En 1953, Giuseppe Tomasi di Lampedusa comenzó a
dictar un singular curso de literatura para un sólo alumno, el joven
estudiante de derecho Francesco Orlando, a quien recibía en su casa tres
veces por semana. Luego se sumaron otros jóvenes a esas sesiones, entre
ellos su futuro hijo adoptivo, Gioacchino Lanza. Fue tal el interés y
dedicación que puso el escritor siciliano en aquellas lecciones, que al
cabo de dos años sus cuadernos de notas sobre el tema ya sumaban más de
mil páginas, las que sólo fueron publicadas de manera póstuma.
Este libro es una vasta antología de esos textos, hasta ahora inéditos en castellano. Con una prosa directa, sobria y sutil, capaz de contener a la vez su intención pedagógica y un elegante despliegue de erudición, el célebre autor de El gatopardo traza aquí una cartografía personal de la literatura inglesa, mediante piezas monográficas que abarcan en su conjunto casi cuatro siglos, desde John Milton y Jonathan Swift hasta Aldous Huxley y Graham Greene.
Leyendo y enseñando a leer, con claridad y énfasis, pero también con humor, refinamiento y desembozada admiración, estás páginas constituyen una cabal introducción al mundo de Blake, Coleridge, Dickens, las hermanas Brontë, Chesterton, Joyce y tantos otros que conforman la imponente tradición literaria anglosajona.
Prólogo
Paz Balmaceda
1955.
En el centro de Palermo se advertían unos pocos edificios alzados en
medio de las ruinas de la ciudad, bombardeada durante la guerra. Entre
esos escombros, todos los días se veía caminar al aristocrático y
solitario Giuseppe Tomasi, el último príncipe de Lampedusa. Transitaba a
paso lento, con una bolsa cargada de libros. No sabía que le quedaban
sólo dos años de vida, aunque debía intuir su propio fin. Mientras su
mujer aún dormía, cada mañana salía de su casa con destino al mismo
café, el Mazzara. Frente a su taza, y junto a un ventanal que no
permitía olvidar ni por un instante el estado de la capital siciliana,
pasaba horas y horas escribiendo y tomando notas en cuadernos. Pocas
personas conocían el contenido de esas páginas que el príncipe iba
llenando con infatigable dedicación. Quizás constituían una suerte de
refugio ante el escenario que le ofrecía el ventanal, pues los añicos de
su ciudad natal lo tenían destrozado por completo. En cualquier caso,
eran los apuntes -centenares de folios- sobre literatura inglesa y
francesa que redactaba concienzudamente para un grupo de jóvenes a los
que veía dos veces por semana para conversar acerca de ambas
tradiciones, que Lampedusa manejaba a cabalidad. Una sustantiva parte de
tales minutas son las que presentamos, por primera vez en lengua
castellana, en este volumen, acotadas a las de literatura inglesa. No
obstante, resulta necesario retroceder un poco en el tiempo y luego
volver al aniquilado Palermo para comprender mejor el origen de estas
anotaciones y también la relevancia de publicarlas hoy.
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