Ir al contenido principal

Contar mentiras para salvarse

“Yo soy judío y árabe”, lanza Eduardo Halfon (Guatemala, 1971). No lo hace por epatar sino que es la constatación de años de búsqueda de su identidad, y ha llegado a la conclusión de que, como todas, “es una construcción”. Ese es el río subterráneo que fluye en Monasterio, su última —y como todas “breve horizontalmente pero profunda verticalmente”— novela de claro signo autobiográfico. No es casual que el casi opúsculo inaugure línea editorial en Libros del Asteroide, que creada en 2005 sigue configurando también su identidad y ahora, tras arrancar con clásicos modernos de no menos de una década de antigüedad y ampliar sucesivamente a la no ficción literaria (2007) y a la narrativa extranjera contemporánea (2009), decide incorporar inéditos en castellano.

“Tengo abuelos egipcios, libaneses y sirios y son judíos de allí; de muchas palabras debo preguntar si su origen es judío o árabe, me ocurre lo mismo con la comida…”, cuenta Halfon como enésima constatación de lo compleja que es la vida y los sentimientos. Como los de los dos hermanos guatemaltecos recién aterrizados en Tel-Aviv para la boda de su hermana con un judío ortodoxo (“pero que no quieren estar ahí”) protagonistas de su novela, que como todos sus 11 libros anteriores (seis en España) “es una búsqueda de raíces, de comprender la identidad, mi identidad”.

El autor escribe en castellano, aunque emigró a EE UU siendo un niño

No lo tiene fácil el autor de El boxeador polaco y La pirueta con las que Monasterio construiría “una rayuela literaria” que tiene a su abuelo polaco, que pasó por Auschwitz, como espoleta. Con apenas 10 años, Halfon emigra con sus padres a EE UU donde se hace ingeniero industrial “de formación y de carácter”, algo que se nota en la estructura de sus obras y sus frases, todo felizmente corto y cartesiano. Y luego regresa a Guatemala, pero “con el español perdido”. Está totalmente desubicado. Tampoco es lector ni tiene libros en casa. “Es un mundo que ignoro hasta que, con 29 años, en un proceso vertiginoso y azaroso, me convierto en lector obsesivo y curso Filosofía y Letras y cambio; me enquijoté”, define con humor de connaisseur.

Desde 2003, con Esto no es una pipa, Saturno, Halfon ha publicado una media de un título por año. “Mis referentes son más norteamericanos, me gusta Faulkner, Poe, Joyce, pero sólo escribo en castellano: tengo un diccionario a la par, aunque me pasa cada vez menos tener que consultarlo”. El dominio ha sido tal que en 2007 fue escogido entre los 39 mejores escritores latinoamericanos menores de 39 años.

La opción lingüística tiene su lógica. “Mi infancia fue en español y mis libros siempre van a la infancia”, admite. Toda su obra es “un retroceso narrativo a mis orígenes y un acercamiento a la intolerancia religiosa y cultural”. Y, tras pensarlo, añade: “También está el tema de la salvación y la palabra como poder de salvación, y cuántas mentiras estamos dispuestos a contar o a escuchar para salvarnos”.

Todas las ficciones de Halfon están amasadas en la realidad. “El arranque es muy próximo a mí, el autor siempre tiene mi identidad, suele llamarse Eduardo… Soy y no soy a la vez”, vuelve. El peso del judaísmo también es una constante vital. “Lo tengo más como cultura que como religión; me interesa mucho más como fuente de historias; necesito estar lo más lejos posible de él para verlo con objetividad, aunque eso implica el rechazo de mi familia”.

Cabeza afeitada, barba y bigote completos y poblados, nariz recta y notable, gafas redondas, Halfon no duda en decir que “se debe ser judío a veces”, como tampoco titubea el narrador a la hora de rechazar el judaísmo ortodoxo: “Verlo cuando visité Jerusalén me provocó cierto desasosiego. No es sólo el pulso Israel-Palestina, está este, con una comunidad ultraortodoxa que mantiene un gueto físico incluso”. De ahí una de las imágenes del libro, la de un hombre ahogándose en sus talit [especie de manto utilizado normalmente por hombres en el culto] : “Lo que debería salvarle le estaba ahogando”, explica Halfon. En la obra, escribe: “Ese discurso del judaísmo no como religión sino como genética, sonaba igual que el discurso de Hitler”. Halfon tuvo una hermana ortodoxa. “Ya no lo es, afortunadamente”.

