Ir al contenido principal

Octavio Paz: el intelectual total y su puesta en claro del idioma

Borges generó la ilusión de que había leído todos los libros y revisado todas las bibliotecas. Su erudición parecía tan absoluta que, en su caso, el olvido era una forma de la cercanía y la espontaneidad. Importa poco saber si sus alusiones se basaban en conocimientos reales. Su destreza literaria nos hizo sentir que así era. Lo singular es que ese intrincado universo dependía de certezas y pasiones cotidianas. En su último relato,La memoria de Shakespeare, el protagonista hereda los recuerdos del tumultuoso autor inglés y descubre, asombrosamente, que son tan comunes como los de todos los hombres. Ya Beatriz Sarlo señaló con acierto que el Borges metafísico, tan discutido, se sustenta en el Borges orillero, menos valorado.
Algo similar sucede con Octavio Paz. La riqueza de su pensamiento suscita la impresión de que sólo se ocupó de temas complejos, fundamentales, altamente sofisticados. El inventario de sus intereses incluye las luchas sociales del siglo XX, los presocráticos, el arte tántrico, Sor Juana y Siglo de Oro, Marcel Duchamp, el mito en Mesoamérica, el estructuralismo, las vanguardias, el PRI, el erotismo, las drogas, el haikú y el expresionismo abstracto. En libros como Blanco y Ladera Este su poesía adquiere elevada temperatura intelectual: versos que son ideas. En opinión de Alejandro Rossi, fue “un enamorado de la modernidad”. No rehusó la experimentación ni el diálogo con otras disciplinas. Enciclopédico y torrencial, parecía dedicado a la desmesura de construir la civilización de un solo hombre.
Enciclopédico y torrencial, parecía dedicado a la desmesura de construir la civilización de un solo hombre
Es fácil advertir la originalidad de Borges al abordar la literatura fantástica como una rama de la filosofía. Más complicado resulta advertir ahí el eco de sus caminatas de barrio. La imaginación es como la memoria de Shakespeare: su lejano fulgor depende de una chispa que pasa inadvertida por ser demasiado próxima y que surge de las asperezas diarias. La galaxia de intereses pazianos deriva un mismo estímulo: el lenguaje que escuchó con fervor crítico.
De niño oyó a su abuelo, el editor y político liberal Ireneo Paz, y se acercó a los rumores de la plaza de Mixcoac, donde se mezclaban los feligreses de la iglesia, los vendedores ambulantes y los pregoneros de la Revolución. En la Guerra Civil española presenció una escaramuza y descubrió una lección de otredad: incluso el enemigo tiene voz humana. No es casual que se interesara en la antropología, de los Tristes trópicosde Claude Lévi-Strauss a Las enseñanzas de don Juan, de Carlos Castaneda.
Cazador de palabras, admiró la libertad del surrealismo, pero, como Buñuel en Los olvidados, quiso devolverlo a una realidad intervenida por el inconsciente.
Su gran instrumento fue la lengua de todos los días. No es casual que algunos de sus títulos provengan de refranes o frases hechas: Las peras del olmoLibertad bajo palabra¿Águila o sol? (nuestra manera de decir “¿cara o cruz?”). Su mayor logro en esta línea fue convertir un término de electricistas en una opción intelectual: Corriente alterna.
En 1943 escribió elocuentes artículos sobre el habla popular mexicana. Ahí se ocupó del vacilón, la muy mexicana manera de bromear: “Elvacilón es una especie de pinchazo que desinfla globos públicos y privados. Es una advertencia contra la vanidad y la fanfarronería, contra las posturas excesivas o patéticas”. Dedicó otro texto al ninguneo, ejercicio vernáculo que convierte a los demás en sombras, y adelantó las reflexiones que en El laberinto de la soledad dedicaría a la chingada: “Los mexicanos, en lugar de convertir a su madre en ramera, la sustituyen por otra: la nada”.
Una y otra vez renovó su idioma en el acervo popular, celebrando las “fantasías y delirios verbales de los mexicanos”
Una nota policiaca llamó su atención: el suicida Juan Camacho había muerto exclamando “qué sabroso veneno”. Esto lo llevó a una reflexión sobre los placeres de la muerte, del mismo modo en que la costumbre de vestir pulgas lo llevó a considerar que sólo un país de inmensos volcanes podía admirar tanto las miniaturas.
Una y otra vez renovó su idioma en el acervo popular, celebrando las “fantasías y delirios verbales de los mexicanos”. No es casual que escribiera el prólogo a Nueva picardía mexicana, de Armando Jiménez: “Aquí sí hay lenguaje en movimiento, continua rotación de las palabras, insólitos juegos entre el sentido y el sonido, idioma en perpetua metamorfosis”.
Algunos de sus mejores textos representan un juego de rotación entre lo culto y lo popular. En el poema Las palabras, escribe: “Dales la vuelta,/ cógelas del rabo (chillen, putas),/ azótalas,/ dales azúcar en la boca a las rejegas […]házlas, poeta/ haz que se traguen todas sus palabras”.
La consigna encarna en otros textos: “Esta vez te vacío la panza, te tuerzo, te retuerzo, te volteo y voltibocabajeo, te arranco el pito, te hundo el esternón. Broncabroncabrón. Doña Campamocha se come en escamocho el miembro mocho de don Campamocho”. Afrenta, risa, desmadre: poesía de Octavio Paz.
Su vasta obra fue, entre otras cosas, una puesta en claro del idioma. La hondura y variedad de sus ideas provocaron que en ocasiones fuera percibido como un autor de gabinete, de exclusivo interés para un círculo de selectos especialistas, un especulador ajeno al flujo de la vida. Nada más falso. Sólo alguien abierto a los misterios de la sencillez podía escribir esta estampa de Miguel Hernández: “Lo conocí cantando canciones populares españolas, en 1937. Poseía voz de bajo, un poco cerril, un poco de animal inocente: sonaba a campo, a eco grave repetido los valles, a piedra cayendo en un barranco”.
Su principal gesto poético fue el de atrapar el instante como un destello cargado de otro tiempo
Paz supo oír la caída de las piedras, las voces sueltas, el oleaje de lo diario. En su discurso de aceptación del Premio Nobel se refirió a la vigencia del mundo indígena: “Nos habla en el lenguaje cifrado de los mitos, las leyendas, las formas de convivencia, las artes populares, las costumbres. Ser escritor mexicano significa oír lo que nos dice ese presente — esa presencia. Oírla, hablarla, descifrarla: decirla”.
Su principal gesto poético fue el de atrapar el instante como un destello cargado de otro tiempo. Vivimos con facilidad en el recuerdo del pasado o la anticipación del porvenir. ¿Dónde está el presente? Octavio Paz buscó ese esquivo momento. En su aniversario, el idioma cumple cien años de presente.
El Pais

