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Adriático

Último eslabón del linaje familiar,el profesor Vittorio Brunelleschi ha recibido el encargo de rastrear e inventariar los objetos naufragados en la laguna de Venecia. Bajo la apariencia de trastos inservibles, surgen del lecho cenagoso decenas de restos que cuentan la secular historia de la ciudad: el cuchillo de trinchar de un cocinero del Papa, una bacinilla ducal perdida por un mozo de retrete, los pinceles de una retratista especializada en los peregrinos del Grand Tour, los papeles perdidos de un famoso director de cine, la sandalia de un buscador de souvenirs o las maletas de unos viajeros en diligencia a ninguna parte.  

ENTREVISTA A LA AUTORA
     - ¿Qué papel desempeña esta obra en el conjunto de su trayectoria como novelista?
     - ‘Adriá tico' forma parte de un proyecto literario para intentar contar Europa a través de una galería de novelas. Después de mi Trilogía de la Memoria -dedicada a tres episodios de la España que pudo ser, con ‘Memoria de cenizas', ‘Hijos del Mediodía' y ‘El club de la memoria'-, me apetecía quedarme durante un tiempo a repensar Europa, curiosamente un continente ahora tan perdido y lleno de incertidumbres. ‘El sonámbulo de Verdú n' fue la primera novela, centrada en la Mitteleuropa, y ahora ‘Adriá tico' recrea la Europa meridional, ya que se mueve entre Venecia y Trieste, dos ciudades que reflejan la extrañeza de esa Europa cargada de pasado. No sé si marca un punto de inflexión, más bien es parte de esa continuidad, de esa idea general que ahora me obsesiona de narrar sobre Europa para intentar comprenderla. Aunque sí es cierto que en esta novela he intentado indagar en distintas dimensiones narrativas del recuerdo, en los laberintos de la memoria, y lo hago de una forma diferente a mis obras anteriores que señala ya un camino que seguiré en las próximas obras.
     - ¿Cómo surgió‘Adriá tico', cuá l fue la chispa que encendió este proyecto narrativo?
     - Lo de ‘Adriá tico' ha sido muy curioso porque es quizá s mi libro má s antiguo. La idea de la novela la tuve cuando viajé por primera vez a Venecia con quince años. Recuerdo que se me cayó al agua un souvenir que había comprado y pensé: ¡caramba!, ahora algo mío formará parte de la historia de esta ciudad. Fue algo absurdo, pero esa idea me ha seguido durante muchos años: la obsesión por imaginar la historia de objetos olvidados o perdidos. Esa vieja idea de contar la ‘biografía' de cosas que cayeron al canal regresó en varias ocasiones: cuando estuve en una exposición en Lisboa en la que se rescataban cosas halladas en un naufragio en el Tajo en el siglo XVII, y al visitar el Museo Carnavalet de París ante la visión de una vitrina llena de objetos que se habían encontrado en el fondo del Sena. Lo de Venecia me ha seguido durante todos estos años y me parece una forma curiosa de contar otra historia de esta ciudad, la de las basuras de su laguna, un retrato de la urbe submarina a través de las cosas que pertenecieron a habitantes olvidados, como una ‘contraVenecia' al modo de Paul Morand.

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