Ir al contenido principal

Sobre casi nada

Camba fue un articulista de pulso vibrante, ocurrente como pocos, divertido como poquísimos, melancólico como buen gallego. [...] Sus artículos son en realidad pompas de jabón: Camba no intentaba adoctrinar ni dilucidar incógnitas sociológicas pasadas o presentes, sino juguetear -igual que un gato juega con un ovillo de lana- con la realidad, reducirla a un chascarrillo ameno, con la atención puesta en el detalle y no en la panorámica. Practicó con maestría indolente el arte de la reducción al absurdo, que suele ser la consecuencia de un procedimiento lógico. [...] Por lo demás, su prosa -tan tersa, tan naturalmente concisa- presenta la virtud de la diafanidad, de la difícil transparencia: nunca se le embrolla, jamás se le desdibuja.
Sobre la pereza

 ¡Terrible tarea la tarea del escritor! Trabajando constantemente bajo la inspección general, ¿qué diferencia hay entre él y esas señoritas que, detrás de una vidriera, lían pitillos o escriben a máquina a la vista de todo el mundo? Uno se gana la vida en plena calle, y si por azar desaparece una temporada de la plaza pública, no faltará algún amigo que le reconvenga.  
-¡Pero hombre! ¿Por qué no trabaja usted? ¡Con el dinero que podría usted ganar!... 
-¿Cree usted, en efecto, que si yo trabajase ganaría mucho dinero? No olvide usted la máxima de que si la literatura puede enriquecerle a uno, es únicamente a condición de que uno abandone la literatura.
-¡Disculpas! Pruebe usted a trabajar y ya verá usted si su trabajo le produce o no. En su pellejo de usted, a mí nunca me faltarían mil pesetas para divertirme...
Esto suele decirle a uno el amigo, y, por un momento, vamos a suponer que tiene razón. Vamos a suponer que metodizando su trabajo le fuera a uno siempre fácil el tener mil pesetas disponibles para divertirse; pero ¿cómo se divertiría uno? ¿Viajando en automóvil? ¿Comprando antigüedades? ¿Comiendo langostinos?
Por mi parte, confieso que lo que más me divierte es el no hacer nada. Si yo tengo una verdadera afición en el mundo, es la afición a la pereza. La pereza constituye mi vicio central, mi pasión única. Y a fin de poder dedicarme a la pereza, ¿quieren mis amigos que yo me ponga a trabajar diez o doce horas diarias? La pretensión resulta algo contradictoria, y por eso, cuando alguien me hace observar que, en mi pellejo, a él nunca le faltarían mil pesetas con que divertirse, yo le contesto:
-A mí tampoco.
-Pero ¡si no gana usted nada! -me replican.
-¿Cómo que no? -exclamo yo entonces-. Yo gano mucho dinero, todo el dinero que puede rendir una labor intensa, y todo me lo gasto en mi deporte favorito, que es el ocio. Lo que ocurre es que, en vez de realizar separadamente las dos operaciones de ganar y gastar, yo las ejecuto de un modo simultáneo. ¿Cuánto cree usted que me podría producir cada hora de trabajo? Pues exactamente eso es lo que me cuesta cada hora de pereza. Haga usted el balance y verá que, en el término de un año, yo manejo, como tantos otros, muchos miles de duros. Si no fuera por la pereza, llegaría hasta a hacer ahorros considerables; pero ¡hay vicios tan caros!...
Indudablemente, la pereza es un vicio mucho más caro que el de los langostinos, sin contar que es también bastante más suntuoso, y hay hombres que, de no estar dominados por la pereza, serían varias veces millonarios. ¿Cuándo cesará la opinión de considerar a estos hombres como a unos pordioseros?

Comentarios

Entradas populares de este blog

Carta de Manuela Sáenz a James Thorne, su primer marido

No, no y no, por el amor de Dios, basta. ¿Por qué te empeñas en que cambie de resolución. ¡Mil veces, no! Señor mío, eres excelente, eres inimitable. Pero, mi amigo, no eres grano de anís que te haya dejado por el general Bolívar; dejar a un marido sin tus méritos no seria nada. ¿Crees por un momento que, después de ser amada por este general durante años, de tener la seguridad de que poseo su corazón, voy a preferir ser la esposa del Padre, del Hijo o del Espíritu Santo o de los tres juntos? Sé muy bien que no puedo unirme a él por las leyes del honor, como tú las llamas, pero ¿crees que me siento menos honrada porque sea mi amante y no mi marido? No vivo para los prejuicios de la sociedad, que sólo fueron inventados para que nos atormentemos el uno al otro. Déjame en paz, mi querido inglés. Déjame en paz. Hagamos en cambio otra cosa. Nos casaremos cuando estemos en el cielo, pero en esta tierra ¡no! ¿Crees que la solución es mala? En nuestro hogar celestial, nuestr

La extraña muerte de Fray Pedro

En 1913, el nicarag ü ense Ruben Dario presenta este cuento, el cual relata la historia de un fraile que muere en nombre de la ciencia. Un ser pertubado por el maligno espiritu que infunde la ciencia, el cual fragmentaba sus horas coventuales entre ciencia y oracion, las disciplinas y el laboratorio que le era permitido. Con este texto, Ruben Dario, deja en claro que la fe es un acto de fidelidad, que se sobreentiende en el corazón sin pasar por la cabeza. “No pudo desde ese instante estar tranquilo, pues algo que era una ansia de su querer de creyente, aunque no viese lo sacrilegio que en ello se contenia, punzaba sus anhelos” Toda la historia tiene lugar en el cementerio de un convento, cuya visita va dirigida por un religioso. la guia advierte a sus seguidores sobre la lapida de Fray Pedro, personaje central del cuento. Un personaje “flaco, anguloso, palido” e incluso de espiritu perturbado cuya desgracia se veia venir con su sed de conocimiento. El fraile persuade a

Donna Tartt, el vuelo entre la alta y la baja literatura

Por su primer título,  El secreto  (1992), Donna Tartt  (Greenwood, Misisipí 1963) recibió un adelanto de 450.000 dólares (el equivalente sería hoy una cifra muy superior), caso insólito en alguien que no había publicado aún nada. Antes de salir el libro, un  extenso perfil aparecido en  Vanity Fair  predijo la fama de la autora, anunciando la irrupción en el panorama de las letras norteamericanas de una figura que supuestamente borraba la distancia entre la alta y la baja literatura. Confirmando las esperanzas puestas en ella por sus editores, “El secreto” vendió cinco millones de ejemplares en una treintena de idiomas. Las críticas fueron abrumadoramente favorables, aunque no hubo unanimidad con respecto al diagnóstico de  Vanity Fair.  La primera novela de Donna Tartt es un thriller  gótico que lleva a cabo con singular habilidad el desvelamiento de un misterioso asesinato perpetrado en el departamento de lenguas clásicas de Hampden College, institución universitaria de carácter