«En adelante, a mis ojos, Francis Bacon iba a
encarnar la pintura más que ningún otro artista. [...] Desde esos
tiempos de juventud, su pintura ya nunca me abandonaría. Porque se
engancha a ti, vive en ti, contigo. Un tormento que se aferra y no te
suelta más. Sus "personajes en crisis generalizada"-crisis moral, crisis
física-, como escribe el crítico inglés John Russell, viven a tu lado y
te recuerdan sin cesar que la vida es esa cuerda tirante tendida entre
el nacimiento y la muerte. Esa vida que te aporta visiones exacerbadas,
un vecino de hospital, de asilo [...]. La pesadilla está cerca: dolores,
gritos, un cuerpo replegado sobre sí mismo, concentrado en las
contorsiones, en el sufrimiento incluso. El terror se mantiene ahí,
instalado en esos personajes que aúllan en silencio. Una crueldad
desplegada y visible, revelada por esos hombres tapiados en un cuadro
espacial».
Un
libro vital, descarnado y generoso en claves para entender la galaxia
personalísima del gran pintor contemporáneo del exceso. Entrevistas
atestadas de lucidez, de revelaciones, de silencios que advierten que la
pesadilla está cerca. Bacon se desenmascara aquí más que en otros
libros del mismo género".
Antonio Lucas, El Mundo
Antonio Lucas, El Mundo
RESIDENCIA DEL CAOS
Una
imagen, la secuencia previa a los títulos de crédito de un film entre
la vida y la muerte, El último tango en París. En la penumbra del cine
Victoria surge en la pantalla una figura-un cuerpo, ¿el de George
Dyer?-como una deflagración. Te sientes inmediatamente atrapado.
Experimentas algo físico. ¿Serán las notas desgarradas del saxofón de
Gato Barbieri? O quizá, ¿será a causa de ese cuerpo, sólo a causa de ese
cuerpo que se retuerce, ese cuerpo enroscado sobre sí mismo que grita
su dolor? Colores de sangre y de vida, los de las carnes venenosas de un
cadáver maquillado. De un cuerpo desnudo y aislado. Me parece que fue
así como descubrí por primera vez una imagen de Francis Bacon. Empecé
percibiéndola como tal imagen, antes de captar su aspecto puramente
pictórico. Sin duda había visto otros cuadros suyos, en alguna otra
parte, antes de recibir un segundo impacto. Fue en la galería Claude
Bernard, espacio bajo y sombrío donde experimenté la curiosa sensación
de entrar en los cuadros mismos y fundirme con ellos. La pintura
encontraba allí toda su intensidad, ejerciendo su poder de apabullar
hasta el paroxismo. Como una llamada paralizadora. Era sin duda la
manifestación de lo que el propio artista denominaba «the brutality of
fact» [la brutalidad de los hechos] cuando hablaba de Picasso.
Comentarios