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Jorge Luis Borges y otros textos sudamericanos

Jorge Luis Borges afirmaba ser un invento de Roger Caillois. Con ello, desde luego, aludía irónicamente al hecho de que fue el escritor y sociólogo francés quien lo introdujo en Europa, traduciéndolo y escribiendo sobre él, pero también dejaba entrever el juego de espejos que, como una puesta en abismo, se dibujaba entre ambos: Borges era un sueño de Caillois, que a su vez era un sueño de Borges.

El breve ensayo que abre este libro es la mejor muestra de esa relación fractal. El texto es un temprano homenaje al autor de El Aleph, a la vez que una exploración lúcida, y borgeanamente creadora, de sus puntos cardinales: el tiempo circular, los laberintos, la recurrencia infinita.

Escritas en los años de la larga estadía de Caillois en Argentina, donde fue acogido por Victoria Ocampo durante la Segunda Guerra Mundial, estas páginas se irradian desde Borges hacia el continente. Aquel lapso sudamericano de Caillois fue fructífero en viajes y experiencias que dieron lugar a otros textos incluidos en este volumen, en los que el "nuevo mundo", a través de la mirada característica de uno de los más singulares intelectuales del siglo XX, revela algunas claves de su imaginario recóndito, desde los ríos y los hielos hasta las personas y los arquetipos.

PRÓLOGO
  MAURICIO ELECTORAT

Roger Caillois es quizás uno de los personajes más singulares de la literatura francesa contemporánea. Su excepcionalidad radica, diríamos, en su particular "hermetismo", que se aleja por completo de la estética barroca, en la acepción de "cifrada", de autores como Pierre Klossowski, Georges Bataille, Claude Simon o Henri Michaux, sus compañeros de generación y de mundo (a los que habría que agregar a todos los papas y popes del surrealismo, empezando por André Breton), o, ya en otras coordenadas culturales, de la de Lezama Lima, con quien Caillois mantiene, sin embargo, algunos puntos en común. Y se distancia radicalmente de esa estética porque la suya procura ser un sistema que vaya más allá, mucho más allá, de la literatura. Breton, Michaux, Klossowski, Bataille, Simon, Lezama Lima, aun con sus diferencias, tienen en común el hecho  de que "cifran", justamente, su lectura del mundo en el texto y que ese texto es, ante todo, un texto literario, es decir poético, con lo que ello supone de riesgo, pero además de "juego", o sea de invención, imaginación, desplazamiento y azarosa relación. Para Caillois, en cambio, el sentido de una poética no es decir "algo" sobre el mundo, sino "decir el mundo" o, si se prefiere, traducir el lenguaje de las cosas al lenguaje de los hombres.

   Pero comencemos por el principio. Lo primero que debería saber un lector no francófilo es que Caillois es lo que se conoce en la cultura francesa como un passeur. Según los diccionarios, passeur es alguien que, conduciendo una barca o un bote, pasa a personas, mercancías o animales de una orilla a otra, y también, en un sentido figurado, que los pasa a través de un límite o de una zona prohibida. En literatura, un passeur es, por extensión, alguien que hace que los textos crucen las fronteras, vertiéndolos de una lengua a otra.

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