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Historia del silencio. Del renacimiento a nuestros días

Título original: Historie du silence

Autor: William Alain Corbin

Traducción: Jordi Bayod

Editorial: Acantilado

Año de publicación:2016

Año de edición : 2019

Número de página: 152

Genero: Ensayo, historia, 

 

Tras formarse en la Universidad de Caen, donde tuvo como profesor a Pierre Vidal-Naquet, este especialista de la historia social y de las representaciones del siglo XIX, fue catedrático en la Universidad de Tours y posteriormente en la Universidad de París 1 Panthéon-Sorbonne. Precursor de la historia de las sensibilidades, se ha interesado por el deseo masculino de la prostitución en Les Filles de noce (1978), el olfato y su imaginario social en Le Miasme et la Jonquille (1982), el ser humano y su relación a la orilla en El territorio del vacío (1988), el paisaje sonoro en el campo francés del siglo XIX en Las campanas de la tierra (1994) o la creación del ocio en L 'Avenement des loisirs (1995). Es igualmente uno de los precursores de la percepción social de los fenómenos meteorológicos, interesándose especialmente por la lluvia en una obra colectiva titulada Lluvia, sol y viento. Una historia de sensibilidad al clima (2013). Ha promovido igualmente la microhistoria ilustrada en su biografía de un almadreñero desconocido, escogido por puro azar en los archivos del Orne, y plasmada en la obra El mundo redescubierto de Louis-Frangois Pinagot, tras las huellas de un desconocido, 1798-1876 ( 1998). Alain Corbin es, hoy en día, el historiador francés más traducido en el mundo y una de las principales figuras de la historiografía a nivel internacional.

 

Este libro, dedicado a la historia del silencio, el autor observó que "el silencio no es solamente [la] ausencia de ruido. Lo hemos prácticamente olvidado. Los puntos de referencia se han desnaturalizado, debilitado, des-sacralizado. El miedo e incluso el terror ante el silencio se han intensificado "(p. 9). No obstante, nuestros antepasados ​​valoraban la profundidad y los sabores del silencio al considerarlo como la condición sine qua non del recogimiento, de la escucha de sí mismo, de la meditación, de la oración, de la ensoñación y de la creación. Desde el siglo XVIII, las personas valoraron el silencio que imperaba en el desierto y supieron escuchar la montaña y el campo. De la misma forma, "la intimidad tanto de los lugares, el de la habitación y de sus objetos, como el del hogar, estaba tejida de silencio". A su vez, el silencio daba cuenta de la intensidad de la relación amorosa habrá la condición de que la unión de las almas y de los cuerpos de los amantes sea presagiaba la perpetuación del sentimiento. Por último, "la vida del enfermo, la proximidad de la muerte, la presencia de la tumba despertando una gama de silencios" (p. 10).

 

Alain Corbin apoyado en referencias literarias y artísticas, crea las bases de lo que será la filosofía del silencio, el cual con la disciplina personal permite contralar o preservar. Ciertos ruidos o mandatos verbales son la antesala que anuncia su presencia. El silencio de algún modo puede ser táctico, tanto que si quieres  destrozar los argumentos de tu interlocutor solo escúchalo y déjalo hablar, ese espacio de silencio descompone cualquier argumento de lucha. Puede, volviendo a la paradoja, cargarse de elocuencia, por ejemplo en el amor, que ayuda a mantener ("Entro en tu amor como en una iglesia", escribe Georges Rodenbach) y citas de Corbin, como por ejemplo, L'Astrée, Senancour, Vigny, Hugo o Mauriac; pero también en el odio, a veces expresado en silenciosas cavilaciones. 

 

Ir en busca de los silencios implica entonces sumergirse inmediatamente en donde potencialmente podrían existir. El autor llama así la atención sobre los lugares de silencio que, desde el Renacimiento, han sido lugares de intimidad. Al recordar el estudio de Michelle Perrot, Alain Corbin subraya que el dormitorio es entonces fundamental, especialmente para los poetas que buscan un refugio donde deleitarse con el silencio para crear, como Charles Baudelaire o


escritores como Marcel Proust o Franz Kafka. Para el autor de En busca del tiempo perdido, el silencio del dormitorio es el núcleo de su obra. Desde los gratos recuerdos del dormitorio de la tía Léonie hasta el sutil erotismo del de Alberte, el silencio del dormitorio no solo sirve como marco para la imaginación de la novela, es parte de la trama y define a los personajes. Por tanto, es natural que el autor se interese por los objetos y colores que contribuyen al silencio del dormitorio. La lámpara de noche, casi una metonimia del sueño, y los adornos grises y blancos son ya una fuente de calma para Rodenbach. Pero el dormitorio, el lugar por excelencia de la interioridad, no es el único lugar que se aborda en el libro. Una catedral, “silencio incrustado en piedra” para usar la hermosa frase de Max Picard, es un ejemplo.

 

Además de un libro de historia, la obra de Alain Corbin es también, y quizás sobre todo, una invitación a distanciarnos de todos los ruidos que acaban devorando nuestro modo de existencia. Como advertencia, una de las frases del preludio atraviesa la lectura y se nos impone desde el punto final: "La sociedad nos manda a cumplir con el ruido para ser parte del todo y no para escucharnos a uno mismo. ". De modo que los silencios del tiempo resuenan en nuestra propia conciencia.

 

Es un excelente libro que no ayuda a retomar esos espacio donde el silencio es el rey de nuestra serenidad, donde nos invita a mezclarnos con esos momentos donde uno mismo se encuentra, donde podamos construir esa paz interior que evoca el silencio.

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