Escritos en primera o tercera persona, según la
necesidad narrativa de cada uno, Pepa Antón —que también es pintora—
dibuja en estos 17 relatos la vida de una mujer: la niña que es educada
en el terror al pecado y al infierno en un colegio de monjas; la joven
destinada a ser esposa y madre; los años de lucha en la última etapa
del franquismo; el miedo al desamor, a la soledad, al sufrimiento de
los hijos. Y también la amistad, la complicidad entre mujeres... Una
aguda e inteligente mirada sobre el destino de las mujeres nacidas en
la España de la segunda mitad del siglo XX, el de cientos, miles de
mujeres, cuyas vidas, emociones y vivencias aparecen aquí contadas. Esta
es la historia de muchas de ellas.
EL PRINCIPIO
El
15 de mayo de 1950 tenía siete años y tres meses, me faltaban dos
dientes y estaba en pecado mortal. El traje de organdí, con el que mis
primas mayores habían hecho la primera comunión, colgaba de la lámpara
de mi cuarto y esa noche dormí mal.
En el colegio
nos llamaban las futuras comulgantas. Íbamos a recibir al niño Jesús y
teníamos que ser puras, ahora y hasta el día de la muerte. Ser puras era
tener el alma blanca y transparente, pero con los malos pensamientos y
los actos impuros se llenaba de manchas. Si tenías de eso, te ibas al
infi erno, aunque lo peor de todo era que hacías sufrir al niño Jesús.
A
mí lo de hacer sufrir al niño Jesús no me importaba mucho. Estaba
acostumbrada a pelearme con mis hermanos y a veces, en las apreturas del
tranvía, no sé por qué, pellizcaba con disimulo a algún niño más
pequeño que yo.
Comentarios