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Antigua luz

Alexander Clave es un viejo actor de teatro que recuerda su fugaz e intenso primer amor. Un rodaje cinematográfico le llevará a intimar con una joven y popular actriz cuya vida se ha asomado al abismo y al inesperado hallazgo de respuestas acerca del destino final de las mujeres que marcaron a fuego su vida.

«Billy Gray era mi mejor amigo y me enamoré de su madre. Puede que amor sea una palabra demasiado fuerte, pero no conozco ninguna más suave que pueda aplicarse.» 

«Banville demuestra su talento para escribir sobre la verdadera textura del erotismo... Merece vender diez veces más que Cincuenta sombras de Grey.»Sunday Express

«El jurado de Estocolmo debería descolgar el teléfono ya mismo.»Financial Times

«¡Qué guía de excepción es el increíblemente talentoso Banville hacia lo más extraño de nosotros mismos y de nuestro viaje!»The Observer

«Algo así como lo que brinda el gran escritor portugués José Saramago: un mundo a la vez azaroso, de ensueño y profundamente arraigado en la experiencia.»The Times

«Banville es un maestro y su prosa un deleite incesante.»Martin Amis

«Una nueva novela deslumbrante... Toda la gracia y el aplomo que esperamos del autor.»The Independent

Comienzo del libro
 Billy Gray era mi mejor amigo y me enamoré de su madre. Puede que amor sea una palabra demasiado fuerte, pero no conozco ninguna más suave que pueda aplicarse. Todo esto ocurrió hace medio siglo. Yo tenía quince años y la señora Gray treinta y cinco. Estas cosas son fáciles de decir, pues las palabras no sienten vergüenza y nunca se sorprenden. Puede que la señora Gray todavía viva. Ahora tendría, ¿cuántos, ochenta y tres, ochenta y cuatro? Tampoco es muy mayor, para estos tiempos. ¿Y si emprendiera su búsqueda? Sería toda una aventura. Me gustaría volver a enamorarme, me gustaría volver a enamorarme, sólo una vez más. Podríamos seguir un tratamiento de glándulas de mono, ella y yo, y volver a ser como hace cincuenta años, entregados a nuestros éxtasis. Me pregunto cómo le irá, suponiendo que siga en este mundo. En aquella época era tan desdichada, y debe de haber sido tan desdichada, a pesar de su valerosa e inquebrantable jovialidad, y de verdad espero que las cosas le fueran mejor.

¿Qué recuerdo de ella ahora, en estos días suaves y pálidos en que caduca el año? Imágenes del pasado remoto se agolpan en mi cabeza, y la mitad de las veces soy incapaz de distinguir si son recuerdos o invenciones. Tampoco es que haya mucha diferencia, si es que hay alguna. Hay quien afirma que, sin darnos cuenta, nos lo vamos inventando todo, adornándolo y embelleciéndolo, y me inclino a creerlo, pues Madame Memoria es una gran y sutil fingidora. Los pecios que elijo salvar del naufragio general -¿y qué es la vida, sino un naufragio gradual?- a veces asumen un aspecto de inevitabilidad cuando los exhibo en sus vitrinas, pero son azarosos; quizá representativos, quizá de manera convincente, pero sin embargo azarosos.

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