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“El horror produce un gran arte”

Para ser un escritor que firma una novela que, dice, está inspirada en la rabia, Álvaro Enrigue (Ciudad de México, 1969) está de excelente humor. “El mal humor tiene gracia”, afirma. El autor mexicano ha ganado el premio Herralde de novela por Muerte Súbita, un duelo entre “dos monstruos”, Caravaggio y Quevedo, que se enfrentan en una cancha de tenis.
¿Por qué el pintor y el escritor? Porque el italiano es el símbolo de la contrarreforma, un rebelde, uno que va contracorriente y el español es un defensor del imperio, el catolicismo y la hispanidad. Pero les une la rabia, el mal humor. Que contrasta con el de Enrigue. Ríe cuando se entera que un empleado del hotel en que se hospeda, Álvaro Enríquez, ha recibido (extrañado) felicitaciones por ganar el premio Herralde. Ocurre que es casi su homónimo y el del conmutador se confundió. Enrigue está de buen humor. La de hoy, explica, “es una felicidad enorme, pero también una cosa muy discreta”.
Pregunta. ¿Por qué discreta?
Respuesta. Porque es un premio literario. La literatura no es noticia, salvo en días excepcionales. Es un premio también hospitalario, porque lo han recibido autores que he leído y admiro mucho.
P. Ha dicho que Muerte Súbita es un libro lleno de rabia. ¿Por qué?
R. Por el mundo. Y la gente, la gente que yo veo, está enojada. Enojada con lo que ha pasado en México en los últimos años, enojada con lo que ha pasado en Europa en los últimos años. Está mal que manden los banqueros, está mal que manden los narcos, está mal que Estados Unidos nos espíe y está mal que nadie diga nada y que nos resignemos a llevar el pecado de no ser estadounidenses. Es una novela escrita con el mal humor por todo lo que ha salido mal.
“Todos somos responsables de lo que está pasando en México”
P. La novela se sitúa entre los siglos XVI y XVII, ¿por qué esa época?
R. Porque es justo el momento de eclosión de la modernidad. Un tiempo lleno de atrocidades y también de muchas cosas hermosas. Hoy, por ejemplo, es San Carlos Borromeo, ejemplo de la Roma en la que vivió Caravaggio, que había heredado esa moral estrictísima que produjo la contrarreforma y que, aun así, hizo exactamente lo que le vino en gana. Cuando le encargaron un cuadro para la Basílica de San Pedro entregó el que quiso y no el que le pidieron. Pintaba, pero no como le decían los jefes que pintara.
P. El escritor Sergio González Rodríguez escribió en Reforma hace unas semanas que la violencia en México ha propiciado una nueva generación de escritores, ¿qué opina?
R. Que el horror produce un gran arte. También las horas difíciles producen cosas buenas. Y no sólo pasa en México. En España, por ejemplo, la crisis ha propiciado actos de solidaridad conmovedores. Las horas difíciles producen cosas buenas. La novela es una respuesta muy eficaz para las preguntas complejas. Es impresionante la cantidad de buenos escritores mexicanos, más jóvenes que yo, que se suman a un acumulado de buenos autores. Y es lógico que este atroz momento estuviera ligado a un gran momento artístico. Al final es bueno que nos veamos al espejo. Y la novela es una herramienta de lujo para hacerlo.
P. ¿Y en México qué refleja el espejo?
R. Que el monstruo lo hicimos entre todos. Es hora de que hagamos un examen de conciencia. Todos somos responsables de lo que está pasando en México.
P. ¿Es bueno escribir con rabia?
R. Es mejor que escribir deprimido. Se escribe muy bien al estar deprimido, pero es horrible sentirse así. Y la rabia es un gran motor para el arte. Las niñas que pinta Caravaggio son niñas llenas de rabia, igualmente con el otro monstruo del que hablo, Quevedo, que ha escrito una poesía llena de mal humor.
El Pais

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