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Mapp y Lucía

De cara al mundo, Lucía y Mapp son las mejores y más mundanas anfitrionas, pero en secreto no cejarán en su empeño, por muy bajo que puedan caer, por ganar la feroz batalla por la supremacía. Mapp y Lucía, continuación de las aventuras de la inefable Emmeline Lucas en Reina Lucía, nos presenta toda una panoplia de memorables secundarios: el vicario de Birmingham que habla con acento medieval escocés; la muy riquísima Susan, que no sale de casa sin su Rolls-Royce; Diva, aficionada al cotilleo despiadado; o el ya conocido Georgie Pillson y su tupé, devotos servidores ambos de la reina, que sufre la amenaza de ser destronada. 

Emmeline Lucas, conocida universalmente por sus amigos como Lucía, reina de Riseholme, es una archiesnob del más alto nivel. Cuando en sus vacaciones alquila una casita junto al mar, cree que ya nadie podrá hacerle sombra, hasta que se cruza en su camino Miss Elizabeth Mapp, figura central de la vida social del pequeño villorrio de Tilling.  

"Los personajes de E. F. Benson son fresquísimos y reales, y, por tanto, atemporales." Nancy Mitford 
"Pagaríamos todo lo que nos pidieran por los libros de Lucía." Noël Coward, Nancy Mitford y W. H. Auden 

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      Aunque ya hacía casi un año de la muerte de su marido, Emmeline Lucas (universalmente conocida entre sus amigos como Lucía) todavía llevaba el luto más riguroso e inflexible. La verdad es que el negro le sentaba maravillosamente, pero eso no tenía nada que ver con que continuara utilizándolo, se dijera lo que se dijera. Pepino y ella habían sido una pareja muy unida y enamorada durante más de veinticinco años, y el dolor de Lucía por la pérdida de su marido era sincero: lo echaba de menos constante y profundamente. Pero unos meses atrás, ella, que tenía una personalidad tan vital y activa, había sentido el natural deseo de sumergirse de nuevo en todas aquellas apasionantes peripecias que solían convertir la vida en el pueblo isabelino de Riseholme en una aventura tan emocionante, aunque todavía no había decidido dar el paso definitivo que en el fondo tanto anhelaba. Aunque no había hecho verdadera ostentación de las prendas del dolor, tal vez sí las había hecho ostensibles, aunque desde luego muy levemente.
     Por ejemplo. Estaba el asunto de la librería de la plaza, Ye Signe Of Ye Daffodille, bajo cuyo sello Pepino había publicado su edición limitadísima de sus Poemas fugitivos y sus Pensieri Persi. Durante seis largos meses tras la muerte de su esposo, Lucía había pasado una y otra vez por delante del escaparate acompañado de su inseparable Georgie Pillson, y había visto allí expuesto un libro que le habría gustado adquirir. Pero junto a ese libro, en la misma estantería, estaba el fino volumen de los Pensieri Persi de Pepino. Así que, francamente, había resultado bastante llamativo por su parte titubear ostensiblemente apoyada en el quicio del establecimiento y, con ojos que hacían todos los esfuerzos posibles por llorar, haberle dicho a Georgie:
     -¡No tengo valor para entrar, Georgie, querido! Es una debilidad por mi parte, lo sé, pero aun así... ¿Te importaría entrar un momento, caro, y pedirles que me envíen a casa ese ejemplar de Los días de infancia de Beethoven? Yo seguiré paseando mientras tanto...

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