Jaime García Márquez, hermano pequeño de Gabo, con
el que se lleva 13 años, dijo con las palabras lo contrario de lo que
decía su mirada, lo que expresaban sus gestos y, finalmente, lo que
reveló la emoción que quiso evitar pero que le tembló la garganta y le
humedeció los ojos. Su misión es muy dura. Aunque finja que no. Casi
todas las tardes recibe en su casa de Cartagena de Indias, donde reside,
una llamada desde México. El Premio Nobel de Literatura, el genio, que
es su hermano, está al otro lado de la línea, y entonces Jaime se dedica
a recordarle lo que la demencia senil le está arrebatando al genio: los
recuerdos. Jaime García Márquez es ahora la memoria de Gabo.
"A veces lloro. Pero siento una felicidad dolorosa, porque tengo el
privilegio de hablar con él", dijo instantes antes de quebrársele la
voz, en la conferencia que impartió a los expedicionarios de la Ruta Quetzal BBVA en
el Museo de la Inquisición en Cartagena. Después le salió sincero, como
un desgarro: "Lloro porque siento que se me escapa de las manos".
Gabriel García Márquez
(Aracataca, 1928) no se está yendo, se está marchando su memoria. Y con
ella su genialidad. Su hermano lamenta que los estragos le hayan
llegado antes de tiempo, por la quimioterapia que le salvó en 1999 de un
cáncer linfático. Pero físicamente se encuentra bien. "A veces da la
sensación de que hay personas que quisieran que se muriera, porque la
noticia de su muerte sería importante, pero se van a quedar pendientes
mucho rato", expresó con malestar Jaime García Márquez, ingeniero civil y
exsubdirector de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano creada por Gabo. "Todavía
le tenemos, podemos hablar con él, sigue con alegría, con entusiasmo,
lleno de humor". Y lanzó al aire, con un suspiro: "Que se demore, que se
demore mucho ese momento".
El relato del hermano del Nobel discurrió, gracias a las preguntas de
los chicos en el patio del museo a la sombra de un bonga
centenario, con saltos en el tiempo, del Gabito de ahora al de
antes; pero siempre genial. "Desde muy temprana edad ya sabíamos que era
un genio, era muy despierto". Su abuelo, con el que vivió los primeros
años, le influyó decisivamente en la "vocación temprana", cuando le puso
a pintar con acuarelas de colores en papel de periódico virgen. Así
nacieron las primeras obras de García Márquez, como novelas gráficas.
Nació genio, y también en sentido científico. Su hermano reveló que
Günter Grass le hizo en el año 99 un test de inteligencia que desveló un
coeficiente intelectual altísimo. La obsesión hizo el resto.
"Estaba obsesionado con la perfección". Al principio escribía con
una máquina de escribir, y los tachones le perturbaban tanto que tenía
que repetir, mecanografiar de nuevo, las hojas que tenían
equivocaciones, hasta que quedaban impolutas. El proceso le llevaba
tanto tiempo que cuando por fin utilizó el ordenador - y fue de los
primeros escritores en hacerlo en Latinoamérica- ahorraba un 70% del
tiempo invertido en escribir. Ese tiempo extra que le regaló la
tecnología no lo empleó en nuevas obras, sino en perfeccionar las que ya
había escrito. "No quiso hacer más, quiso hacer la mejor".
La mirada luminosa del Jaime García Márquez, que vestido con guayabera y pantalón de lino blanco parecía Gabo solo unos años más joven, se tornaba mustia cuando volvía al presente. Tigra y Agosto nos vemos
son dos relatos inconclusos del Nobel. El primero cuenta la historia de
una hembra de tigre que se venga de un cazador -un magnate
neoyorquino- que mató a su pareja. Lo hace matándole en su oficina
después de coger un tren y hasta un ascensor. Del segundo, que ya se
publicó, García Márquez tiene cinco versiones diferentes. No las ha
compartido con nadie, y su hermano teme que las haya destruido, porque
elimina en una trituradora de papel lo que no le gusta.
Los hermanos no se ven desde hace dos años, salvo esas conversaciones
telefónicas en las que uno hace de memoria del otro. Por eso y porque
la sombra de un Nobel en la familia tiene que pesar como una losa, Jaime
les confesó a los chicos que a veces preferiría no ser el hermano de
Gabriel García Márquez. Para poder hablar con libertad. Pero fue solo un
momento, antes de volver a expresar su anhelo porque su Gabito aguante: "Aún siento que le tenemos agarrado por el cuello".
Fue la última pregunta: ¿Leeremos un nuevo relato de Gabriel García
Márquez? Y Jaime García Márquez contestó, sincero, y lo hizo con un
desgarro que en esta ocasión fue para todos, no solo para él. Lo dijo
claro: "Desgraciadamente, no vamos a tener esa oportunidad". Aunque
pareciera probable, escucharlo se hizo duro. No habrá más letras
escritas por Gabo.
El País
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