La pura inercia intervino de manera decisiva en la formación de Eric J. Hobsbawm.
Cuando nació, en 1917, el viejo mundo que había reinado hasta entonces
se venía abajo con los estertores de la I Guerra Mundial. Aun así,
creció empapándose en la gran cultura que procedía de aquella
Mitteleuropa en la que habían brillado escritores de la envergadura de
Robert Musil, Italo Svevo, Hugo von Hofmannstahl, Hermann Broch o Joseph
Roth, entre tantos otros. No había cumplido quince años cuando, en
Berlín, se lanzaba a la calle para divulgar panfletos de izquierda que
advertían de los peligros que llegaban con el nazismo. No sirvió de
mucho: Hitler triunfó y la familia de Hobsbawm salió hacia Inglaterra.
Fue allí donde hizo carrera aquel joven que quería dedicarse a la
literatura y terminó como historiador. Nunca ocultó sus simpatías por el comunismo,
pero cuando se vuelve sobre su obra, por cercano que estuviera del
marxismo, su inmensa cultura y su rigurosa capacidad de investigación lo
blindan ante cualquier tentación por la simplificación puramente
ideológica. Para entender a Hobsbawm hace falta escucharlo.
He aquí una selección de fragmentos de una larga entrevista que le hizo
a finales de los noventa Antonio Polito y que se publicó en España en
el año 2000 con el título de Entrevista sobre el siglo XXI
(Crítica). En todo momento se refiere a situaciones concretas, pero si
se prescinde de las coordenadas específicas (por ejemplo, la guerra de
Kosovo) parece seguir dando pistas para enfrentarse mejor a los
conflictos que siguen vivos en la actualidad:
Guerra del futuro. “…determinados individuos o
grandes corporaciones poseen [hoy] tanto dinero como los estados mismos.
En buena parte gracias a la magnitud que han alcanzado las actividades
ilegales, como el tráfico de drogas y el contrabando. […] En las guerras
del futuro etas cuestiones serán, en mi opinión, cada vez más
importantes. […] Trescientos milicianos bien armados, que no estén
controlados directamente por ningún estado o gobierno, pueden
incursionar fácilmente en vastas zonas y limpiarlas de ‘enemigos’. […]
Cuanto menos estructurados, estatales, son los conflictos armados, más
peligrosos son para las poblaciones civiles”.
Limpieza étnica. “Genocidio’ se ha convertido en un
término utilizado con exceso y, por tanto, se ha despreciado; algo así
como lo que ha sucedido con la palabra ‘fascismo’. El genocidio es un
proyecto de eliminación total de una etnia. De algún modo, es una
extensión lógica, y extrema, de la limpieza étnica. […] La limpieza
étnica es un fenómeno que se manifiesta según varios y diversos niveles
de gravedad, y puede ser llevada hasta los extremos del genocidio. Es
algo ya de por sí lo bastante horrible, no hay ninguna necesidad de
empeorar su sentido identificándola con el genocidio”.
Mito nacional. “Los mitos nacionales constituyen
otro problema es en el que hay que saber distinguir entre lo que llega
desde abajo y lo que se impone desde arriba. Esos mitos no surgen
espontáneamente de la existencia real de la gente, son más bien algo que
la gente aprende de alguien: de los libros, de los historiadores, de
las películas; hoy en día de los que hacen televisión. En general no
forman parte de la memoria histórica ni de una tradición viva, excepto
en circunstancias especiales, que se dan cuando, lo que un día se
convertirá en mito nacional, nace de la religión. Es el caso de los
judíos […]”.
Comunismo. “…los regímenes comunistas eran, en
cierto sentido y deliberadamente, regímenes elitistas. Aunque sólo fuese
por el énfasis que ponían en el papel de guía que debía desempeñar el
partido. Su objetivo no era convertir al pueblo, las suyas no eran fes,
sino iglesias oficiales. Por esta razón, la mayor parte de los pueblos
sometidos a estos regímenes estaban fundamentalmente despolitizados. El
comunismo no entró nunca en sus vidas en el sentido en que, por ejemplo,
el catolicismo entró en las vidas y en las conciencias de los pueblos
de América Latina tras la colonización. El comunismo era algo de lo que
se esperaba buenos o malos resultados, pero que en general no fue
interiorizado por los pueblos”.
Estados-nación. “…la globalización es un proceso que
simplemente no se aplica a la política. Podemos tener una economía
globalizada, podemos aspirar a una cultura globalizada, tenemos
ciertamente una tecnología globalizada y una sola ciencia global; pero
de hecho, políticamente hablando, el mundo sigue siendo pluralista,
dividido en estados territoriales. […]
En ese marco hay que preguntarse cuál será el debilitamiento de los
estados-nación. ¿Será bueno, será malo? Ya se verá. Pero lo cierto es
que no se les puede ignorar, no se puede analizar el mundo como si no
existieran o no fuesen importantes. Porque en política es lo único que
tenemos. Las posibilidades de que una sola autoridad global desempeñe
una función política y militar eficaz son igual a cero”.
Individualismo libertario. “Creo que el
individualismo libertario no es una base adecuada para la política del
poder. Porque, en el fondo, el individualismo es lo opuesto a una
política colectiva. Se puede movilizar a los pueblos en la senda del
nacionalismo, del patriotismo o de otras rutas colectivas, pero si se
dice al individuo que lo que cuenta es su supremo interés, luego es muy
difícil convencerlo de que debe subordinar ese interés, aunque sea solo
en parte, a los intereses de los demás”.
Globalización. “Es posible garantizar a todo el
mundo que van a tener igual acceso a la Coca-Cola. Pero no es posible
que todos tengan el mismo acceso a una entrada para el teatro de ópera
de la Scala, de Milán. Porque por la naturaleza misma de este bien, el
número de entradas de la Scala es limitado y no se pueden producir más.
[…]
Por eso creo que el problema de la globalización es la aspiración a
garantizar un acceso tendencialmente igualitario para todos los
productos de un mundo que es, por su naturaleza, desigual y distinto.
Hay una tensión entre dos ‘abstracciones’. Se intenta encontrar un
denominador común al que puedan acceder todas las personas para cosas
que no son, repito, accesibles naturalmente a todos. Y ese denominador
es el dinero, es decir, otra ‘abstracción”.
Los inmigrantes. “En la situación actual, (…) se
corre el riesgo de crear una sociedad dual: la primera caracterizada por
la ciudadanía plena, dotada de plenos derechos; la segunda, compuesta
por extranjeros con características de underclass permanentes. A
algunos de ellos se les concederá ciertas formas de ciudadanía, pero a
la mayoría se la considerará, en ciertos aspectos, como a una raza
inferior, al menos desde el punto de vista de los derechos de
ciudadanía. Hoy en día la mitad de los inmigrados que viven en Europa es
clandestina, ilegal, y por lo tanto carente de derechos. A corto plazo,
las víctimas de esta situación no experimentarán plenamente las
consecuencias, porque si eres un emigrado del África negra, aun sin
derechos de ciudadanía estás mucho mejor ganándote la vida en Florencia,
pongamos por caso, que en tu país de origen. Este proceso crea una
sociedad de apartheid”.
(Fragmentos del libro de Eric J. Hobsbawm Entrevista sobre el siglo XXI. Al cuidado de Antonio Polito. Traducción de Gonzalo Pontón. Crítica. Barcelona, 2000. Selección de José Andrés Rojo).
El País
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