Ir al contenido principal

Dejar las cosas en sus días


Una novela de personajes e historias entrelazadas, en la mejor tradición de las sagas familiares, y capaz de recrear a la vez episodios de la historia de España del siglo XX.
Aida, una periodista en la cuarentena, vive obsesionada con encontrar los restos de su abuelo, asesinado durante la Guerra Civil. Para ello reconstruye la historia de su familia, los Montañés, desde que se afincaron en Asturias a principios del siglo XX para trabajar en las explotaciones mineras del marqués de Comillas, paradigma del paternalismo industrial en un entorno agitado por el movimiento obrero.
La verdad sobre la casa de Pomar se irá revelando a pesar del conflicto que articula la trama: el debate entre quienes piensan que es mejor dejar las cosas en sus días y el empeño de Aida por recuperar y dignificar el pasado al amparo de la apertura de fosas comunes previo a la aprobación de la Ley de Memoria Histórica.
Mientras emprende esa búsqueda, entabla una relación con Bruno Braña, un actor con un carácter envolvente con el que mantiene un romance perturbador y comparte la inquietud por desentrañar la propia identidad.


COMIENZO DEL LIBRO

Si Benito Montañés hubiera sabido, al asomarse a la mirada aturdida de la niña que acababa de parir su mujer, interpretar los augurios de una rebeldía que sólo podía engendrar desdicha, se habría pensado mucho pronunciar la frase que, con la solemnidad que solía aplicar a la mayoría de sus aseveraciones, dijo a continuación:
-Se llamará Claudia.
Y como consecuencia, la trilliza Paloma se habría librado del pescozón que le suministró Sidra, la hermana mayor, tras la rapidez de su respuesta. 
—¡¡Como las ciruelas!!
Ni la salida de tono, no tanto por lo impropio de la observación, como por el hecho imperdonable de haber irrumpido en una conversación de mayores —algo muy castigado en la casa de Pomar—, consiguió alterar el gesto de Benito Montañés, que en ese momento transitaba a bordo de algo parecido al arrobo, por pensamientos felices localizados en los días que se avecinaban, y en cómo el Altísimo, en su infinita sabiduría, ponía orden en el universo y en el discurrir de los acontecimientos y, a pesar de la amenaza de huelga y de lo revuelto que estaba todo, había hecho coincidir, como él tanto había pedido en sus oraciones, el nacimiento de su hija con la visita tanto tiempo esperada. Él habría preferido que fuera un niño, y no ya porque aquella casa con Sidra y las trillizas pareciera un gineceo en el que sobrevivía Manuel como único varón, y poco, por cierto, tan frágil, siempre acatarrado y flaco, sino porque entonces se habría llamado Claudio. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Carta de Manuela Sáenz a James Thorne, su primer marido

No, no y no, por el amor de Dios, basta. ¿Por qué te empeñas en que cambie de resolución. ¡Mil veces, no! Señor mío, eres excelente, eres inimitable. Pero, mi amigo, no eres grano de anís que te haya dejado por el general Bolívar; dejar a un marido sin tus méritos no seria nada. ¿Crees por un momento que, después de ser amada por este general durante años, de tener la seguridad de que poseo su corazón, voy a preferir ser la esposa del Padre, del Hijo o del Espíritu Santo o de los tres juntos? Sé muy bien que no puedo unirme a él por las leyes del honor, como tú las llamas, pero ¿crees que me siento menos honrada porque sea mi amante y no mi marido? No vivo para los prejuicios de la sociedad, que sólo fueron inventados para que nos atormentemos el uno al otro. Déjame en paz, mi querido inglés. Déjame en paz. Hagamos en cambio otra cosa. Nos casaremos cuando estemos en el cielo, pero en esta tierra ¡no! ¿Crees que la solución es mala? En nuestro hogar celestial, nuestr

La extraña muerte de Fray Pedro

En 1913, el nicarag ü ense Ruben Dario presenta este cuento, el cual relata la historia de un fraile que muere en nombre de la ciencia. Un ser pertubado por el maligno espiritu que infunde la ciencia, el cual fragmentaba sus horas coventuales entre ciencia y oracion, las disciplinas y el laboratorio que le era permitido. Con este texto, Ruben Dario, deja en claro que la fe es un acto de fidelidad, que se sobreentiende en el corazón sin pasar por la cabeza. “No pudo desde ese instante estar tranquilo, pues algo que era una ansia de su querer de creyente, aunque no viese lo sacrilegio que en ello se contenia, punzaba sus anhelos” Toda la historia tiene lugar en el cementerio de un convento, cuya visita va dirigida por un religioso. la guia advierte a sus seguidores sobre la lapida de Fray Pedro, personaje central del cuento. Un personaje “flaco, anguloso, palido” e incluso de espiritu perturbado cuya desgracia se veia venir con su sed de conocimiento. El fraile persuade a

Donna Tartt, el vuelo entre la alta y la baja literatura

Por su primer título,  El secreto  (1992), Donna Tartt  (Greenwood, Misisipí 1963) recibió un adelanto de 450.000 dólares (el equivalente sería hoy una cifra muy superior), caso insólito en alguien que no había publicado aún nada. Antes de salir el libro, un  extenso perfil aparecido en  Vanity Fair  predijo la fama de la autora, anunciando la irrupción en el panorama de las letras norteamericanas de una figura que supuestamente borraba la distancia entre la alta y la baja literatura. Confirmando las esperanzas puestas en ella por sus editores, “El secreto” vendió cinco millones de ejemplares en una treintena de idiomas. Las críticas fueron abrumadoramente favorables, aunque no hubo unanimidad con respecto al diagnóstico de  Vanity Fair.  La primera novela de Donna Tartt es un thriller  gótico que lleva a cabo con singular habilidad el desvelamiento de un misterioso asesinato perpetrado en el departamento de lenguas clásicas de Hampden College, institución universitaria de carácter