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La libertad innegociable del corredor.

"La gente me pregunta por qué corro. yo les digo: ¿Por qué dejaste de correr?"
Jeremy Wariner

El hombre, como ese ser trasladable, tiende por necesidad bajo el enfoque ardiente de su experiencia empujar la autenticidad de su existencia, y que mejor manera que hacerlo a través del correr. El hombre corre bajo la condición indefinible de un momento, que a muchos le podría ser extraño, pero solo él tiene bajo el intrépido recurso buscar la libertad que en cada huella deja sus pies al pisar terrenos que una vez  ilusiono andar.  Solo las circunstancias de sus sueños lo llevan a crear caminos, a asumir el correr como sinónimo de libertad, pues crea adeptos de palabras, que solo giran en su mente, que se anexionan como lluvia que cae de los cielos, como si la tierra  reclamara su pertenencia, así reclama la voz del corredor en su momento de trillar caminos que todo lo que pisa le pertenece, sin importar que el cuerpo tiranice contra él.

El gran número de corredores llevan bajo juramento de fidelidad, que solo se comienza un día, pero ese día no esta regido ni por el sol ni por la luna, ni por la lluvia, solo se encuentra determinado por la pura convicción que ejerce el correr, pues no podría haber ninguna acción humana eficaz, sino la aceptación que él mismo se impone cada kilometro, cada metro, donde la infancia le sobrevive, y ese aparente limbo temporario despierta en él, el sentido que le hace correr, pues parece un niño que solo corre, corre y corre, mientras sus más próximos solo lo tildan con todas palabras de un diccionarios jamás realizado.     

Mirar el rostro de un corredor, sin importar sus años, es avizorar la imagen de un niño, que solo quiere retozar con el tiempo, su mas entrañable recurso para despertar el interés a vencer, manotear la brisa que le hacer frente, pero que no le detiene, en él no existe el fracaso, como esa simultaneidad de ademan, más si, la palabra comprometida como eficacia, en lugar de vergüenza al incumplimiento de una meta, la indignación es un empuje para continuar y dejar en ridículo el sedentario dedo acusador.  De hecho, si bien se mira la turbulencia estelar que deja su cuerpo al ser reflexiva, es siempre una vergüenza contra sus opositores que siempre encontraran un supuesto desparramado espacio de dar vida a las criticas, que no le detiene, sino al contrario muestra sus piernas henchidas y estables, satisfechas de haber cruzado la meta, de haber logrado el objetivo.

Ese es el corredor, que temprano en la mañana deja su cama, olvidando las recomendaciones del descanso del cuerpo, se tira de ella en una lucha titánica, tiránica del cuerpo, de la mente, con la firme convicción de que es un compromiso correr hoy. Pisar terreno, asfalto, ya para él es una visualización de libertad, que no negocia, que solo vive en cada minuto, segundo que transcurre al dar la primer pisada. Se declara asi mismo un Falstaff, expresando que el honor es viento, y ese viento es tiempo que ha de vencer hoy al corre.

El corredor es: soñador, incansable, indetenible, infatigable, olvidadizo, espartano, orgulloso, acucioso, niño, juguetón, campeón, etc, etc....

Simplemente, corredor....libertad.....

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