Comentarios

Entradas populares de este blog

Carta de Manuela Sáenz a James Thorne, su primer marido

No, no y no, por el amor de Dios, basta. ¿Por qué te empeñas en que cambie de resolución. ¡Mil veces, no! Señor mío, eres excelente, eres inimitable. Pero, mi amigo, no eres grano de anís que te haya dejado por el general Bolívar; dejar a un marido sin tus méritos no seria nada. ¿Crees por un momento que, después de ser amada por este general durante años, de tener la seguridad de que poseo su corazón, voy a preferir ser la esposa del Padre, del Hijo o del Espíritu Santo o de los tres juntos? Sé muy bien que no puedo unirme a él por las leyes del honor, como tú las llamas, pero ¿crees que me siento menos honrada porque sea mi amante y no mi marido? No vivo para los prejuicios de la sociedad, que sólo fueron inventados para que nos atormentemos el uno al otro. Déjame en paz, mi querido inglés. Déjame en paz. Hagamos en cambio otra cosa. Nos casaremos cuando estemos en el cielo, pero en esta tierra ¡no! ¿Crees que la solución es mala? En nuestro hogar celestial, nuestr

La extraña muerte de Fray Pedro

En 1913, el nicarag ü ense Ruben Dario presenta este cuento, el cual relata la historia de un fraile que muere en nombre de la ciencia. Un ser pertubado por el maligno espiritu que infunde la ciencia, el cual fragmentaba sus horas coventuales entre ciencia y oracion, las disciplinas y el laboratorio que le era permitido. Con este texto, Ruben Dario, deja en claro que la fe es un acto de fidelidad, que se sobreentiende en el corazón sin pasar por la cabeza. “No pudo desde ese instante estar tranquilo, pues algo que era una ansia de su querer de creyente, aunque no viese lo sacrilegio que en ello se contenia, punzaba sus anhelos” Toda la historia tiene lugar en el cementerio de un convento, cuya visita va dirigida por un religioso. la guia advierte a sus seguidores sobre la lapida de Fray Pedro, personaje central del cuento. Un personaje “flaco, anguloso, palido” e incluso de espiritu perturbado cuya desgracia se veia venir con su sed de conocimiento. El fraile persuade a

Pobres gentes

Siendo el novelista ruso León Tolstoi un referente moral para muchos lectores del mundo. El autor de Ana Karenina y Guerra y paz, dos de sus grandes iconos textuales y de la literatura universal, y que mas decir de sus pequeños relatos que es donde muestra su gran arsenal como escritor, y este es un caso en particular con Podres Gentes. Pobres gentes, Tolstoi nos refleja la pobreza y la humildad de los personajes, muestra las carencias de los que menos tiene, donde aquellos que son vulnerables ante la sociedad en términos económicos, son una pieza de enseñanza moral a la sociedad, ya que a pesar de su condición demuestran que son capaces de ayudar brindando su humanidad y su comprensión. “En una choza, Juana, la mujer del pescador, se halla sentada junto a la ventana, remendando una vela vieja. Afuera aúlla el viento y las olas rugen, rompiéndose en la costa… La noche es fría y oscura, y el mar está tempestuoso; pero en la choza de los pescadores el ambiente es templado y acog