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El triunfo de un inadaptado

El fabuloso mundo inventado por Tim Burton tiene mayor peso en la creación de personajes y en su estética siniestra y festiva que en su labor como director. Una biografía del cineasta se adentra en su personalidad y analiza sus películas.

Cuando Burton tomó la decisión de dejar la factoría Disney estuvo a punto de convertirse en un fracasado como Ed Wood, el director a quien dedicó una magnífica película en los años noventa. Se arriesgó y triunfó. Prueba de su éxito es la exposición que le dedicó el MOMA hace un par de años. Ahora se publica la biografía de Antoine de Baecque aparecida originalmente en francés. Baecque compagina su trabajo como historiador del siglo XVIII con su labor como crítico de teatro y de cine. Ha sido jefe de redacción de la prestigiosa revista Cahiers du Cinéma y director del Museo del Cine de la Filmoteca Francesa. La biografía se detiene en toda la filmografía del realizador estadounidense, desde sus primeras colaboraciones para la factoría Disney y su primer proyecto personal, Vincent (1982), hasta Alicia en el país de las maravillas (2010). Retrata, y nunca mejor dicho pues el libro está trufado con más de cien ilustraciones, el mundo gótico, siniestro, melancólico, carnavalesco, introvertido, pintoresco, híbrido, travestido y mutante del cineasta estadounidense y analiza sus antihéroes, muertos vivientes, esqueletos y monstruos todos ellos muy maquillados, despeinados -en el más puro estilo nido de pájaro- y con cicatrices mostradas con ostentación y al mismo tiempo con naturalidad. Unas películas en las que también caben auténticos dandis como Jack Skellington, el protagonista de Pesadilla antes de Navidad, la sensualidad de Catwoman en Batman returns, la seducción de la marciana a la que da vida Lisa Marie en Mars Attacks!, el cándido e inocente Eduardo Manostijeras o la pálida belleza de la Novia cadáver. En este mundo, como apunta Baecque, son más importantes los personajes que las historias, la composición de un universo que la narración clásica. En suma, es "más atrezista que director, más decorador que cineasta, más maquillador que dramaturgo". Se siente como pez en el agua en el proceso creativo anterior al rodaje, el de los maquillajes, los trajes, las máscaras, las animaciones y los decorados. Este insólito universo aparentemente superficial esconde profundas reflexiones por parte de su creador. En sus películas los héroes, como Batman, menguan ante el lado oscuro y los personajes malvados o diferentes. Salen mal parados los nuevos ricos, los militares, los famosos y los políticos y, en cambio, en Mars Attacks! se salvan las abuelas con demencia senil, las niñas góticas y los tontos de pueblo. En Charlie y la fábrica de chocolate, por poner otro ejemplo, realiza una crítica feroz a los niños mimados y a su educación. Burton llega a exclamar "¡el mundo está repleto de niños horribles!". Sus películas precisamente no van dirigidas a los más pequeños, sino a adolescentes y mayores que conservan en su interior a ese niño inocente que representa Charlie. Nunca un inadaptado, como dice Johnny Depp, se ha adaptado tan bien y ha sabido atraer ciento de millones de dólares para financiar sus producciones, sin dejar de ser, como apunta Baecque, un punki desgreñado, un soñador que hace realidad sus sueños, un poeta del gótico, un apóstol de lo macabro y un defensor de lo extraño. El Coco de los niños mimados ha conseguido el reconocimiento mundial y enriquecerse gracias a su provocador y sedicioso talento. -

El País

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