Ir al contenido principal

Prodigiosos mirmidones. Antología y apología del dandismo

¿A qué llamamos "dandismo"? Durante casi dos siglos, este concepto ha sido aplicado a una heterogénea estirpe de individuos excéntricos, refinados y, en cierto modo, raros. Por supuesto, la estoica sobriedad de George Brummell es muy distinta del refinamiento de los decadentes franceses o de la "elegancia de la clase obrera" que tanto enorgullecía a determinadas subculturas británicas de los años sesenta. Prodigiosos mirmidones trata precisamente de esa evolución y de esa pluralidad, ofreciendo un recorrido por las distintas formulaciones del dandismo a través de lo literario: una amplia selección de relatos, ensayos, artículos y fragmentos de novelas que documentan la evolución del dandi desde las fashionable novels decimonónicas hasta las acepciones postmodernas del término. 


PRÓLOGO

La bella provocación de lo diferente
-Pinceladas dandis-
Luis Antonio
de Villena 

Escribía Baudelaire -que fue un dandi y más que un dandi- que el dandismo «era el último resplandor de heroísmo en la decadencia». De algún modo venía a entender que el dandismo pondría el punto final a la era burguesa y a ese mundo de la civilización industrial y mecanicista muy siglo xix, juzgado de mal gusto y feo por casi todos los artistas, pero que lejos de desaparecer persevera bajo formas, naturalmente, muy cambiadas... Es decir, que el dandismo puede seguir siendo -para los muy libres- ese destello final, ese relumbrón rebelde, no sabemos hasta cuándo...
El dandismo y el dandi eran, por tanto, una forma de protesta que, ya que contaban con el arte y la belleza, tenía que ser bella, aunque resultara chocante. El dandismo no era «ir elegante», casi al contrario, pero significaba, eso sí, una elegancia otra, distinta, y por eso -con el paso de los años- se llegaron a confundir.
El dandi es producto inicialmente inglés -fruto evidente del romanticismo inglés- y por eso la voz «dandy» surgió y se propagó pronto desde Inglaterra, aunque no esté nada claro su origen. Según las últimas teorías, la voz «dandy» sería una onomatopeya cinética, esto es, una palabra que -como «zigzag»- quiere imitar un movimiento. En este caso, esas dos sílabas -«dan-dy», a un lado, al otro- evocaban el modo de andar, llamando la atención, con un leve contoneo, de un varón que se quería moderno, distinto y algo provocador: el dandi. William Beckford, literato extravagante, y uno de los claros precursores del dandismo, gustaba de pasear a caballo por los campos que rodeaban su palacio-abadía de Fonthill, cerca de Bath, con hábitos de monje medieval y capa oscura, rodeado de enanos, también encapuchados de negro... Las buenas gentes que los veían pasar al galope -quizás estaba curando su melancolía, porque el dandi es melancólico- se persignaban al verlos, creyendo que se trataba de Luzbel y su mesnada diabólica. Ignoraban todavía que Beckford simpatizaba con Luzbel, no sólo como ángel caído, sino, y muy especialmente, por ser «el más bello de los ángeles».

Comentarios

Entradas populares de este blog

Carta de Manuela Sáenz a James Thorne, su primer marido

No, no y no, por el amor de Dios, basta. ¿Por qué te empeñas en que cambie de resolución. ¡Mil veces, no! Señor mío, eres excelente, eres inimitable. Pero, mi amigo, no eres grano de anís que te haya dejado por el general Bolívar; dejar a un marido sin tus méritos no seria nada. ¿Crees por un momento que, después de ser amada por este general durante años, de tener la seguridad de que poseo su corazón, voy a preferir ser la esposa del Padre, del Hijo o del Espíritu Santo o de los tres juntos? Sé muy bien que no puedo unirme a él por las leyes del honor, como tú las llamas, pero ¿crees que me siento menos honrada porque sea mi amante y no mi marido? No vivo para los prejuicios de la sociedad, que sólo fueron inventados para que nos atormentemos el uno al otro. Déjame en paz, mi querido inglés. Déjame en paz. Hagamos en cambio otra cosa. Nos casaremos cuando estemos en el cielo, pero en esta tierra ¡no! ¿Crees que la solución es mala? En nuestro hogar celestial, nuestr

La extraña muerte de Fray Pedro

En 1913, el nicarag ü ense Ruben Dario presenta este cuento, el cual relata la historia de un fraile que muere en nombre de la ciencia. Un ser pertubado por el maligno espiritu que infunde la ciencia, el cual fragmentaba sus horas coventuales entre ciencia y oracion, las disciplinas y el laboratorio que le era permitido. Con este texto, Ruben Dario, deja en claro que la fe es un acto de fidelidad, que se sobreentiende en el corazón sin pasar por la cabeza. “No pudo desde ese instante estar tranquilo, pues algo que era una ansia de su querer de creyente, aunque no viese lo sacrilegio que en ello se contenia, punzaba sus anhelos” Toda la historia tiene lugar en el cementerio de un convento, cuya visita va dirigida por un religioso. la guia advierte a sus seguidores sobre la lapida de Fray Pedro, personaje central del cuento. Un personaje “flaco, anguloso, palido” e incluso de espiritu perturbado cuya desgracia se veia venir con su sed de conocimiento. El fraile persuade a

Donna Tartt, el vuelo entre la alta y la baja literatura

Por su primer título,  El secreto  (1992), Donna Tartt  (Greenwood, Misisipí 1963) recibió un adelanto de 450.000 dólares (el equivalente sería hoy una cifra muy superior), caso insólito en alguien que no había publicado aún nada. Antes de salir el libro, un  extenso perfil aparecido en  Vanity Fair  predijo la fama de la autora, anunciando la irrupción en el panorama de las letras norteamericanas de una figura que supuestamente borraba la distancia entre la alta y la baja literatura. Confirmando las esperanzas puestas en ella por sus editores, “El secreto” vendió cinco millones de ejemplares en una treintena de idiomas. Las críticas fueron abrumadoramente favorables, aunque no hubo unanimidad con respecto al diagnóstico de  Vanity Fair.  La primera novela de Donna Tartt es un thriller  gótico que lleva a cabo con singular habilidad el desvelamiento de un misterioso asesinato perpetrado en el departamento de lenguas clásicas de Hampden College, institución universitaria de carácter