«El día en que dejó de querer a sus hijos...»
Así comienza el relato de una mujer que comprende que lo que ha dado
sentido a su vida ya no funciona. Se pone a buscar y encuentra al hombre
del que se enamoró cuando era una estudiante y por el que fue
correspondida. ¿Tomó entonces la decisión equivocada? Un hijo quiere
saber, de una vez por todas, quién es su padre y emprende un viaje con
él. Un hombre que padece una enfermedad incurable organiza un veraneo
con su familia, cuando la vida aún le resulta hermosa y antes de
entregarse a la muerte. Un pasajero de un vuelo oye la confesión vital
de su vecino de asiento, ¿o no son más que puras patrañas? ¿Por qué
intenta un hombre joven, padre de una niña, alejar a su exitosa mujer
del mundo? ¿Qué lleva a un amante a mentir una y otra vez a su amada y a
perderla y perderse él mismo con sus mentiras? ¿Cómo librarse de las
ataduras que mantienen a alguien ligado a su antigua vida cuando un amor
en la madurez promete una vida nueva? Ir descubriendo cuidadosamente
las mentiras con las que vivimos es el núcleo central de estos hermosos
relatos melancólicos y sin concesiones.
«Las siete miniaturas en prosa son ligeras y elegantes, con unos diálogos intensos y coherentes desde el punto de vista psicológico» (Weser-Kurier).
«Bernhard Schlink ha escrito unos relatos espléndidos. La simple lectura de los siete nos brinda un cine de primera. Las imágenes coloridas de la pantalla grande son imponentes, pero llevar en el bolsillo una buena historia es aún mejor» (Brigitte).
«Mentiras de verano es una obra literaria magníficamente lograda, a la que no deberíamos renunciar este verano» (Südwestrundfunk).
«Bernhard Schlink se sumerge hasta el fondo y nos ofrece exquisitas piezas de cámara finamente matizadas» (Focus).
«El autor narra con sensibilidad y contención; con un lenguaje sobrio y carente de adornos consigue conmover y provocar empatía. Conoce bien su oficio. Nos roba todas las ilusiones excepto una: que la verdad existe» (Jörg Magenau, Süddeutsche Zeitung).
PRIMERAS PÁGINAS
TEMPORADA BAJA
1
Tuvieron
que separarse frente al control de equipajes, pero como en aquel
pequeño aeropuerto todos los mostradores y los puestos de control se
hallaban en el mismo recinto, pudo seguirla con la vista mientras ella
colocaba la maleta en la cinta transportadora, atravesaba el arco
detector, enseñaba su tarjeta de embarque y era conducida al avión. Él
estaba justo detrás de la puerta de cristal que daba a la pista.
Tras
cada uno de esos movimientos, ella se daba la vuelta y le saludaba con
la mano. En la escalerilla del avión se volvió por última vez, sonrió y
lloró, y se llevó la mano al corazón. Cuando desapareció en el interior
del aparato, él siguió agitando la mano en dirección a las ventanillas,
sin saber si ella lo seguiría viendo. Después, los motores se pusieron
en marcha, los propulsores giraron, el avión rodó por la pista, fue
acelerando y se elevó.
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