Decía Borges que los seres humanos nacen aristotélicos o platónicos;  yo he pensado muchas veces que nacen, nacemos, acreedores o deudores, de  modo que hay quien se pasa toda la vida exigiendo lo que se le debe y  quien vive angustiado por las deudas urgentes que se le están reclamando  siempre. También empiezo a sospechar que se nace para estar dentro o  para quedarse o sentirse fuera, para creerse instalado sin incertidumbre  o para temer a cada momento que lo expulsen a uno de donde acaba de  llegar, que vayan a rechazarlo cuando se acerca al control de pasaportes  de un aeropuerto, incluso que no se le vayan a abrir unas puertas  automáticas. La paradoja es que la mayor parte de los logros más  valiosos, en las artes o en las ciencias, suelen deberse a personas que  están fuera, o al menos al margen, o en una esquina no privilegiada; y  que quienes se encargan de juzgar y de extender certificados de  legitimidad son los que están dentro, los situados, los instalados, los  que muc...
La lectura, una orgía perfecta entre realidad y ficción