Matías,
tras el asesinato de su esposa, decide volar hasta Nueva York para
seguir el rastro de su padre, quien se deshizo de él cuando todavía era
un niño. Allí cae por la madriguera hasta el país de las maravillas que
diseñó su padre, donde los vagabundos dejan las calles para formar parte
de una insólita residencia de escritores y los sex shops son la piedra
angular de un proyecto utópico que pretende prescindir del dinero.
Matt
se acerca a la verdad sobre su familia, pero también ha de enfrentarse a
las terribles implicaciones que se derivan de las leyes de la
termodinámica, de la crisis energética que se avecina, y al final del
camino tendrá que responder a una pregunta clave: ¿salvarías el mundo
ahora que lo has perdido todo?
PRÓLOGO I
«le
proporcionaremos a cada ciudadano acomodado una pequeña ración de caos y
desabastecimiento», su frase retumbando en mi cabeza. Se aclara la
garganta y me pregunta: -¿Salvarías al mundo ahora que lo has perdido
todo?
PRÓLOGO II
El
interior de la furgoneta es un poco menos frío que 5 una nevera. Mi
padre guarda un silencio sombrío, todo lo contrario que la noche
anterior. Inmóvil, concentrado en mantener el equilibrio, en resistir
bajo el peso de su universo. A veces se comporta así, y entonces tengo
miedo, porque no hay nada más terrorífico que un padre que calla sin
saber qué hacer. Su lista de mentiras es tan larga que resulta evidente
incluso para alguien de nueve años. Dice que un amigo suyo llamado
Daniel le ha prestado la furgoneta, que iremos al sur en cuanto arregle
el motor, que es cuestión de una pieza. Dice un montón de cosas aunque
lo más probable es que muramos congelados aquí dentro. Los dos sabemos
que el maldito trasto lleva tanto tiempo abandonado que es imposible que
vuelva a rodar, pero en lugar de disculparse, de reconocer el engaño,
huye hacia adelante, como si mi rito de paso al mundo de los adultos
consistiera en aceptar una promesa en vano tras otra.
Boomerang
Comentarios