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El libro podrá con todos nosotros

Los estudiosos del futuro, tanto infalible gurú digital, esos interioristas que nunca soportaron la visión de una librería rebosante, los fabricantes del último cacharro… Todos parecen haber pasado la página que consigna la muerte del libro. Pero este sigue ahí, sólido como un objeto inagotable, perfeccionado con el paso de los siglos. Una insólita e importante reunión de editores, celebrada en la galería Ivorypress con motivo de la publicación de una colección de entrevistas de Juan Cruz Ruiz, devino anoche en celebración de esta y otras certezas: el libro podrá con todos nosotros, y el de editor, más que un oficio, “es una manera de vivir”, como explicó Sigrid Kraus, de Salamandra.

Junto a Kraus, participaron en un debate sobre las heroicidades del pasado, las amenazas del presente y las incertidumbres del futuro Beatriz de Moura (Tusquets), Jorge Herralde, (Anagrama), Ricardo Cavallero (Mondadori), y Elena Ochoa Foster, que además de en calidad de anfitriona compareció como la feliz urdidora del libro en cuestión: Un oficio de locos (Ivorypress), que recoge con primoroso acabado una docena de entrevistas de Cruz con grandes de la edición mundial. La serie se publicó en parte en EL PAÍS, motivada por los insistentes obituarios del libro, a los que Cruz no otorga más crédito que el merecido por un “rumor malsano”.

Tras la charla, quedó claro que en estos tiempos de accidentada convivencia entre la galaxia Gutenberg y la revolución digital la única opción “es volver a los fundamentos de la profesión, que son dos: la atención por el autor y por el lector” (Cavallero). Que “la historia de la cultura no se entiende sin el papel de los editores” (Herralde). Y que “no es fácil trabajar cuando todos se empeñan en tratarte como alguien que no ha sabido entender que la fiesta ha terminado, aunque tú veas que los libros siguen interesando” (Kraus).

“Tal es el cambio de paradigma”, confesó De Moura, “que entre las razones por las que yo acabo de vender parte de la editorial a Planeta manda una: no sé cómo enfrentarme a estas alturas al desafío del libro electrónico”. La editora de Tusquets vislumbró un futuro en el que los sellos “deberán disminuir las tiradas y ganar menos”, mientras que Cavallero, invitado a la mesa como representante del editor infiltrado en la multinacional (“un animal grande al que le cuesta más reaccionar”) se mostró convencido de que este trago lo pasarán “solo unos cuantos, por muy duro que sea admitirlo”.

La reflexión introdujo un concepto escasamente libresco, aunque inevitable: la rentabilidad. “Este es un negocio que tiene que autofinanciarse para seguir existiendo”, se lamentó Herralde con la resignación del veterano. “Solo así se puede editar autores minoritarios”. Y entonces, De Moura no pudo evitar la pregunta, dirigida a Kraus, motivada por la reciente puja de varios grupos editoriales españoles por la nueva novela de J. K. Rowling (que ganó Salamandra) e inspirada por “una sana envidia”.

- ¿Qué pensaste al leer el primer Harry Potter, que además de un formidable éxito, resulta un libro maravilloso?

- No creí que fuese a ser un éxito. Menos mal. Los libros que pienso que serán un éxito nunca acaban por serlo—repuso Kraus.

La editora descargó gran parte del mérito en su marido, Pedro del Carril, la parte del negocio en Salamandra, que asistía a la conversación como parte de un público que congregó a personalidades como el pintor Luis Gordillo, Ignacio Polanco, presidente del grupo PRISA , el escritor Manuel Vicent o Emiliano Martínez, presidente del grupo Santillana.

Entonces, Herralde reconoció en Kraus a una editora de las de antes, “de las que no cede al robo de autores o a las envidias insanas”. “Cualidades que veo en las jóvenes editoriales”, añadió. “Esas a lo mejor sobreviven por su propia naturaleza pequeña, más resistente a las crisis. Los que me preocupan más son los libreros”.

Y a su izquierda, Juan Cruz pareció asentir, como diciendo: he ahí otro oficio de locos que merecería un libro.

El País

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