectivos países. Tomás González (La luz difícil+ http://cort.as/1wc6 ) se inclinó por La Vorágine de José Eustasio Rivera, una narración “en la vena de la selva”, muy asentada en la tradición latinoamericana. Guadalupe Nettel escogió El libro vacío, de Josefina Vicens y Los ingrávidos, de Valeria Luiselli. Marcelo Cohen optó, entre muchos otros, por Jorge Luis Borges y también por el Adán Buenosayres, de +Leopoldo Marechal+. Alejandro Zambra apuntó a Gonzalo Millán y Enrique Lihn. Y Claudia Piñeiro sugirió adentrarse en Zama y los Cuentos Claros, de Antonio di Benedetto.

El País

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