Hay siempre en la obra del autor guatemalteco música explícita de fondo (“es el arte en mayúscula, hubiera querido ser músico”), un punto de erotismo —“de pre-erotismo; el flirteo, la seducción mejor”, puntualiza— y algo de humor. “llegan en el momento más solemne. Busco desarmar al lector”. Igual que cuando cuenta la historia de un personaje que se salva de los nazis al disfrazarse, “o sea, por mentir, por cambiarse la identidad”, vuelve al inicio el escritor-personaje, a la que es la razón de toda su obra. Un bucle vital. “Uno de los dos Halfon tiene que morir para que esto pare”, concluye.

El Pais

Comentarios

Entradas populares de este blog

Carta de Manuela Sáenz a James Thorne, su primer marido

No, no y no, por el amor de Dios, basta. ¿Por qué te empeñas en que cambie de resolución. ¡Mil veces, no! Señor mío, eres excelente, eres inimitable. Pero, mi amigo, no eres grano de anís que te haya dejado por el general Bolívar; dejar a un marido sin tus méritos no seria nada. ¿Crees por un momento que, después de ser amada por este general durante años, de tener la seguridad de que poseo su corazón, voy a preferir ser la esposa del Padre, del Hijo o del Espíritu Santo o de los tres juntos? Sé muy bien que no puedo unirme a él por las leyes del honor, como tú las llamas, pero ¿crees que me siento menos honrada porque sea mi amante y no mi marido? No vivo para los prejuicios de la sociedad, que sólo fueron inventados para que nos atormentemos el uno al otro. Déjame en paz, mi querido inglés. Déjame en paz. Hagamos en cambio otra cosa. Nos casaremos cuando estemos en el cielo, pero en esta tierra ¡no! ¿Crees que la solución es mala? En nuestro hogar celestial, nuestr

La extraña muerte de Fray Pedro

En 1913, el nicarag ü ense Ruben Dario presenta este cuento, el cual relata la historia de un fraile que muere en nombre de la ciencia. Un ser pertubado por el maligno espiritu que infunde la ciencia, el cual fragmentaba sus horas coventuales entre ciencia y oracion, las disciplinas y el laboratorio que le era permitido. Con este texto, Ruben Dario, deja en claro que la fe es un acto de fidelidad, que se sobreentiende en el corazón sin pasar por la cabeza. “No pudo desde ese instante estar tranquilo, pues algo que era una ansia de su querer de creyente, aunque no viese lo sacrilegio que en ello se contenia, punzaba sus anhelos” Toda la historia tiene lugar en el cementerio de un convento, cuya visita va dirigida por un religioso. la guia advierte a sus seguidores sobre la lapida de Fray Pedro, personaje central del cuento. Un personaje “flaco, anguloso, palido” e incluso de espiritu perturbado cuya desgracia se veia venir con su sed de conocimiento. El fraile persuade a

Donna Tartt, el vuelo entre la alta y la baja literatura

Por su primer título,  El secreto  (1992), Donna Tartt  (Greenwood, Misisipí 1963) recibió un adelanto de 450.000 dólares (el equivalente sería hoy una cifra muy superior), caso insólito en alguien que no había publicado aún nada. Antes de salir el libro, un  extenso perfil aparecido en  Vanity Fair  predijo la fama de la autora, anunciando la irrupción en el panorama de las letras norteamericanas de una figura que supuestamente borraba la distancia entre la alta y la baja literatura. Confirmando las esperanzas puestas en ella por sus editores, “El secreto” vendió cinco millones de ejemplares en una treintena de idiomas. Las críticas fueron abrumadoramente favorables, aunque no hubo unanimidad con respecto al diagnóstico de  Vanity Fair.  La primera novela de Donna Tartt es un thriller  gótico que lleva a cabo con singular habilidad el desvelamiento de un misterioso asesinato perpetrado en el departamento de lenguas clásicas de Hampden College, institución universitaria de carácter